Una de las mejores costumbres del año y que practico con más gusto es abandonarse la mañana del 1 de enero caminando por montes y valles. Así lo hicimos ayer en la exuberante umbría del PR de El Valle y Carrascoy, y la naturaleza, generosa siempre, nos regaló un jardín silvestre, húmedo, pintado de amarillo y azul y tapizado de esponjoso musgo estrellado entre cuyas mullidas almohadas se abrían paso, como hadas y con todo su oculto esfuerzo, decenas de orquídeas que anuncian la promesa de un impresionante año florístico.

El rocío no se había evaporado todavía de la superficie de hojas y flores y el sol secuestraba destellos de sus redondas gotas. El campo centelleaba allá por donde miraras. El aire era fresco y se agradecía en este sureste calentado en exceso.

El paseo se inició ascendiendo, a veces suavemente, en ocasiones algo más empinado. En los primeros prados un numeroso bando de verdecillos se desplazaba inquieto de un seto a un pino y del pino al seto, como jovenzuelos alterados por la primavera. Su escandaloso piar nos acompañó un rato. Tomamos una ruta lateral porque sabíamos que al borde del camino crecían las orquídeas. Y allí estaban, aún mínimas.

Mirar, solo mirar. Se trata de impregnarte del espectáculo, no de llevarte a casa pedazos desgajados del paisaje.

Sin salir del camino, las fotografiamos.

Desanduvimos el trayecto para volver a la senda principal y avanzamos lentamente, saboreando las vistas, escoltados por las candilejas, que parecen encapuchados cabizbajos, las oreja de liebre, los comunes espartos, los erguidos cardos y otras hierbas.

Parecía que se nos habían acabado las orquídeas, pero una vez superada una rambla, volvieron a mostrarse, arropadas bien por musgo, bien por líquenes. Pequeñas, insistentes, aisladas, por parejas o en grupos de casi una decena. Surgen del suelo alegrando el ojo del paseante. ¡Qué difícil es distinguir una orquídea de otra por sus hojas! Dejaremos su identificación para dentro de unos días, cuando nos asombren con la magia de su floración.

Seguimos. Aparece otra rambla, pequeña pero profunda. Y allí, en medio, solitaria, crece, como una reina, la Barlia robertiana, la orquídea gigante. De nuevo aún sin flores (no como en Mazarrón, donde sabemos que ya ha reventado). Pero es ella. Creíamos que había desaparecido de la zona después de que años atrás nos contaran que alguien, en su inmenso error, había arrancado la única conocida del lugar con el objetivo de que, creemos, luciera en su hogar. ¿Cuánto le duraría, un par de días? Pero para los demás respetuosos paseantes del bosque ya nunca volverá a florecer...

Aprovecho para recordar que está prohibido coger orquídeas silvestres, y comerciar con ellas. Allí, donde están, es patrimonio y disfrute de todos.

Así que había al menos una. Buena noticia.

Ya satisfechos, emprendemos el tramo final, disfrutando del sol, el viento, el sonido de una perdiz a lo lejos y del agua retenida en la escarcha, fuente de vida para este manto vegetal. Nos paramos a fotografiar estos chispazos del líquido, buscando el detalle que tanto deleita: sobre las hojas, balanceándose en las telarañas... Disfrutamos descubriendo el fruto del baladre. Advertimos la presencia de un globoso arbusto de coronilla de fraile. Volvemos alegres, energéticos, con una charla apagada, cuando de pronto, en una ladera convexa, vemos ¡otra barlia!, y otra, y otra... Y cerca de una decena -seguro que alguna se nos ha escapado- en un amplio rodal. ¡Qué esperanza irradia una humilde loma!

El musgo está hoceado por los animales que levantan la capa vegetal, remueven la base, y dejan los fragmentos enteros a los costados. Nos alarma un poco detectar, sin embargo, que faltan algunos retales. A modo de rectángulos irregulares. Tememos pensar que han sido destinados a algún belén, todavía.... y tan cerca de estas frágiles plantas...

Con eso y con todo, es hora de retirarse. Dejemos a los seres del bosque seguir con su vida. Así, nos seguirán regalando estos reconfortantes paseos.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2020-01-02

 

  • Todo el campo estaba empapado en rocío. Imagen: elclickverde
    Todo el campo estaba empapado en rocío. Imagen: elclickverde
  • Cuento hasta 7 orquídeas. ¿veis la misma cantidad vosotros? Imagen: elclickverde
    Cuento hasta 7 orquídeas. ¿veis la misma cantidad vosotros? Imagen: elclickverde.
  • Orquídeas sobre musgo estrellado. ¿Puede haber 8? Imagen: elclickverde
    Orquídeas sobre musgo estrellado. ¿Puede haber 8? Imagen: elclickverde.
  • La maraña de telarañas cubierta de rocío. Imagen: elclickverde
    La maraña de telarañas cubierta de rocío. Imagen: elclickverde.
  • Tres 'Barlia robertiana' bien pegadas. Imagen: elclickverde
    Tres 'Barlia robertiana' bien pegadas. Imagen: elclickverde.
  • Es magnético mirar las gotas de rocío sobre la vegetación. Imagen: elclickverde
    Es magnético mirar las gotas de rocío sobre la vegetación. Imagen: elclickverde.
  • La umbría murciana, un lujo para el paseante. Imagen: elclickverde
    La umbría murciana, un lujo para el paseante. Imagen: elclickverde.
  • Campo de candilejas. Imagen: elclickverde
    Campo de candilejas. Imagen: elclickverde.
  • Orquídea incipiente. Imagen: elclickverde
    Orquídea incipiente. Imagen: elclickverde
  • Oreja de liebre. Imagen: elclickverde
    Oreja de liebre. Imagen: elclickverde.
  • Coronilla de fraile. Imagen: elclickverde
    Coronilla de fraile. Imagen: elclickverde.
  • Cardos en flor, para regocijo de la fauna. Imagen: elclickverde
    Cardos en flor, para regocijo de la fauna. Imagen: elclickverde.