Una de las mejores costumbres del año es abandonarse la mañana del 1 de enero caminando por montes y valles. Así lo hicimos ayer en la exuberante umbría del PR de El Valle y Carrascoy, y la naturaleza, generosa siempre, nos regaló un jardín silvestre, húmedo, pintado de amarillo y azul y tapizado de esponjoso musgo estrellado entre cuyas mullidas almohadas se abrían paso, como hadas y con todo su oculto esfuerzo, decenas de orquídeas que anuncian la promesa de un impresionante año florístico.