La Cueva del Arco, punto de encuentro para neandertales y sapiens
Ignacio Martín-Lerma, delante de la cavidad principal de la Cueva del Arco, en el entorno del Cañón de Almadenes de Cieza (Región de Murcia).
Los hallazgos de la Cueva del Arco, situada en Cieza, suponen un paso de gigante para la arqueología regional y están instalando a la Comunidad de Murcia en el podium de los yacimientos internacionales. El exquisito material extraído este mismo verano cuenta que el emplazamiento tenía un significado intelectual para sus ocupantes, quienes expresamente se desviaban de las vías más transitadas para pasar aquí una temporada dejando como testigos sus mejores herramientas y algunas pinturas; y sugiere un posible encuentro entre el mítico Homo neanderthalensis y el Homo sapiens, ambos ocupantes de este lugar. Mientras llega el esperado descubrimiento, la Cueva del Arco, singular, fabulosa e intrigante, va desgranando sus deliciosos secretos y esbozando otros nuevos, despertando los anhelos en el equipo investigador.
La cueva se esconde en una discreta hondonada kárstica en uve otrora cubierta por una frondosa vegetación. A diferencia del momento de su primera ocupación conocida, hace unos 45.000 años, hoy el arco que da nombre a la sima se yergue altivo a la vista, completamente expuesto después de que un incendio natural desnudara en 2015 las lomas adyacentes. Aunque el paisaje vegetal haya cambiado, el sustrato y el relieve vienen a ser iguales, y el valle en el que se enclava estaría entonces completamente poblado ya que todas las cavidades que se asoman configuran un entorno perfecto para su ocupación por cazadores-recolectores. No es difícil imaginar al neandertal, fuerte y acostumbrado a largas caminatas, recorrer el pequeño valle hasta el primer curso de agua -entonces más abundante, aunque el río Segura hoy no queda lejos arañando su conocido cañón de Almadenes-, buscando esa inestimable fuente de vida que les permitía la subsistencia y que, además, atraía a la caza.
Sin embargo, su presencia aquí fue una sorpresa. Ignacio Martín-Lerma, doctor en Prehistoria y codirector de las excavaciones, relata que el hallazgo de la primera pieza de factura claramente neandertal los descolocó. “Nunca pensábamos que aquí íbamos a encontrar piezas hechas por los neandertales”, reconoce, hasta que apareció una raedera musteriense “impresionante” que les cambiaba la perspectiva completamente. “Esto nos ponía en el podium de los yacimientos porque teníamos una gran secuencia desde el Neolítico al Paleolítico Medio; teníamos la transición sapiens-neandertal. Eso es algo insólito y 'puntúa doble' -sonríe-, e indica que el sur y sureste es el último reducto de los neandertales que se alejaban del norte huyendo del frío”. En esta cueva, por tanto, “hay un yacimiento con secuencia, es decir: que tiene en un mismo sitio una gran cantidad de ocupaciones de diferentes momentos cronológicos, característica que, para mí, es lo más importante que tiene la Cueva del Arco y que convierte al yacimiento en un lugar fundamental para entender el Paleolítico del sureste”, resume el investigador.
ETAPAS PREHISTÓRICAS
Etapas de las que se tienen pruebas de ocupación en la Cueva de El Arco (con indicaciones aproximadas de las pinturas y del género homo dominante):
NEOLÍTICO -Pinturas que suelen tener representaciones humanas-: Neolítico antiguo (7.000 años).
PALEOLITICO -Pinturas que suelen tener representaciones animales-:
+ PALEOLÍTICO SUPERIOR (Homo sapiens): Solutrense (21.000 años), Gravetiense (30.000 años).
+ PALEOLÍTICO MEDIO (Homo neanderthalensis): Musteriense (45.000 años).
La cueva, la serie de cavidades en realidad, hoy está casi completamente colmatada. En algunos puntos, el sedimento por poco alcanza el techo. A primera vista eso puede llevar a la confusión y hacer creer que se trata de un abrigo, pero “tienen un desarrollo espeleológico” aún no descubierto, advierte Martín-Lerma. “Lo que hemos hecho es empezar a abrirla, pero no sabemos lo que nos vamos a encontrar dentro. Pudo haber contacto entre especies, y si hubiera restos humanos...”, deja caer el experto.
A la espera de una nueva campaña, la cavidad principal reposa tranquila. Un búho real distraído aprovecha el frescor del interior sombrío, el griterío de las chovas rompe el silencio y los jabalíes que duermen a su abrigo han hozado estos últimos años ese material en superficie; pero en la antigüedad, a un nivel inferior, por aquí transitaban ciervos, cabras, uros y caballos. Los grupos de neandertales, que en bandas de diez a quince individuos ocupaban las numerosas cavidades de la zona, recorrían en sus migraciones un pasillo cercano que comunica el área de la actual Almería con Mula, y desde los puntos altos obtenían una visión de la planicie por donde, sin duda, se asomaría también la esperada caza. Pero para acceder al Arco había que desviarse de esa ruta a propósito, además “es un sitio a donde vienen, hacen determinadas actividades, y se marchan”, y por último “aquí entran aspectos cognitivos, ¿qué vienen a hacer a sitios como éste?”, se pregunta Martín-Lerma. La respuesta puede estar en los vestigios líticos.”No se trata de un yacimiento normal, de un taller, por ejemplo; tiene poca densidad de materiales pero todas las piezas encontradas son excelentes..., reúne ciertas características que nos hace pensar que se trataba de un sitio especial. He excavado muchísimos yacimientos y éste no es un yacimiento al uso, no es lugar clásico de hábitat, encierra determinadas características diferentes”, medita en voz alta Martín-Lerma, y se explica más a pie de calle: “son unos materiales espectaculares. En los yacimientos, lo normal es encontrar miles y miles de restos líticos porque cada vez que tallas un núcleo de sílex, con cada golpe, se genera un montonazo de restos pequeños de trozos de la piedra, y aquí aparecen solo las piezas finales, ya configuradas. Y esto, en el 80-90 por ciento de los yacimientos esto no ocurre”.
Y también dejaron sus pinturas. Pero no los neandertales, sus autores eran ya sapiens, del Paleolítico Superior. Algunas conocidas de hace tiempo, otras recién descubiertas. El incendio de 2015 posibilitó que un día de excavación, a las diez de la mañana, un rayo de sol atravesara el tubo de una de las cavidades iluminando el espléndido dibujo, desconocido hasta el momento, de una cierva “espectacular” de hace 18.000 años, como la describe Joaquín Lomba Maurandi, científico también implicado en el estudio de las cuevas del cañón de Almadenes. Hay asimismo representaciones de caballos (algunos descubiertos con análisis fotográficos de alta resolución en 4D), y cabras de frente, una postura “atípica”, matiza Lomba, ya que lo habitual es dibujar a los animales de perfil. Así que estamos ante “cuevas cargadas de aspectos simbólicos, algo que en otros lugares no ocurre porque existen esos mismos materiales pero sin el arte pintado en las paredes. Aquí nos movemos en un mundo más cognitivo, que es mucho más interesante”, reflexiona Martín-Lerma. Además, se trata de una de las tres únicas cuevas con arte paleolítico en la Región de Murcia, y para el investigador, también de las mejores representaciones de estas cronologías en el Sureste.
La visita a la cueva es una experiencia magnífica, como la que elclickverde compartió invitado por la Sociedad Geográfica de la Región de Murcia. Desde el aparcamiento se transita por una senda sinuosa que salva una serie de pequeñas elevaciones hasta situarse en altura frente a la abertura principal, permitiendo una serena contemplación del arco pétreo. Por esta majestuosa puerta natural se entra a la cavidad principal, donde el Paleolítico se encuentra a apenas 40 centímetros de profundidad. Eso permite “poder estudiar una amplia superficie de ocupación, y no solo un sondeo de un metro cuadrado, y así poder analizar en extensión cómo vivían hace casi 45.000 años”, se alegra Martín-Lerma. Aquí aparecieron dos hogueras con carbones de enebro de más de 30.000 años, lo que supone “una de las dataciones más antiguas del Gravetiense mediterráneo” (etapa que se sitúa en el Paleolítico Superior, con el Homo sapiens), y la primera pieza de la cultura musteriense, propia de los neandertales. Aún así, todavía queda tierra que retirar.
Trepando por la izquierda se accede a la cavidad superior, aún por vaciar aunque ya se puede permanecer agachado en el interior. Es el segundo entorno donde se ha excavado. Al principio de los trabajos, sin embargo, los hallazgos no avanzaban bien. Tenían Neolítico, pero habían descendido ya a 1,3 metros de excavación y no había aparecido ni una sola pieza de Paleolítico, cuando todo apuntaba a que era un entorno ideal. Esto generó muchos quebraderos de cabeza. “He pasado más horas aquí que en cualquier otro lugar de todo el conjunto del Arco”, confiesa Martín-Lerma. Y el trabajo se abandonó... pero una corazonada le impulsó a excavar un sondeo en la pared del fondo. No a la derecha, no a la izquierda; sin ningún indicio que augurara nada, encaró la pared final donde solo había tierra hasta arriba (imagen de la derecha). El sedimento fue bajando y de pronto apareció un acceso a otra cavidad, y de ahí extrajo un raspador y un adorno colgante, ambos del Paleolítico... “y todo cobró otra realidad: ésta no era la boca de la cueva, estaba más adentro”, arguyó. Siguieron buscando y finalmente hallaron en esta cueva la misma secuencia que en la inferior, pero mejor: “lo que abajo se pudo haber perdido por la erosión, aquí de pronto se podía conservar intacto”, recuerda. Sin embargo la arqueología es así y no han aparecido más materiales. Pero la cavidad está ahí, continúa hacia el fondo, aún no se conoce su verdadera morfología y parece ser grande. Está ocupada por una ancha capa de un sedimento singular llamado loess, muy fino, cuya presencia se relaciona con el frío y que se desplaza por el viento. Su aparición aquí es muy singular, porque está muy constatado en el norte pero al bajar de latitud no existe, así que habla del paleoambiente del momento. Algo que quizá se desvele en próximas campañas.
Para ver las pinturas rupestres hay que volver al nivel principal y dirigirse a la izquierda hasta dar con una entrada tubular. Aquí hay dos cabezas de caballo y la cierva (que se ha convertido en el logotipo de la cueva) en la que se aprecian muy bien la línea de la espalda y la del vientre. Y más lejos, en la parte izquierda del conjunto del Arco, se abre una última cavidad con las dos visibles cabras frontales “espectaculares”, califica Martín-Lerma.
Así que queda mucho por hacer. Las excavaciones no son fáciles en la Cueva del Arco, donde se trabaja con mucho cansancio y poco presupuesto (y con la valiosa ayuda de un sorprendente patrocinador, Patatas Catalán, a quien Martín-Lerma no se cansa de agradecer su apoyo). “Poner corazón y mente en lo que se hace… ese es el único secreto”, revela el apasionado arqueólogo en sus redes sociales. En octubre ha finalizado esta fructífera campaña, tras un mes de polvo, sudor, calor, estrecheces y mucho compañerismo. Pero se espera que continúe en el marco del proyecto más amplio en el que se encuadra, que busca conocer mejor la Prehistoria del entorno del Cañón de Almadenes y que está dirigido por Joaquín Salmerón, Joaquín Lomba y el propio Martín-Lerma, y en el que éste último es codirector de las excavaciones de El Arco junto al doctor Didac Román, de la Universidad de Barcelona.
"Amo mi profesión y, sin ninguna duda, estoy viviendo una de las mejores experiencias de mi vida”, proclama Martín-Lerma, quien asegura que las cavidades de la Cueva del Arco “darán mucho que hablar sobre el Paleolítico de la Región”.
A la izquierda, un detalle de la cavidad principal. A la derecha, Martín-Lerma, en la cavidad principal, detrás de él y a sus pies queda material por excavar.
A la izquierda se asoma otra cavidad, de las muchas que hay por la zona. A la derecha, la planicie, ruta de migración.
Algunas piezas extraídas de la Cueva del Arco
A la izquierda, un tramo de la senda que lleva a la cueva. En ambas imágenes se aprecian las consecuencias del incendio de 2015.
Pîntura de la cabeza de un caballo. En el móvil se ve una representación de la misma.