Arte y reutilización de desechos

Las esculturas de Rosales: del arcén a la sala de exposiciones

De niño, José Rosales pasaba horas con su abuelo, que era inventor, lo que le permitió criarse en ese ambiente altamente creativo que florece en un taller, rodeado de herramientas y de piezas diversas. “A mí nunca me ha faltado un tornillo”, bromea, y enumera: “de rosca madera, rosca chapa..., cualquiera”. Y así, desde los nueve años, cuando veía un juguete que le gustaba, se lo fabricaba él mismo. Unas decenas de años después sigue entregado a idéntica labor, pero con piezas que ahora encuentra en la calle y que convierte en esculturas. Los desechos, los materiales que para otros son residuos, Rosales los retira de los arcenes y los expone en las galerías de arte. Y ahora se exhiben con la metálica apariencia de un robot, un guitarrista, un canguro boxeador, un simio o un ave.

“Llevo años amontonando trastos. Cuando vamos en el coche, a mis hijas las tengo aleccionadas y me dicen “papá: ahí brilla algo”, y entonces aparcamos y lo cogemos”. Y, claro, como esto no es nuevo, “que llevo toda la vida acumulando para hacer obras”, ahora dispone de un taller “lleno con mil cosas distintas”, describe. Y todo ello, sin tener que ir nunca a un chatarrero, “jamás, jamás”, insiste, aunque últimamente la cosa del reciclaje se ha complicado un poco y, aunque pudiera parecer lo contrario, “no hay más basura ahora que cuando tenía nueve años, y como no madrugues, por ahí pasa mucha gente que no te deja nada”, advierte.

Por eso, se congratula de que “ahora mismo, me nutro de mis reservas y tengo en el taller material como para construir durante diez años”. Pero eso no es excusa para no detenerse cuando un nuevo objeto le salta a la vista, porque “si tú ves una pieza con unas curvas sinuosas, con una forma especial” hay que pararse y mirar. “Un día iba por la carretera y vi la cara de la escultura del mono azul -que, por cierto, pesa casi 100 kilos-: era un guardabarros de un scooter que estaba tirado. Pero yo vi un mono, y a partir de ahí...”, deja en suspense. O más cerca aún “hoy mismo me he encontrado un aspirador, que si tú lo miras no es más que un puto aspirador, pero que si le das la vuelta es la cara de un camello, que solo le faltan los ojicos. Y, claro, luego hay que hacerle el cuerpo, la estructura... pero si existe esa cara, ya es suficiente, ya sabes que algo saldrá”, augura.

Rosales, que es muy suelto hablando (“estoy como una puta cabra”, dice) sospecha que lo mismo “tengo un agudo síndrome de Diógenes” porque actualmente las dos plantas de su taller están completamente llenas de cajas repletas de piezas, y que si bien es cierto que no lo recoge todo, le vale “cualquier objeto que tenga una forma chula, que incluso igual en ese momento pueda no gustarme, pero que puede que en un futuro sea el germen de una figura”, apunta.

Hoy, precisamente, estaba en el taller, “donde no tengo nada hecho porque todo está expuesto, y me he dicho 'voy a aprovechar, y limpio'. Y yo iba limpiando y notaba que había piezas que me iban diciendo "oye, estoy aquí", y ha llegado un momento en el que he tenido que parar porque había un montón de piezas 'hablando', tanto que al final hasta las he seleccionado para la próxima escultura”, relata.

Porque, para el cartagenero, las piezas tienen algo que hace que encajen entre sí. Por eso, da igual que haga bocetos, que sí que los hace, no en vano es diseñador gráfico, pero... no siempre se cumplen. “Hago un cerdo y termina siendo una jirafa. Esto es lo bonito, el proceso del azar, el desconocimiento... Si me das un trozo de barro yo no sabría qué hacer, pero si me das un objeto, soy experto en girarlo, en verlo desde perspectivas distintas, descontextualizarlo, y en ese punto es cuando se puede construir. Y hay veces que las piezas hacen click. Tú coges una aspiradora y un embudo, los juntas y hacen click, como si fuese un mueble prediseñado para que encaje. En ese momento es un orgasmo material, es flipante”.

"¿Qué es lo realmente interesante de trabajar con desechos? ¿De qué hablan estas Aves Fénix que renacen de sus cenizas, de la basura?", medita el artista en su web. Pues para él hablan de transformación, reinterpretación, renacimiento. De que las cosas pueden convertirse en algo muy distinto para lo que han nacido. "Es alucinante mirar una tetera y girarla mentalmente hasta convertirla en la cabeza de un elefante; contemplar una botella de lejía y admirar una cara perfecta; mirar una cuchara y ver la cuenca de un ojo; o cómo una plancha rota puede ser un pie…".

Perchas, tubos, envases, tuercas... Entre los elementos que encuentra, su 'fetiche' son los amortiguadores “porque cuando los comprimes dan juego, son piezas que me gustan mucho”, dice, pero usa de todo. "Todas mis esculturas están hechas con materiales desechados y ensamblados de mil formas distintas. La soldadura es el último recurso y la uso siempre para estructuras internas. Todo lo demás son tornillos, ejes y abrazaderas", recuenta. Y ahí radica gran parte de la complejidad de su obra, ya que hay que acoplar toda esa cantidad de piezas de distintas formas, pesos, densidades, grosores y composiciones. Y, a esa mezcolanza le encanta añadirle ese toque final mecánico, con sus engranajes y articulaciones industriales. "Lo que fabrico, sostiene, son robots".

Para ello, tiene “varios sistemas de construcción porque esto es complejísimo, es fruto de error y ensayo”. Un 'forja' -como él dice-, coge varios trozos de hierro y los suelda, “en mi caso tengo aluminio, plástico, vidrio, madera... y unir todo eso de una manera compacta es muy complejo”. De hecho, habitualmente elabora algo así como una carcasa externa provisional, sostenida con silicona y cinta adhesiva, y una vez que tiene clara la idea, hay que desmontarla y construir la estructura interna, cosa que “lleva mucho tiempo y es muy tedioso”, rezonga. Ese esqueleto debe tener en cuenta los materiales que va a sostener, que suelen ser muchas botellas de disolventes, limpiasuelos..., que están huecas y son finas, y que tienen que terminar unidas a una pieza de hierro que va por dentro y que pesa diez kilos. “Es mucho más complicado de lo que se ve por fuera. Luego, con el acabado, todo parecen metal, pero no lo es”.

Quizá por ese trabajo de ensayo y error, de enfrentarse a lo desconocido, se describe como “un neófito en el mundo del arte” y se reconoce más como diseñador, y creativo. En este campo sí que ha echado mano del arte y dice ser un fanático de Kandisky, Duchamp, de todos los movimientos rusos, constructivistas... Pero a la escultura llega “sin estar contaminado” porque en realidad "yo hago lo mismo que hacía cuando tenía nueve años, y si acaso estoy influenciado por Mazinger-Z, porque tengo 50... pero yo me enteré hace poco de que hay artistas que hacen objetos con reciclaje”, aclara. Así que asume sin problemas que “aunque la gente dice que hago escultura, yo me defino como un constructor. Escultor me parece prepotente, yo hago muñecos, robots... cuando alguien me llama escultor, me siento incómodo”.

Pero robots que han tenido una gran aceptación. Así, han estado en actos oficiales como la inauguración del Ciclo de Danza del Ballet Nacional en el Auditorio Víctor Villegas o en el Festival de Cine Fantástico de Murcia, y se han paseado por exposiciones colectivas como La Noche de los Museos 2015 en Blanca, la Galería R-46 y, recientemente, en la galería Cobalto Art Center y en la inauguración de la Sala 2 del Cuartel de Artillería de Murcia, donde el robot Mondongus, elevado sobre su única rueda, compartía espacio con los pollos Tormento y Dobro, con el Space Monkey o el guitarrista, uno de sus preferidos.

“Estoy súper contento porque hay un cordón umbilical que une a la obra con el espectador. Como la gente se acerca a identificar las piezas en cada obra, y las busca, se crea un nexo de unión, un vínculo. Y luego me dicen que les ha gustado porque han visto esto o lo otro”, detalla. En la inauguración de la exposición Resurrección 2 del Cuartel de Artillería “me emocioné porque la gente me decía “¡qué chulo, lo entiendo!” y ese factor “lo entiendo”... “, deja caer satisfecho, para concluir: “lo que yo quiero hacer son cosas divertidas que conecten con la gente y nadie se sienta acomplejado delante de una obra de arte, sino que se sienta amiga suya”.

 

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.