«Simbiosis investigadora» para salvar a la nacra


Izda: Francisca Giménez, analizando un área con Pinna nobilis. Foto: Andrés Izquierdo. / Dcha: Yolanda Fernández Torquemada ante un ejemplar del bivalvo. Foto: Yoana del Pilar Ruso

Las últimas nacras del Mar Menor, menos de un millar de una población que superó el millón y medio de ejemplares, configuran la estoica resistencia de la especie frente a la devastación provocada por el protozoo que las fulmina y al desastre que afecta al ecosistema. Con la esperanza de que no estén solas, dos proyectos investigadores -de dos instituciones académicas y una ONG medioambiental- aúnan tiempo y esfuerzos, silenciosa pero constantemente, para llevar adelante acciones científicas y salvar al santuario marmenorense. La Universidad de Murcia, la Universidad de Alicante y Ecologistas en Acción confluyen en la laguna y ‘barren’ los fondos en busca de nuevos bivalvos. Conforman así una simbiosis, a modo de solución basada en la naturaleza, con la que esperan impulsar la remontada de este animal ‘bandera’ del dañado enclave de la costa murciana. 

A las horas de laboratorio, administración y estudio, las científicas -porque son tres mujeres las que encabezan estas iniciativas- suman sus inmersiones periódicas para la investigación in situ. Para desarrollar este trabajo cuentan a menudo con la participación de voluntarios. Bien como buceadores de botella o bien con snorkel, desde el kayak e incluso echando una mano en la organización en tierra, el grupo se lanza a primera hora de la mañana a revisar los suelos marinos y aportar datos a dos proyectos científicos: el LIFE Pinnarca y el Recupera Pinna.

El área escogida para la última jornada de voluntariado del año se extiende adyacente a una franja balizada donde se han localizado ejemplares de nacra. Por ahora, es la única zona de exclusión en la albufera regional que está vigilada y protegida por la red. Entre los objetivos de hoy está detectar si hay algún juvenil de nueva colonización, cosa que bien puede ocurrir a partir de este baluarte ya conocido. Es importante tener localizadas todas y cada una de las nacras supervivientes en la laguna. Y quizá a través de estos proyectos se puedan además identificar nuevas áreas de grandes asentamientos.

La mañana se alarga, mientras los buceadores se dejan llevar hacia aquí y hacia allá, retoman el camino o, a las órdenes de la organización, avanzan mar adentro. Lo planeado es adentrarse hasta los dos metros de profundidad. Tristemente, se sabe que por debajo de los 2-3 metros ya no hay nacra: los fondos fueron arrasados y aunque gran parte han sido tapizados por Caulerpa prolifera -el alga ‘oreja de liebre’-, la recolonización de otras especies es más lenta. Por debajo de ese límite no hay supervivientes. Por ello, no merece la pena aplicar allí el esfuerzo investigador. A los ocho buceadores, que continúan sin quejarse a pesar de la frialdad del agua, les acompañan dos kayak cuyos palistas se agachan sobre sus mirafondos y toman fotografías de cuando en cuando. Todos han sido previamente adiestrados por las científicas, que también están en el agua: aspecto de la nacra, tamaños, paisajes preferidos, especies que pueden llevar a confusión… Saben que hay más posibilidades de tener éxito allá donde la Caulerpa prolífera o la seba (Cymodocea nodosa) -una planta marina- no estén tan desarrolladas que puedan ocultar una nacra, o que hay que examinar madejas de vegetación que pueden haberse enredado en un ejemplar… Y todos mantienen la esperanza hasta el final.

La nacra (Pinna nobilis), catalogada en peligro crítico de extinción, se distribuye en el fondo del mar en agrupaciones o manchas. Salvo casos aislados, por ahora, no han aparecido nuevos ejemplares. Todas las conocidas, del orden de las 700, están fichadas; de cada una de ellas cuelga su etiqueta con su número, editada por la Comunidad Autónoma, a modo de DNI, asociada a la cual se recogen datos como la geolocalización, tamaño o estado de salud. De esta forma, cada vez que las visitan saben qué ha pasado con ellas. Incluso si alguna muere, pueden conocer con exactitud qué nacra era, qué número tenía y en qué franja de tiempo ha desaparecido.

Búsqueda por todo el Mediterráneo

Yolanda Fernández Torquemada es la investigadora principal del proyecto LIFE Pinnarca en la Universidad de Alicante, que trata de prospectar de forma intensiva las zonas donde podría existir algún ejemplar, además de los ya localizados previamente. Este proyecto extiende sus límites más allá de la Región, por todo el Mediterráneo, y recala por tanto en otras costas europeas. De hecho, la población marmenorense era, en un principio, secundaria para el trabajo. No en vano, la nacra se extendía años atrás por todo el Mare Nostrum. Pero este mejillón gigante -que puede llegar al metro de altura- sufrió en el 2016 la entrada de un patógeno tan virulento que la mortandad llegó a alcanzar casi el 100% en determinados puntos en todo el litoral del Mediterráneo español. El Mar Menor, con su temperatura muy alta en verano y muy baja en invierno, y sus condiciones de salinidad, ofreció protección frente al parásito, y la nacra halló aquí uno de los dos lugares de supervivencia. El Delta del Ebro es el otro gran refugio en España, y de hecho configuran las dos poblaciones donde realmente ahora se puede trabajar en el litoral nacional, si bien en esta investigación se revisan otros enclaves dispersos en países como Italia, Francia o Grecia. La laguna de Thau, en el sur del país galo, que es también una zona cerrada y salina, es otro de los reductos, y está asimismo incluida en el trabajo, apunta Fernández Torquemada. La profesora titular del Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada de la Universidad de Alicante relata que dentro del proyecto se han instalado colectores de larvas en otras zonas del mediterráneo “donde se ha detectado reclutamiento” que ahora se está analizando.

El objetivo del LIFE Pinnarca es evitar la extinción de la especie a corto-medio plazo, para lo cual inluye acciones activas de recuperación, entre ellas mejorar la calidad ambiental de los santuarios. Recopilar la información existente sobre las poblaciones remanentes es otro de los pilares, ya que ello proporcionará antecedentes para que otros países planifiquen acciones de mitigación y recuperación. Y, como es el caso del voluntariado, involucrar a la ciencia ciudadana, aumentando con ello la sensibilización y colaboración. Su nombre extendido lo explica claramente: 'Protección y restauración de las poblaciones de Pinna nobilis como respuesta a la catastrófica pandemia iniciada en 2016'. Para ello, tienen de plazo hasta diciembre de 2024.

En el LIFE Pinnarca participan también el Centro de Investigación Marina de Santa Pola (Cimar) -de la Universidad de Alicante- junto con el Aquarium de la Universidad de Murcia. Emilio Cortés, director técnico del centro murciano, lleva años trabajando en la población de nacra del Mar Menor y es el coordinador de estos proyectos en el centro. El experto subraya que en el acuario han obtenido larvas ya en dos temporadas, a partir del stock de reproductores que mantienen en el laboratorio. Sin embargo, se han perdido en fases posteriores sin conseguir por ahora el asentamiento de larvas juveniles. Algo que, sin embargo, esperan lograr con el tiempo: "este verano hemos avanzado mucho. Se han cambiado los protocolos de reproducción y desarrollo larvario y en este momento estamos madurando los reproductores para abordar nuevos eventos de cría", avanza. Un logro que supondrá un importantísimo avance para la cría en cautividad de la especie.

Al frente de las actuaciones de educación y sensibilización, que desarrolla la ONG Ecologistas en Acción, se sitúa Brígida Aránega, una ingeniera agrónoma de consolidada trayectoria en estas labores. Su trabajo consiste organizar las actividades y los materiales didácticos y de difusión que se usan en las reuniones y charlas con las cofradías de pescadores, clubs de buceo y la comunidad docente de los institutos de los municipios ribereños (San Pedro, San Javier, Los Alcázares y La Manga del Mar Menor). Esta vertiente del proyecto apenas acaba de empezar, pero ya contempla extenderse el año próximo hacia las localidades del interior, cuya población también está íntimamente relacionada con este entorno marmenorense. De hecho, el próximo ejercicio esta actividad se desplegará en las propias convocatorias de voluntariado en la búsqueda de nacras y de mejora de los santuarios, de la mano de un club de buceo.

LIFE PINNARCA 

 

Iniciativa financiada por el programa de la UE LIFE a través del proyecto 'Protection and restoration of Pinna nobilis populations as a response to the catastrophic pandemic started in 2016' (LIFE PINNARCA) [grantnumber LIFE20 NAT/ES/001265] y la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Transición Ecológica a través del proyecto RECUPERA PINNA [grant number IRTA1-21T].

   Duración: 1 de octubre de 2021 a 31 de diciembre de 2024.

   El proyecto está coordinado por los profesores José Rafael Garcia-March y José Tena Medialdea, coordinador científico y director del Instituto de Investigación Imedmar-UCV de la Universidad Católica de Valencia.

   Más información: https://www.lifepinnarca.com/

 

Proyecto RECUPERA PINNA

 

Proyecto de la Universidad de Alicante y del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), financiado por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y la Fundación Zoo de Barcelona.

Del agua emerge también Francisca Giménez Casalduero, catedrática del mismo departamento de la universidad alicantina y responsable del proyecto Recupera Pinna para el Mar Menor. La iniciativa centra su investigación en esta laguna y en el Delta del Ebro, lugar desde donde se lidera toda la acción. Giménez Casalduero está bregada en lo que llama ‘muestreos colaborativos’. "Antes de la sopa verde, antes del riesgo de extinción, antes de sentir la amenaza sobre la especie", subraya, el grupo de investigadores en el que participaba pensó que “el Mar Menor era un experimento para ver realmente las tasas de crecimiento de la especie”, y llevaron a cabo un censo -sin apoyo económico, puntualiza-. Gracias a eso, la comunidad científica dispuso de datos de la especie de antes del desastre que le sirvieron de referente con los que poder comparar después las mortalidades. “No había muchos estudios poblacionales de nacra”, recuerda. En el marco de esta iniciativa ha trabajado, como hoy, buscando nuevos individuos y tratando de identificar nuevas zonas, y “se ha dedicado mucho esfuerzo en estudiar las poblaciones identificadas y su evolución en estos últimos tiempos, las tasas de mortandad / supervivencia, condiciones locales o los organismos que viven encima de su concha -epibiontes-, entre otros aspectos”, repasa. Sin embargo, en este tramo final se centra más en el seguimiento de los núcleos de poblaciones conocidas, analizando posibles áreas críticas e incluso atenta a la posibilidad de trasladar ejemplares desde zonas de riesgo a espacios más convenientes. A este proyecto, en el que también participa el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), le queda un breve plazo para culminar, pero la idea es prolongar la investigación quizá bajo un nuevo nombre.

En la salida de hoy no ha habido mucha suerte y no se han localizado nacras. A la investigadora también ha llamado la atención la ausencia de signátidos -peces aguja- “que aguantaron bastante bien el episodio de 2016 y se seguían viendo en las zonas más superficiales, pero en 2019 desaparecieron”, lamenta la catedrática de la Universidad de Alicante. Además, advierte de que “si las condiciones no son óptimas volveremos a la situación de fondos desérticos y anóxicos”. En su defecto, esponjas y medusas han copado las miradas de los buceadores.

Para el apoyo de las tareas de control de estos voluntarios se ha contado hoy con la empresa Posidonia Ecosport, dirigida por la doctora en Biología Marina Mercedes Varela. Ha estado toda la mañana enfundada en su traje de buceo seco y aferrada a un propulsor de mano, que facilitaba las labores de rastreo. El centro, formado exclusivamente por biólogos y focalizado en esta especialidad, realiza divulgación ambiental y ciencia ciudadana en todas las actividades. Varela cree que hay dos pilares básicos para que la gente conserve su patrimonio: la divulgación y la incorporación. Tras 20 años en la investigación, dice, se ha dado cuenta de que la gente impacta en su entorno en muchas ocasiones “por desconocimiento; porque no sabe que eso que está haciendo es un impacto, y normalmente no hay una mala intención. Cuando les enseñas el valor de lo que está viendo y cómo protegerlo, la gente lo hace”. Ahora, como empresa puntera en conservación, presta apoyo a la universidad en jornadas de buceo para la movilización ciudadana y la logística. Hoy habrán barrido entre tres y cuatro hectáreas. “La presencia de voluntarios amplifica el área que se puede muestrear. Ésa es la clave de la ciencia ciudadana. Los voluntarios dan una mayor consistencia a los datos científicos porque posibilitan una mayor amplitud en el muestreo”, defiende.

AVISO DE HALLAZGO DE NACRAS

+ Al 112

+ Centro de Coordinación Forestal (Cecofor). Región de Murcia: 968 177 500 / 646 95 84 48 WhatsApp.

LIFE Pinnarca y Recupera Pinna -o su sucesor-, con la supervisión y autorización de la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca, Medio ambiente y Emergencias -responsable última de las especies protegidas-, continuarán rastreando la laguna para socorrer a la nacra. En la Región, el objetivo es cubrir todo el perímetro de la albufera. Parte se harán en sus horas de trabajo, y parte a través de futuras convocatorias de jornadas colaborativas. Una llamada a la ciencia ciudadana, al voluntariado uniendo fuerzas que, como hoy, ayudará a sondear, proteger y conocer mejor la presencia de esta fauna en el emblemático ecosistema del Mar Menor.

   

   

GALERÍA DE FOTOS (después de la imagen frontal):

  1.- Buceadores y palistas voluntarios, buscando nacras en el Mar Menor.

  2.- Un ejemplar de nacra. Foto: Andrés Izquierdo.

  3.- Francisca Giménez, en una búsqueda casi desde la orilla -en una salida anterior de trabajo-. Foto: Andrés Izquierdo.

  4.- Buceadores y palistas voluntarios, buscando nacras en el Mar Menor.

  5.- Un ejemplar de nacra. Foto: Yolanda Fernández Torquemada.

  6.- Un ejemplar de nacra. Foto: Andrés Izquierdo.

  7.- Mercedes Varela, saliendo del agua durante la jormada de voluntariado.

  8.- Francisca Giménez Casalduero, monitorizando los fondos. Foto: Andrés Izquierdo.

  9.- Única zona de exclusión para la nacra en el Mar menor, vigilada y balizada.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.