Entrevista: José Antonio Moreno Micol. Coordinador de Patrimonio de la Asociación para la Conservación de la Huerta de Murcia (Huermur)
"Si acabas con el entorno verde de la Huerta, haces la ciudad menos habitable"
José Antonio Moreno Micol, coordinador de Patrimonio de Huermur, en una zona de la Huerta de Murcia.
Huermur insistirá en solicitar la figura de Paisaje Cultural para las Huertas Históricas del Mediterráneo
La Huerta de Murcia, más célebre años atrás que ahora, no es sólo el conjunto de las variedades de verduras y frutos que produce y que le otorgó merecidamente tanto renombre; es también el enorme ingenio que se puso en marcha para solventar problemas de sequía, de aguas saladas, de avenidas, de niveles freáticos, de especies adaptadas, de modos de trabajo, de ingeniería. Es también la creación de una huerta histórica, que arrancó al dividir el río en brazos, dio vida a esta tierra e hizo surgir un ecosistema respetuoso con su entorno, hoy reducido y en vías de desaparición. “Si se pierde esta cultura del agua, se pierden conocimientos y técnicas que lograron crear aquí más de 500 kilómetros de cauces, por eso vamos a solicitar a Europa, para este conjunto, el reconocimiento como Paisaje Cultural”, reflexiona José Antonio Moreno Micol, coordinador de Patrimonio de la Asociación para la Conservación de la Huerta de Murcia (Huermur). Esta figura no se limitará a la Huerta de Murcia, sino que englobaría a las huertas del Mediterráneo, unidas por una cultura antiquísima. Son la agricultura del levante español, de Italia, Grecia y también la que se desarrolla en el norte de África, “herederas de las norias y acequias que ya se construían en Mesopotamia”, recuerda Moreno Micol.
"Hasta ahora, aquí, el terreno de huerta se ha visto sólo como una bolsa de suelo para edificar"
La figura de Paisaje Cultural ya está contemplada por las leyes de patrimomonio cultural y en la Unesco, donde el patrimonio ya no se relaciona exclusivamente con edificios de valor historico-artístico, “también puede serlo una construcción humilde o un paisaje como éste, que aporta valores culturales, medioambientales...”. Pero el primer paso es que lo reconozca el Gobierno Regional. “Hasta ahora, aquí, el terreno de huerta se ha visto sólo como una bolsa de suelo para edificar, cuando fue y es el suelo fértil que te garantiza un alimento y está en el origen de la ciudad. Si pierdes este suelo, tendrás dependencia de otros sitios productivos. Tenemos el ejemplo de China, que está comprando grandes cantidades de suelo fértil en África para producir alimentos”, advierte. Y, sin embargo, no se ve del todo negativo: “cuando el boom económico, no aspirábamos a lograr nada, pero lo intentábamos igualmente; siempre lo hemos intentado desde 2008. Hoy pensamos en lograrlo. No tenemos plazos, insistiremos lo que haga falta, pero esperamos que no sea demasiado tarde, porque las cosas entran en un proceso de deterioro que puede llegar a hacerse irreversible”, avisa. Además, añade que “no estamos diciendo nada absurdo, todo es muy razonable: el valor ambiental, los cultivos, la consevación del suelo, la alimentación... Este entorno supone un beneficio para todos, para los que viven en la huerta, para quienes pasean... es calidad de vida. El ser humano necesita el contacto con la naturaleza. Si acabas con este entorno verde, cambias la ciudad y la haces menos habitable”, defiende Moreno Micol.
"Aquí, dejas un limonero abandonado diez años, sin cuidar, y sigue produciendo"
En este caso, se trata de huertas muy ligadas a las característias del territorio: en todas estas zonas existía un río, y un valle, y hubo una manera de sacar provecho; pero en cada lugar con sus peculiaridades, “por eso, en Valencia, por ejemplo, la huerta es parecida, pero no igual”, detalla. Y continúa describiendo cómo así se crean distintas huertas y aparecen pequeños pueblos como una adpatación al medio. “Los nuevos regadíos no comparten estas circunstancias”, compara, “tienen mucha tecnología pero no son igual de respetuosos con su entorno, ya que son muy artificiales y no están adaptadas al medio en el que se desarrollan. Aquí dejas un limonero abandonado y después de diez años sigue produciendo limones; estará sin cuidar, habrá perdido la forma, pero no se seca, porque está sobre el tipo de suelo que le corresponde; esto no lo ves en los nuevos regadíos”, lamenta.
"La huerta resistirá, pero lo primero es que la gente sea quien lo exija. La huerta tiene cada vez más tirón"
Y, pase lo que pase, ¿resisitrá lo que queda de huerta?, le preguntamos. “Hombre, claro”, asiente rotundo. “Si todos queremos y somos conscientes de estos valores, sí. Lo primero es la concienciación de la gente y que la gente sea quien lo exija”. Además, también ve posible recuperar reductos de huerta venidos a menos, como el Palmeral de Churra, “que es una zona preciosa”. O revisar el Plan General de Ordenación Urbanistica (PGOU) para “reconocer lo salvable y crear corredores: áreas que aún no se han destruido para que, en forma de parques, conecten y conserven espacios con valor” y no encerrar los vestigios de naturaleza en plazas cuadradas, asfaltadas y adoquinadas sin áreas de colchón que las impida respirar.
Porque el PGOU es una de las grandes amenazas de estas huertas históricas del Mediterráneo, pero hay más. Entre ellos, cita la falta de concienciación de la Administración, La Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia y La modernización de regadíos. Y también la concienciación de la población, si bien en este frente de actuación notan bastante mejoría: “recibimos muchos correos, la gente nos anima, crea sus huertos y te consultan propietarios con problemas... Cuando empezamos no teníamos nada de eso”, recuerda, y sostiene que “la huerta tiene cada vez más tirón”.
Una huerta que aún se conserva y que el experto en Patrimonio divide en tres zonas: la Huerta Norte, la Oeste y la Este, “cada una tiene su propia historia y su modo de explotación”, apunta. La primera, prácticamente ha desparecido bajo el crecimiento de la ciudad. Ha sido transformada en solares y la actividad agrícola es mínima. La Huerta Oeste, entre Murcia y la Contraparada, es la más antigua y la más poblada, y en su mayor parte está formada por minifundios donde se mantienen pequeños cultivos principalmente de cítricos. Por esta zona, las nuevas viviendas poseen pequeñas parcelas que se destinan más a jardín que a huerto; pero aún existen áreas donde crecen, por ejemplo, patatas o pavas. Por su parte, la Huerta Este, la que se extiende entre Murcia y Orihuela, surge en zonas pantanosas donde se implantó toda una ingeniería de desecación con la construcción de azarbes. Ésta es la huerta que mantiene una mayor actividad productiva, “porque los propietarios tienen más tahúllas, parcelas más grandes”, explica Moreno Micol, y aquí se produce lechuga, brócoli, coliflor (de nuevo, la pava), col, habas -que permanece porque a la gente le gustan mucho, como los tomates-, naranjas y limones que, este año sí, alcanzan un buen precio en el merado y la gente los está recogiendo”, detalla.
Pereteros, albaricoque 'damasco', higuera 'talón de muerto', ciruela 'huevo de burro', o pera 'gambusina' eran nombres que antes se oían en la huerta. “Muchas variedades tradicionales se han perdido, ya no encuentras sanguinas (las naranjas de pulpa roja) ni peretas, salvo en algunos huertos”. Los frutales, cuenta el técnico, se mantienen más, porque son árboles; pero la verdura, que se cambia cada temporada, se ha sustituido por variedades que viene de fuera. “Pero sí hay un interés, la gente nos pregunta por el melocotón 'maruja' o 'jeromo', o por distintos tipos de ciruelas, peras... Esta riqueza de biodiversidad agraria y silvestre, era una de las cosas que había en esta huerta, y la gente la echa de menos”, añora también Moreno Micol, pero afirma de cara a un futuro más o menos próximo: "esto es algo que se puede recuperar".
Principales amenazas para la huerta
Para José Antonio Moreno Micol, coordinador de Patrimonio de la Asociación para la Conservación de la Huerta de Murcia (Huermur), cuatro son las principales amenazas a las que se expone la huerta de Murcia en la actualidad:
- El actual Plan General de Ordenación Urbana de Murcia (PGOU), ya que “no es un plan respetuoso con el entorno”, y se ha realizado “con el único objetivo de crear una gran bolsa de suelo para urbanizar y crear grandes infraestructuras, sin tener en cuenta los valores medioambientales, paisajísticos, culturales, humanos y económicos de la Huerta de Murcia”. Moreno destaca que si bien, cuando se redactó en 2001, protegía 78.117.368 m2 de suelo de huerta tras un estudio de impacto ambiental, “tan sólo seis años después no quedaba ni un metro protegido, y todo ello sin la obligatoria evaluación de impacto ambiental”. El Plan, recalca el experto, calculaba una población de 1.000.000 de habitantes en veinticinco años, y, a día de hoy (diez años después), la población no llega a 450.000 habitantes. “Por tanto, todas esas reclasificaciones para ampliar el suelo disponible nunca han sido necesarias, respondiendo solamente a razones especulativas que han desembocado en un urbanismo completamente irracional. ¿Qué quiere decir todo esto?, que el actual Plan no se ha basado en una previsión real y sólo ha servido para la especulación del suelo y el negocio urbanístico, contribuyendo al desastre económico que tenemos en la actualidad, además de generar una gran cantidad de problemas al transformar de manera innecesaria un vergel en solares, escombreras y zonas marginales que ahora hay que gestionar. Y a ello se une el drama humano que ha supuesto para la cantidad de personas que se han visto obligadas a cambiar su modelo de vida al pasar de vivir en la huerta a un piso de realojados”, se duele.
- La falta de concienciación de la Administración y de la población en la necesidad de conservar esos valores, puesto que su conservación conlleva grandes beneficios “y tenemos la responsabilidad de legarlos a las generaciones futuras”.
- La Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia que, a pesar de ser una institución que debería velar por el buen estado de la Huerta, sus derechos y revalorización como espacio agrario, “se ha dedicado a destruir patrimonio y favorecer la urbanización del suelo. La actual junta directiva es completamente insensible a la conservación de los valores culturales, medioambientales y paisajísticos de la Huerta”.
- La modernización de regadíos que ya se ha realizado en otras huertas históricas con la excusa del ahorro de agua, y que “supone un gasto ingente de dinero en la realización de grandes obras, sin tener en cuenta las características hidrológicas de las vegas, los beneficios medioambientales del sistema de regadío tradicional y sus valores culturales, además de que acaba con los derechos históricos que tenían los regantes de estas vegas”. En la Huerta de Murcia no se ha llegado a realizar, “pero ha supuesto la destrucción de muchos cauces de acequias y azarbes y sus valores arqueológicos, históricos, medioambientales y paisajísticos”.
Un cambio de carácter
ecv- Por cierto, el otro día un colega me comentaba que esta desaparición de la huerta puede estar relacionada con un cambio de carácter en el murciano: que ya no es tan afable, ni tan amable, que no saluda en los comercios... vamos, que se ha agriado un tanto quizá debido a la pérdida del componente emocional que aportaba esta huerta. ¿Qué le parece, cree que ha ocurrido algo así?
JAMM- No se puede generalizar, pero creo que el paisaje en el que vivimos y la situación económica influyen poderosamente en el carácter de la gente. En la Huerta de Murcia, la tierra ha tenido desde siempre una función agraria y, antiguamente, ni siquiera los que la cultivaban eran los propietarios, ya que todo estaba en manos de unas pocas familias. Esto provocaba situaciones de penuria, pero también generaba unión entre los huertanos. Con el tiempo, muchos de estos huertanos pasaron a ser propietarios de pequeños trozos de tierra cuya producción les servía para mejorar la economía familiar y para autoconsumo, utilizándola también para que sus hijos pudieran construirse una vivienda cerca de ellos.
La mejor situación económica de la población, el trabajo en otros sectores no agrícolas, la escasa rentabilidad de los productos de la huerta, el crecimiento de la ciudad y la falta de orgullo hacia los orígenes, fueron transformando la función agrícola de la tierra e introduciendo otros usos como el urbano e industrial. Esta situación se fue agravando con la aprobación del PGOU y el boom urbanístico, al crear grandes expectativas en los propietarios que veían cómo el suelo dejaba de ser huerta y su precio subía hasta las nubes. Acompañado todo esto por una Administración que nunca se ha preocupado en resolver los problemas de la Huerta ni reconocer la labor de los agricultores.
Evidentemente, todo esto influye en el carácter de la gente, ya que en pocos años se ha pasado de un uso agrícola de la tierra, con viviendas humildes y diseminadas unidas por lazos familiares y vecinales, a convertirse en una bolsa de suelo para el crecimiento de la ciudad y en un zona residencial donde proliferan grandes chalés de altos muros y donde la figura del agricultor está en extinción.
Afortunadamente no todo es así, y cada vez hay más gente que se siente orgullosa de sus orígenes y ve en la Huerta una posibilidad donde crear proyectos respetuosos con el medio y que contribuyan a la puesta en valor de este antiguo espacio agrario que dio origen a Murcia y forma parte de sus señas de identidad.