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Hemos pasado el final de estas vacaciones de verano en Las Merindades, las tierras más norteñas de la provincia de Burgos. Fuimos hasta allí animados por una cordial conversación que mantuvimos con un vecino de uno de los pueblos, Josu Olabarria, a quien conocimos mientras bordeábamos Gallocanta, una laguna entre Zaragoza y Teruel, en la que coincidimos en busca de aves -grullas, en aquella ocasión- (podéis ver AQUÍ el reportaje). 

Olabarria nos habló de las bondades de la zona, y en concreto de la Merindad de Valdivielso: de su hermoso paisaje, sus aves, su pueblos y su arquitectura. Y eso encontramos.

Como ya hay muchas webs que repasan las características geográficas, físicas, urbanas y demás, nosotros os daremos nuestras impresiones personales, que para eso esto es un blog.

Y lo primero que percibimos fue que estas Merindades concentran magnetismo. Es la geografía precisa donde se evidencia el encuentro de la Meseta castellana y la Cordillera cantábrica. Dos elevaciones magníficas que rivalizan, donde la cara norte de la Meseta se enfrenta a la cara sur de la cornisa cantábrica. Y, en medio, los valles, que se estrechan para hacerse un hueco y escurrirse hacia el Mediterráneo. Y nosotros. Una confluencia que desprende un halo mágico, mítico, hechicero.

Ello hace, además, que en un escueto espacio se reúnan condiciones paisajísticas bien diferenciadas. Unas, propias de esa alta montaña que se cubre de nieve en cuanto llega el invierno -el Páramo de Masa que tanto se nombra en los noticieros, por ejemplo-; otras, características de las zonas húmedas; otras más, típicas de los valles más cálidos mediterráneos; y por fin, pero no menos importantes, las láminas de agua en forma de lagunas, regatas y ríos que tallan hoces. Y, como es sabido, cada paisaje conlleva una flora y fauna asociadas también diferentes, disparándose así la biodiversidad y convirtiendo a Las Merindades, para los naturalistas, en un enclave especial.

Como observadores de la vida nos gustó mucho la facilidad con la que, por ejemplo, podíamos contemplar a los buitres leonados y a los alimoches. Muy muy fácil. Tanto, que se nos averió el coche y cuando nos vimos abocados a una larga parada en el taller de Villarcayo, la espera no pareció tan tediosa porque a lo largo de toda la mañana nos estuveron sobrevolando entre cuatro y seis alimoches. Blancos. Cercanos. Confiados. Desde el taller nos contaron que, en los alrededores, el dueño de un mastín llevaba comida al perro, y que la dejaba extendida sobre el suelo de la finca, momento que los buitres sabios aprovechaban para alimentarse. Ya se sabe, donde hay comida fácil... También es cierto que una segunda versión nos informó de que allí cerca había un matadero. En realidad es lo mismo: más comida fácil.

imagen4-red.pngIgualmente, nos asombró ver, mucho menos numerosos pero también con alta probabilidad, varios grupos de corzos. Como la foto de la hembra y su cría que adjuntamos al lado. Al verlas, recordamos aquel estudio que compartimos cuando hacíamos radio, en Onda Regional de Murcia, y que contaba que el domingo era el día que más corzos se atropellaban en carretera (y que puedes oír AQUÍ). Como en todos los casos los vimos mientras conducíamos, aunque no fuera domingo, redujimos siempre la velocidad al volante. 

Llamaban nuestra atención los campos de girasoles. De amarillo cadmio cuando levantaban las pipas al sol, de amarillo nápoles cuando humillaban. Decenas y decenas, cientos, miles de girasoles adornando los campos y vistiéndolos de un precioso colorido que animaba el espíritu. Un tono que encendía también el verde de las laderas, vestidas con diverso arbolado: encinas, quejigos, enebros, sabinas aquí; robles, madroño, boj allá; y sauces, fresnos y álamos a la vera del río... 

Además de todo lo dicho, hay cavidades, roquedos, ríos que horadan la piedra, ermitas incrustadas en la pared, y mucho, mucho y majestuoso románico. Majestuoso y peculiar, con sus figuras religiosas... o no, que de todo hay. Da la impresión de que cada pequeño núcleo de población, allá donde se reúnen cuatros casas, se eleva una pequeña pero recia iglesia que da fe, nunca mejor dicho, de que allí hay o hubo una confesión.

Nos gustó mucho también que, en estas mismas poblaciones, por pequeñas que fueran, había señales de pequeños y grandes recorridos, en todos los cruces (seguramente sea esto exagerar, pero esa impresión nos dio en el momento), de manera que un caminante cualquiera, medianamente informado, puede improvisar su propio itinerario y no quedará defraudado.

En nuestro caso, de la mano de Olabarria, que generosamente se prestó a esto y mucho más, ascendimos la calzada medieval. Por ella se transportaba la lana del interior a la costa, y volvían las salazones de bacalao y arenque en las caravanas comerciales, y es la ruta que también pisaron, al menos en parte, los soldados de Napoleón, y que tanta historia guarda. Arriba, en el Puerto de La Mazorra, casi al anochecer, coincidimos con la llegada del pastor. Por el camino escuchamos una curruca rabilarga y las historias que nuestro guía local nos contaba.

Abajo, gracias a la cortesía del vecindario, fuimos invitados a participar en el programa de radio local, Radio Valdivieso. Una charla amena con Jokin Garmilla, el presentador. No lo sabíamos, pero su modo de ver la vida y el nuestro eran coincidente: 'el valor de lo pequeño', reza su publicidad. En eso estamos desde elclickverde.

Terminamos. Pasamos la noche en nuestro alojamiento rural, uno de los muchos que ya hay en Las Merindades, en Quintana de Valdivielso. Desde lo alto de la torre se divisaba el paisaje que os hemos dibujado, se veían las estrellas y se escuchaba al pico picapinos, a los cuervos, a los jabalíes... y el silencio de la noche. Todo ello, en el corazón de la ZEPA Sierra de la Tesla-Valdivielso, que ocupa el 85% del término de esta merindad.

Se acabó el viaje. Apenas nos dio tiempo a asomarnos brevemente a un par de Merindades más, pero eso os lo contaremos en otro post.

Sabemos que nos quedan muchas Merindades por visitar.

Nos auguraron que volveríamos. Ummmmm, quizá.

  • Foto: Dos corzos, una hembra y su cría, a lo lejos, en la anochecida
    Dos corzos, una hembra y su cría, a lo lejos, en la anochecida.
  • Foto: paisajes de la Merindad de Valdivieso. Al fondo, se empieza a elevar la Meseta.
    Paisajes de la Merindad de Valdivieso. Al fondo, se empieza a elevar la Meseta.
  • Foto: Un alimoche sobrevuela el tupido bosque
    Un alimoche sobrevuela el tupido bosque.
  • Foto: al norte, la Cornisa Cantábrica. Nubes y humedad en la sierra de La Tesla
    Al norte, la Cornisa Cantábrica. Nubes y humedad en la sierra de La Tesla.
  • Foto: Curiosidades del Románico en la iglesia de Valdenoceda. Merece la pena detenerse a ver el detalle
    Curiosidades del Románico en la iglesia de Valdenoceda. Merece la pena detenerse a ver el detalle.
  • Foto: ascenso por el camino medieval
    Ascenso por el camino medieval.
  • Foto: una tierra surcada por el Ebro y atractivos riachuelos.
    Una tierra surcada por el Ebro y atractivos riachuelos.
  • Foto: Quintana de Valdivielso, ejemplo de cómo los pueblos se integran en el valle
    Quintana de Valdivielso, ejemplo de cómo los pueblos se integran en el valle.
  • Foto: la iglesia de Quintana de Valdivielso
    La iglesia de Quintana de Valdivielso.
  • Foto: Iglesia de Santa Olalla. prácticamente cada grupo de casas posee una iglesia
    Iglesia de Santa Olalla. Prácticamente cada grupo de casas posee una iglesia.
  • Foto: las iglesias del camino, como ésta, de San Pedro de Tejada, son un aliciente para iniciar un recorrido
    Las iglesias del camino, como ésta, de San Pedro de Tejada, son un aliciente para iniciar un recorrido.
  • Foto: casonas y torres vigía de los senderos salpican el valle
    Casonas y torres vigía de los senderos salpican el valle.
  • Foto: torre en Quintana de Valdivielso, para controlar el paso de mercancías por el camino medieval
    Torre en Quintana de Valdivielso, para controlar el paso de mercancías por el camino medieval.
  • Foto: fachada de la iglesia de Valdenoceda
    Fachada de la iglesia de Valdenoceda.
  • Foto: en toda la zona hay abundante información sobre las pistas y senderos
    En toda la zona hay abundante información sobre las pistas y senderos.
  • Foto: con Josu Olabarria, nuestro extraordinario guía, en los páramos del Alto de la Mazorra
    Con Josu Olabarria, nuestro extraordinario guía, en los páramos del Alto de la Mazorra.