XX Congreso de Anillamiento Científico de Aves
Luis García Garrido, ornitólogo y anillador: “No he hecho otra cosa que vivir Doñana de la mejor manera posible”
Luis García Garrido, histórico anillador de aves que ha desarrollado toda su actividad en la emblemática Doñana, fue el invitado especial de la jornada inaugural del XX Congreso de Anillamiento Científico de Aves, que ayer reunió en la ciudad de Murcia a más de cien anilladores venidos de distintas partes del país.
Alegremente despeinado, con una mirada vivaz y una juvenil camiseta azul, palabrotero, bromista y desenfadado, recién jubilado de su empleo y recién reenganchado al mismo por petición propia, García Garrido recorrió parte de su trabajo y de la historia de Doñana en una conferencia de tono cercano y familiar, en la que aseguró que ha sido y es feliz: “Llevo 40 años en Doñana, no he hecho otra cosa que vivir Doñana de la mejor manera posible; me he sentido todos los días del año y en cada momento extremadamente feliz y eso espero que os sirva a todos los anilladores y los futuros anilladores para que intentéis hacer lo mismo”, lanzó al aire.
Toda una leyenda viva, de hecho es el anillador en activo que más tiempo lleva y al primero al que se le paga en España por ser anillador, recuerda que “desde febrero de 1973 hasta ayer he estado anillando de manera continuada. Me acabo de retirar, tengo 67 años y he pedido el reenganche, y ahí estoy dispuesto hasta el último día porque estas cosas te enamoran y tienen que ser de verdad”.
García Garrido detalla que en un lugar singular como Doñana la actividad de anillamiento es atípica “porque allí estamos anillando de la forma más anárquica en toda su magnitud. Estamos hablando de un orden de magnitud tremendo, de miles de moritos al mismo tiempo, los patos se cuentan por cientos de miles... no es comparable a una laguna cualquiera”. Pero la anarquía le encaja tan bien como la cerveza: “la anarquía es fundamental, pero es una anarquía ordenada. No obedezco a ningún ritmo, a ninguna religión, a ninguna bandera salvo poder entender el diálogo del campo, eso es para mí una disciplina. Para mí la bandera es ésa, el trabajo por y para la conservación. Por eso no me identifico con el mundo de la ciencia”.
“LOS ANILLADORES SON LOS GUARDIANES DE LA NATURALEZA”
Los anilladores científicos hacen falta porque es la manera de hacer seguimiento de las poblaciones de aves, y "porque tenemos que ser guardianes de la naturaleza y estar con los ojos bien abiertos para ver lo que el mundo nos plantea, los grandes retos de la conservación, como el cambio climático... y lo hacemos de manera voluntaria y gratuita. En mi caso me paga el Estado, pero eso es casi una provocación, porque el Estado no está dispuesto a pagar a mucha gente para que le diga verdades como puños. Todos los entusiastas que están aquí no son ni más ni menos que guardianes", defiende el ornitólogo, y añade que "siempre necesitamos que alguien no cuente de viva voz estas historias porque si se pierde el romanticismo hemos perdido la facultad de entendimiento, no se puede entender todo esto si no es con una dosis muy alta de romanticismo".
'Los cientifiquitos', como él los llama cariñosamente, son aquellos colegas que comenzaron con él. Pero reconoce que no es lo suyo. Lo sabe porque empezó la carrera de Biología, que pronto abandonó. “Me he dado cuenta de que esto no es lo que me gusta, lo que me gustaría hacer dentro de 40 años es lo que estaba haciendo anteayer, me voy a donde venía, a Doñana”, explicó entonces a su casera, sorprendida al verle con las maletas en la mano. “Y desde ese momento ni un solo rato me he arrepentido de esta iniciativa”. “Yo, que vivo de la ciencia, que pertenezco a la Estación Biológica de Doñana y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, soy lo menos científico del mundo mundial, ni siquiera conozco la Estación Biológica de Doñana nueva... Yo he trabajado fundamentalmente por y para la conservación, no para la ciencia. Entonces no estoy de acuerdo casi en nada con ellos”, sostiene.
Ello, a pesar de que “ahora soy más escribiente que anillador, pero para la conservación me parece más importante manejar las especies, estar en el lío, poder acercarse a ellas, poder anillarlas” apunta.
Su historia está jalonada de logros, no solo de reconocimientos institucionales, como el Premio Andaluz de la Consejería de Medio Ambiente, sino del hecho de haber abierto camino. Hoy, cientos de anilladores siguen métodos de capturas de aves de su invención.
Así, creó el sistema para atrapar al zampullín cuellinegro, del que había 46 anillamientos en España en 40 años de historia cuando él entró en el tema. Le llamó la atención que, a pesar de ser un pájaro tan cercano con concentraciones muy importantes, no fueran capaces de cogerlo. Ensayó con redes, pero las aves no caían. Un día, de pronto, una avioneta sobrevoló sus cabezas y se le ocurrió que lo que había que hacer era cortar el vuelo de las aves. Ideó una trampa y el primer día capturaron más de cien, lo que suponía “un adelanto de como de cien años de historia”.
El chotacabras, entonces una de las diez especies más desconocidas de Europa también fue objeto de su estudio. Al trabajar con ellos, “comprobé que si cantaba o hablaba no pasaba nada y el animal se quedaba todo manso, pero si hacía un ruido con el pie en el suelo, automáticamente levantaba el vuelo. Me di cuenta que aquello le parecía el ruido que hace un predador. Entonces inventé una pieza a modo de sandalias con cuatro gomas para ir descalzo”, rememora. Además, al principio usaron un tipo cazamariposas largo y pesado, pero vieron que producía mucha mortalidad o heridas, por ello ideó un mango con un aro grande sin mortalidad. Así, ha habido noches muy buenas en las que han capturado hasta 45 pájaros y han tomado todas las medidas y registros. “También descubrí que los crujidos de mis huesos a las cuatro de la mañana alertan a los chotacabras”, bromea.
Ágil de cabeza, -censa a la asistencia de un vistazo, “hay más de cien”- también lo es físicamente. “Me he estado subiendo a los árboles hasta hace una semana. Como te caigas de un árbol no te vuelves a caer en la vida. Aprendes. Me caí en el año 75 y desde ese momento llevo a voluntarios conmigo”.
Los moritos, la presencia del cangrejo que ha hecho que las poblaciones de garzas y cigüeñas aumenten espectacularmente (salvo la imperial, porque pierde marisma) o el águila imperial se pasean también por la charla. Y los retos, porque García Garrido ha venido también para eso, para plantear los retos del anillamiento, como la necesidad de cambiar los tipos de contratos para que la gente pierda el miedo, “hay que comer primero y luego somos pasionales, no se ven las puestas de sol con hambre”, defiende; y se queja de que sea más difícil aprobar el carné de anillador que el de conducir, a pesar de que ahora existe la ayuda de los móviles, y de la existencia de “pequeños reyes del mambo” entre los examinadores.
Hijo de cazadores, (es el quinto de diez hermanos, los anteriores son todos cazadores, detrás de él, todos conservacionistas), de su primer contacto con los pájaros recuerda cómo le llamaban la atención sus colores, la forma... Fue aprendiendo de los ornitólogos extranjeros y hoy es toda una institución. Un referente que ve bien a la profesión: “pues no hay que poner radioemisores para que nos sustituyan...”, sonríe.
La Fiesta del Anillamiento
Las ciudad de Murcia está viviendo estos días unas jornadas festivas que arrancaron ayer con la inauguración del XX Congreso de Anillamiento Científico de Aves, que reunió a más de cien anilladores venidos de distintas partes del país.
El Congreso coincide además con la celebración de los 60 años del anillamiento científico de aves en España, una actividad que ha aportado importantes datos sobre el comportamiento de la avifauna, dando a conocer aspectos sobre sus viajes migratorios, evolución de las poblaciones o la influencia del cambio climático.
La cita, organizada por La Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) y el Centro de Migración de Aves (CMA) de SEO/BirdLife, junto a la Universidad de Murcia, se prolongará hasta el próximo domingo y en ella los asistentes podrán escuchar diferentes ponencias técnicas y repasar distintos paneles sobre aspectos como las nuevas técnicas de marcaje, estudios sobre aves nocturnas o análisis de los cambios en determinadas especies.
Tras la presentación del Congreso por miembros de la organización (Francisco A. García, de ANSE, moderando; Francisco Robledano, de la UMU; Pedro García, de ANSE; Andrés Barbosa, de SEO/BirdLife, y Fran Romero, del CMA) y la charla de Luis García Garrido (presentada por Rubén Rodríguez y moderada por Jacinto Martínez), la noche se cerró ayer en el exterior del Campus de la Universidad de Murcia con un ágape que sirvió para que muchos anilladores de puntos alejados del país pudieran ponerse cara, intercambiar opiniones y afianzar amistades.
Es la primera vez que este congreso, de carácter bienal, se celebra en la Región y parte de este logro recae en el grupo de anillamiento de ANSE, que cuenta con una veintena de miembros. “El grupo está muy activo durante los últimos años y conocíamos a bastante gente en el mundo del anillamiento como para convocar a ponentes atractivos, así que nos lanzamos a ello”, recuerda su coordinador, Ángel Sallent. Y se muestra satisfecho con la respuesta: “que nos juntemos más de cien personas está muy bien para un colectivo que es realmente pequeño”.
Entre las actividades que avalan a este grupo Sallent recuerda “las campañas en Isla Grosa, que reflejan la constancia, pero también todo lo relacionado con aves marinas, el trabajo con los chotacabras, las canasteras, los proyectos LIFE en el río... hay proyectos que llevan muchos años y eso se nota”, recalca.
El anillamiento científico no es una actividad fácil. El número de anilladores crece, pero muy lentamente. “En la Región, a lo mejor es de los sitios donde más ha crecido, pero a razón de 10 a 20 en 10 años, que sale a uno o dos al año más o menos”, estima Sallent. Y es que es una labor que requiere compromiso “y mucha gente que empieza ilusionada se queda por el camino porque el examen es exigente, requiere mucha práctica y mucho esfuerzo de salir al campo, y te tiene que gustar mucho”, avisa el experto, que tiene carné de anillador desde hace 17 años.
Afortunadamente, sí nota cada vez más acogida popular de los resultados de sus trabajos: “Cuando sacamos una nota, siempre hay dos o tres medios que nos llaman”, dice, al tiempo que reconoce que poco a poco, y aun sin ser muy conocido, ya va sonando aquello de qué es ser un 'pajarero' y un anillador, al menos en la Región, donde “hace 10 ó 15 años nadie tenía ni idea de lo que era esto y no sabían de qué estábamos hablando”.
El anillamiento científico
El anillamiento científico (de aves u otros animales) consiste en la colocación, en las patas, de pequeñas anillas metálicas que llevan un número y un remite de identificación, a modo de ‘DNI’. La anilla permite que la comunidad científica acceda a datos básicos como la longevidad de los ejemplares, su distribución, la invernada, la migración o cómo varían las poblaciones año tras año, proporcionando valiosa información para la conservación, en este caso de las aves.
Los datos aportados por los miles de anilladores de todo el mundo son ampliamente empleados por la comunidad científica para estudiar diferentes aspectos de la vida de las aves silvestres. Ofrecen un nivel de individualización al que no se puede acceder con otros métodos de estudio.
Imagen: SEO/BirdLife.