de paseo por la costa

'Piragüear' también en invierno

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La piragua necesita de aguas tranquilas y poco o nada de viento, por lo que su práctica obliga a "levantarse tempranito; sin embargo el invierno, y especialmente diciembre y enero, presentan en general muchos días de calma ideales para este deporte… Además, son buenos meses de pesca y combinar la ruta con la suerte de llevarse algún fruto de mar a la mesa… es un placer…”. Nos lo cuenta Esperanza Pérez Crespo, la primera mujer española que ha cruzado el Atlántico en solitario, sin escalas y sin ayuda externa. Navegó, a finales de 2006, durante 23 días a bordo de su velero, el Archibald, entre las Islas Canarias (España) y la caribeña isla de Santa Lucía (estado independiente asociado con el Reino Unido). Lo contó en un libro, 'Sola en el Atlántico' (Ed. Noray). Fue el fin de una etapa, pero ni mucho menos supuso para ella el fin de la navegación.

Ocho años después, sigue navegando sola. En su kayak -que abandona en ocasiones para compartir un snipe, embarcación novedosa para ella-, recorre la costa cartagenera, principalmente querida entre El Portús, la isla de Las Palomas y la Cala Aguilar. Y, dice, el invierno es una época de gran atractivo para hacerlo. “La verdad es que vivimos en una zona privilegiada en muchos sentidos: la gente, el mar, el monte y también el clima, que nos permite realizar toda clase de deportes al aire libre en cualquier época del año”, continúa Pérez Crespo, quien detalla que “en la piragua, los días claros y soleados de invierno incluso te permiten quedarte por las mañanas en bañador, además del chaleco”, puntualiza. 

A esta capitán de yate no le cuesta cargar la piragua y en unos minutos alcanzar la playa, “pues al llevarla en la baca del coche te permite ir al lugar que quieras, como la zona del Portús u otros como La Azohía, y recorrer Cabo Tiñoso con buen tiempo o los rincones mazarroneros. Nuestra costa es una maravilla, las aguas de ese azul oscuro que da la gran profundidad de los abruptos cortados y barrancos, acompañados de los verdes pinos y los marrones, amarillos, rojos o grises de las rocas no tiene parangón...”, dibuja en el aire, y se pregunta “¿estaré enamorada de estos rincones?  Una verdadera sensación de libertad y comunión con la naturaleza, tú, la piragua, el mar, la costa…”.

Y se acuerda también del Mar Menor, un “lugar entrañable para los deportes náuticos” con vientos térmicos que aseguran un agradable día de navegación en casi toda época del año y por las mañanas o al atardecer unos deliciosos paseos en piragua, “especialmente en invierno, cuando las aguas bajan de temperatura, se limpian y da la magnífica sensación de ir cortando ese cristal transparente que es el agua con la proa de tu kayak, amén de disfrutar de los fondos marinos como si anduvieras sobre ellos o bucearas sin mojarte, unas sensaciones mágicas”, describe.

"Debemos exportar sin complejos”. "Esta Región ofrece agradables sorpresas a los visitantes y ganas de conocerla más", defiende Pérez Crespo.

Pérez Crespo, que ha viajado por Australia, China, Holanda, EEUU y muchos destinos más, considera que cada lugar encierra en sí mismo una riqueza y una belleza especial, “desde los verdes y maravillosos parajes del Norte que contrastan con los amarillos verduzcos parques de pitas de Almería, y así con todo. La Región de Murcia no es menos en ningún sentido; desde luego debemos “exportar sin complejos” y saber trabajar nuestro turismo, tanto desde los organismos de gestión como los lugares públicos y el servicio que ofrecemos. Aún nos queda mucho camino por recorrer, pero poco a poco creo que estamos haciendo las cosas… quizás, demasiado despacio…  aviso a navegantes…”, deja caer. Y lo apunta animada por su propia experiencia: “Cuando he invitado a amigos del interior de la Península a realizar una travesía en barco o piragua, casi todos comentan lo mismo “¡Vaya! ¡Yo pensaba que Murcia eran playas como La Manga! ¡Qué maravilla!”. No esperan encontrarse con esos contrastes de acantilados bruscos, pinos, adelfas, palmitos y tetraclinis (especie autóctona del Alto Atlas y de la sierra de Cartagena) que caen a un mar tan azul y limpio; o tantos barcos hundidos en un área tan pequeña como son nuestras costas, en especial la zona de Cabo de Palos. Creo que ofrecen sorpresa, agradable sorpresa, y ganas de conocer más y más, desde aquí os invito a conocernos, estoy segura los lectores de elclickverde disfrutarán de una experiencia muy grata”.

Habla con solvencia porque lo vive en primera persona. Visitar la costa desde una embarcación, defiende, ofrece la oportunidad de “hacer deporte rodeada de naturaleza en estado virgen, con una variedad de paisajes increíbles y la posibilidad de alternar actividades, como recorrer la costa, sus calitas, cuevas, acantilados…”.

Insiste esta regatista internacional en vela ligera en que “con el clima que disfrutamos y su increíble naturaleza, la Región de Murcia, gran desconocida, nos ofrece una alternativa para todos los gustos, en invierno, primavera y verano”. No sólo hay playas arenosas y de turismo clásico veraniego, como La Manga, relata, sino rincones salvajes como las arenosas y doradas playas de Calblanque, rutas de senderismo como el sendero GR-92 (desde Port Bou en la frontera con Francia hasta Tarifa, donde enlaza con el GR7), que también recorre la Región de Murcia desde las playas de El Mojón en San Pedro del Pinatar hasta Cuatro Calas en Águilas, y muchas otras sendas señaladas o no, simples senderos de pescadores donde se pueden visitar rutas de contrastes con fortalezas de defensa, torres vigías de los tiempos de la incursiones de los piratas berberiscos, como la de Santa Helena en La Azohía, cuevas para hacer espeleología, o realizar recorridos planos en bicicleta por la ribera del Mar Menor, sin olvidar el rico patrimonio cultural como la ciudad de Cartagena, Puerto de Culturas, “y un largo etcétera de lugares y actividades que ofrecer a nuestros visitantes, tanto por el litoral, como por mar o por el interior y especialmente la gran oferta náutica de pesca, vela, piragua, submarinismo, natación, etc.". La Región ofrece, en definitiva, la posibiidad de "volver a casa con una gran sonrisa, pensar en soledad y paz, y ese equilibrio emocional que a veces llamamos 'cargar pilas' para la vida diaria…”, concluye la navegante.

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 Panorámica de la senda por La Muela, Isla de Las Palomas, Escombreras y Cabo Agua.

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A punto de cruzar el Atlántico.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.

Rutas escogidas

De entre las rutas que practica, la regatista Esperanza Pérez Crespo destaca una bonita excursión en piragua que comienza saliendo de la playa del Portús, con previsión de poco viento y del sur o lebeche (sursuroeste) o de poniente, para acercarse a cala Aguilar (3/4 hora a remo medio, o una placentera excursión por la sierra de La Muela de alrededor de una hora y media), donde se extiende una playa de unos 60 m de longitud en estado virgen, con acceso en barco o a través de una senda "increíble de bonita" en la sierra de La Muela. Una vez en la playa, podemos bien disfrutar de un precioso buceo, tomar el sol y relajarnos o visitar la cueva Neptuno o de la Virgen (una de las muchas que se encuentran en el litoral). Una cueva con dos entradas: una desde la ladera de la montaña, un agujero por el que se baja un desnivel de 37 m con arneses de seguridad y una tirolina y se llega a una cavidad que antiguamente estaba repleta de vegetación, como higueras gigantes, y donde actualmente queda un palmito protegido; hasta llegar a un lago salado con agua cristalina y al fondo la luz que une con el sol. Allí habitan distintas especies como murciélagos, quirópteros y reptiles... Al salir buceando, cuenta, se puede disfrutar de los "maravillosos fondos marinos, pero debemos estar bien equipados para atravesar los 132 m hasta la salida y unos 32 m de desnivel (-12 en el lago) y una temperatura del agua de 16ºC en invierno y unos 25 ºC en los meses de verano".

También anima a hacer una visita a la isla de Las Palomas, si la previsión del viento es de levante (Este) flojo, circunstancia que premiará con la vista de los fondos fosforitos alrededor de los islotes, “e incluso, como me sucedió el año pasado, con la visita de una familia de delfines que jugueteaban con la piragua bailando a mi alrededor, o de tortugas, bancos de melvas, mújoles a punto de desovar que parecen bolas de grasa flotando…  un sinfín de acontecimientos de la naturaleza viva que disfrutas a la vez de hacer deporte y quizás también de pesca de calamares u otra especie”, repasa.  

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La soledad

“La soledad, cuando se busca, es el mayor regalo; en especial si va acompañada de la inmensidad del mar y de la naturaleza. Ahora bien, viviendo en tierra firme de nuevo y con una vida 'normal', esa libertad plena la encuentro en esas salidas solitarias con la piragua, aunque también a veces lo comparto y disfruto en compañía”, reflexiona Esperanza Pérez, la la primera española que cruzó el Atlántico en solitario y que ahora se lanza a menudo sin compañía a la mar a bordo de su kayak.

“Son cosas distintas”, compara. El cruce Atlántico nació de un año de navegación y fueron 7.000 millas náuticas a lo largo del Océano Pacífico a bordo del Archibald, un velero que estaba dando la vuelta al mundo -y cuyo armador, Cocúa Ripoll, se encuentra ahora bajando a la Antártida-. “Para cumplir ese sueño hicimos realidad otros: había que preparar el barco, y un paso intermedio fue el primer cruce atlántico en solitario por una mujer española; reto personal, nacional y además puesta a punto del Archibald. Sueño cumplido y gran experiencia personal tanto en la elaboración del proyecto y la preparación como de la navegación en sí misma".

Confiesa que cuando se decidió a realizar esta travesía, unos de los motivos era afrontar uno de sus miedos de siempre: volcar con su embarcación pequeñita… “y para vencer los miedos hay que afrontarlos, así que, qué mejor manera que a lo grande, cruzando el Atlántico en solitario y resolviendo yo los problemas que surgieran… Y así fue, a bordo del Archibald que conocía bien en navegación después del año 2001 y a lo largo de los tres años que duró su remodelación y puesta a punto (casi exclusivamente por Cocúa y por mí) hasta zarpar de Las Palmas de Gran Canaria".

Por lo demás, Pérez Crespo navega desde los 10 años y siempre le ha gustado, “aunque siempre he sentido (y sigo sintiendo) un profundo respeto. La cercanía del mar ha sido una necesidad en mi vida”. Así, cuando vivía en Madrid y volvía a Cartagena algún fin de semana, recuerda que siempre se acercaba a la playa antes de ir a casa para oler, ver y sentir el mar. “El mar me da la vida, me conforta cuando estoy triste, le doy gracias por cuanto me ofrece la vida, me hace sonreír con su fuerza o con su placidez, su vida me transmite la mía, es mi sueño constante”, casi versa.