Las orcas avistadas en Cartagena protagonizan uno de los viajes más largos registrados para la especie

La familia de orcas que visitó hace unos días Cartagena, y que supuso el primer avistamiento registrado en la Región, está protagonizando uno de los viajes más largos nunca conocidos para la especie, con más de 5.000 kilómetros recorridos hasta el momento según una estimación de Orca Guardians Iceland. Esta organización ha constatado también que se trata de un grupo habitual del oeste de Islandia, y no de parte de la población que se mueve por El Estrecho, como se sopesó en un primer momento. Tras pasar frente a la costa regional, los cetáceos siguieron su navegación, fueron vistos por Formentera y llevan varios días en el litoral italiano.

Para la entidad, se trata del «primer registro de orcas que migran entre Islandia e Italia en la historia de la investigación de ballenas y creemos, con más de 5.200 kilómetros, que es una de las rutas de migración más largas jamás registradas en el mundo hasta la fecha», han comentado en redes sociales.

Gracias a diversas fotografías que han recibido, los Guardianes han podido reconocer a los individuos que conforman esta familia, entre los que han identificado a ‘Riptide’ (SN113), ‘Aquamarin‘ (SN116) y al ejemplar SN114, una hembra que, una vez en Génova, ha sido vista durante dos días llevando a su cría muerta en la boca. Además creen que con ellos puede estar otro ejemplar conocido como SN115 ‘Dropi’, aunque en este caso están aún pendientes de confirmación.

La identificación de cetáceos por sus marcas es ya una herramienta segura y consolidada, y mucho más confiable cuanto más tiempo se está tras los ejemplares y se conoce la evolución de las manchas. Los expertos examinan las aletas o los parches de los ojos, y los comparan con su catálogo de fotografías. En este caso, han revisado imágenes de hasta los últimos seis años. Así, han sabido que estos animales pasaron por la isla ya en verano de 2014, repitieron al año siguiente y también en 2017. Para estos expertos, es usual que los mismos ejemplares se mantengan unidos a lo largo de los años y sean vistos en la época estival, mientras que «podrían emigrar durante el invierno».

Y ahora, sin saber por qué, han recalado en aguas mediterráneas. «Este viaje no es normal. Lo normal de estas ballenas, aunque depende mucho de poblaciones, es que se muevan en el rango de cientos a algunos kilómetros», apunta la doctora Ruth Esteban, experta en estos cetáceos y, más en concreto, en las que habitan El Estrecho. Por ello, en un principio, trató de buscar estos ejemplares entre sus viejos conocidos. Pero «es la primera vez que tenemos una recaptura de ejemplares de Islandia, por eso no se me ocurrió compararlo con ellas. Las ballenas de Islandia se mueven por su zona, algunos individuos llegan hasta Noruega y otros bajan al norte de Inglaterra, pero nunca habíamos tenido un movimiento tan grande. Y no se sabe por qué han venido hasta aquí», medita.

Agrega además que estos animales «no suelen tocar aguas cálidas como éstas. El único caso registrado que resulta algo parecido, pero que tampoco llega a ser lo mismo, es el de un tipo de orcas de la Antártida, que son especiales pero que todavía no se han descrito como una especie distinta aun siendo muy diferentes del resto. Les pusieron unas marcas satélite y se vio que a cierta altura del año empezaban a subir al norte, llegaban hasta Uruguay y Brasil, y volvían a bajar, pero haciendo un viaje todo recto y sin parar. Al no detenerse ni para comer, no se trataba de una migración para alimentarse. Se supuso entonces que era para cambiar de piel, porque si mudan en aguas tan frías pueden ser peligroso».

Rosa Canales, licenciada en Biología y en Ciencias del Mar, reconoce que las cifras de este viaje “impresionan; porque se sabe que emigran, pero no se había registrado un movimiento tan largo. Salvo el cachalote, que es el cetáceo con dientes más grande que hay, el resto no hace migraciones tan largas. Los animales migratorios por excelencia siempre han sido las ballenas, no los cetáceos con dientes”, subraya, para añadir que “con los cetáceos no hay nada imposible, pero este movimiento la verdad es que es asombroso, yo creo que ha sorprendido a toda la comunidad científica y ha generado muchísima expectación».

La familia de orcas islandesas pasó por la Región con una cría, cuyo estado de salud no llamó la atención si bien no se le pudo hacer ninguna foto de cerca y con detalle. Pero después apareció muy delgada, se le marcaba el cráneo, «y eso ocurre cuando no tienen casi grasa y, estando ya en Italia, murió. La madre la llevó después en la boca durante unos días», relata Ruth Esteban. Ahora preocupa que otro de los individuos está empezando a mostrar los mismos síntomas: gran delgadez y se le empieza a notar la forma del cráneo. Y no se sabe qué va a pasar. Se descarta que pueda deberse a que no se están alimentando, porque no lo está padeciendo todo el grupo «y las orcas son animales que comparten la comida, y más con individuos enfermos». Pero sí parece que algo sucede porque los primeros días se quedaban en el puerto de Génova. Las últimas noticias señalan que ya están saliendo y nadan entre bancos de peces, así que se espera que estén saliendo a comer, aunque es algo difícil de comprobar. Esteban sospecha que se quedan a refugio por el animal enfermo y no quieren moverse mucho. Pero no hay certeza de nada. Hasta podría ser un virus, pero tampoco hay muestras para asegurarlo. Los científicos siguen valorando qué es lo mejor, si intentar intervenir o no, y barajan la idea de tomar una muestra del soplo y ver qué tipo de virus y bacterias pueda haber en el tracto respiratorio.

Ahora, la organización italiana de conservación marina Tethys y el Acuario de Génova están coordinando los esfuerzos. Y también participan muchos expertos en orcas, a quienes el suceso les ha sorprendido en medio del I Congreso Mundial de Mamíferos Marinos y que se han puesto en contacto para ver las mejores formas de tratar el caso.

Mientras, las orcas siguen por el Mediterráneo. Ruth Esteban cree que no interactuarán con las orcas del Estrecho, cuya población se reduce a menos de 50 individuos. Normalmente no se dan encuentros, dice, porque los grupos de orcas tienden a evitarse bastante unos a otros.

Más allá de la atención científica y mediática, Rosa Canales ve en este suceso un razonamiento para «abrir más vías a la colaboración porque esto, evidentemente, no es la primera vez que habrá ocurrido, pero ahora, en plena era de la información se comparten más datos. Saber que estas orcas estaban en Cartagena, luego Formentera y ahora en Italia no hubiera sido posible si la información no se hubiera compartido entre grupos y no hubiera ido volando por ahí. El hermetismo que caracteriza a ciertas comunidades científicas impide que se den más revelaciones de estas características», reivindica.

Para Canales, ver orcas en el Mediterráneo no es muy habitual, verlas en Cartagena menos, no había aquí ningún registro de orcas. Pero «claro que era posible, porque en el mar no hay fronteras, y si van siguiendo una corriente o un banco de pescado es normal que puedan llegar. Y seguramente habrá pasado más veces, pero ahora se comparte mucho más».

No en vano, a lo largo de once años de trabajo como avistadora de cetáceos en la costa de Mazarrón, escuchó a los pescadores del puerto historias de cómo habían visto tal o cual animal, «que ellos no sabían los nombres, pero me describían orcas, ballenas jorobadas, ballena azul… animales muy raros de ver aquí pero que, al menos alguna vez en su vida, han pasado por esta zona. Pero esa información se quedaba en ellos», atesora. Y gracias a esa experiencia cuenta que el delfín listado es el rey de los avistamientos en nuestras aguas, mientras que delfín común hay muy poco, y que la ballena más habitual del Mediterráneo es el rorcual común.

En todo caso, no ve probable que el acontecimiento se vuelva a repetir fácilmente: «que haya pasado esto no quiere decir que vaya a volver a para con frecuencia. Como la ballena jorobada del año pasado, que este año no se ha visto. O cuando en 2011 se vio un rorcual aliblanco, que en el Mediterráneo no hay, y no se han visto más», repasa la investigadora de la Universidad de Alicante, que está ahora inmersa en un proyecto cuya línea principal de investigación es, precisamente, la distribución y población de cetáceos.

Las orcas son una especie muy emblemática. Ruth Esteban cree que «nos identificamos mucho con ellas porque suelen ser muy familiares, nacen y viven con su familia, se quedan todo el tiempo con ellos, esa estructura social quizá nos es conocida y nos llama la atención. También porque son muy inteligentes, tienen muchos registros para alimentarse y recursos para adaptarse al medio. Estamos empezando a ver que su vida es más dinámica de lo que creíamos, por ejemplo estos individuos: qué han hecho, cómo han llegado hasta aquí, por qué...», deja caer sobre las aguas del Mediterráneo.


Todas las imágenes de las orcas, cortesía de Jacinto M. Ródenas.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.