La Floración de Cieza es quizá el mayor espectáculo de carácter pasajero de la naturaleza de la Región. Durante unos días, entre la segunda quincena de febrero y el mes de marzo, florecen casi al unísono miles de melocotoneros, almendros, nectarinos, ciruelos, albaricoqueros y paraguayos, vistiendo de colores los retales del campo ciezano. Blancos, suaves rosados, rosas intensos, granates y violáceos compiten con el verde oscuro y las pintas naranjas y amarillas  de algunos limoneros y naranjos. Parcela contra parcela, la Vega del Segura se sonrosa.

Si bien el momento álgido sobreviene en unas pocas fechas, días antes y días después se puede seguir intuyendo el espíritu de la Floración. La razón es que los agricultores plantan árboles que florecen en distintos momentos para comercializar su fruta durante más tiempo. Las variedades extratempranas van echando a brotar sus flores antes que las demás; después surgen las tempranas, tras ellas revienta la floración masiva y, por último, llegarán, como el suspiro final, las flores tardías.

Este año se ha previsto que la gran explosión se producirá entre los dos próximos fines de semana. En tanto que llega, el paseante puede estos días observar las hojas tiernas, de un verde brillante, nacidas en las ramas de las variedades extratempranas que este año florecieron ya a finales de enero, adelantándose a su época habitual. Aportan un tono casi amarillo que contrasta con el delicado rosa de la segunda floración, que se ha producido, a su vez, a finales de febrero. Aunque la gran floración no haya llegado del todo, Cieza nunca defrauda gracias a su poderosa línea de montañas que se recorta contra el cielo y que enmarca, de manera inmejorable, un ondulado valle.

Ahora, como cada año, hay que esperar a que el tiempo climatológico permita que llegue la esperada explosión de color, y que ni la lluvia, las heladas, el viento o el granizo echen por tierra flores y cosecha.

Porque sacar adelante estos cultivos no es tarea fácil, y, al final, es el trabajo  de los labriegos el que ha conformado el paisaje en mosaico que hoy contemplamos. "Cada año perdemos algunos árboles porque los agricultores los cambian por olivos, que tienen un mantenimiento más económico", nos cuentan desde la Oficina de Turismo del Ayuntamiento de Cieza, desde donde, cada año, y ya van trece, difunden este acontecimiento único. "Hace unos años vino el gerente del Valle del Jerte y se quedó encantado, sobre todo por el contraste que tenemos aquí", recuerdan. 

Prueba de ese esfuerzo de difusión es el extenso programa de actividades con el que se va a celebrar la cita este año. Incluye dos rutas guiadas, con agua y coche de apoyo para animar a los menos entrenados; así como una visita al yacimiento islámico de Medina Siyâsa; otra a la Sima de La Serreta, en el magnífico Cañón de Almadenes; un descenso en rafting por el río Segura y una Ruta de los Árboles Singulares. Además, hay convocatorias culturales con poesía, música o mercadillos; y gastronómicas, con los 'Menús Floración'; todo ello, cómo no, recogido puntualmente en la agenda de elclickverde.

Y entre una actividad y otra, el mosaico ciezano va echando su flores: las grandes y vistosas de los melocotones y las nectarinas, las blancas de los almendros, las pequeñas de los ciruelos, y las medianas de los albaricoqueros. Los frutales le sacan los colores al valle, y Cieza se convierte en una fiesta que crece y que merece crecer por su intensidad, su fugacidad, su singularidad y por su fabulosa 'puesta en escena'.