Javier Murcia: «A mí no es que me encante bucear, lo que realmente me gusta es la biología marina»


Primer premio del concurso de Basuras Marinas de la Asociación Española de Basuras Marinas (Aebam) - Marlice Islands 2023;

«A mí no es que me encante bucear, a mí lo que realmente me gusta es la biología marina», confiesa el premiado fotógrafo submarino Javier Murcia Requena, para seguidamente embelesarse en un repaso de sus encuentros más selectos: «Me chifla ver un pez luna, o el mundo pelágico: tirarte en medio del mar y que pase el megaplancton (los ctenóforos, las medusas...), contemplar un pez espada o buscar entre las algas de la zona somera y ver cómo se mueven y se alimentan las lapas. Observar la naturaleza. Al final, con la fotografía inmortalizo esos momentos», recapitula este inquieto naturalista nacido en Cartagena, que se encuentra a punto aumentar su lista de sueños cumplidos: publicar dos nuevos libros sobre ecosistemas del Mediterráneo y ser nombrado Embajador del Oceanogràfic de Valencia, donde se expondrán unas imágenes suyas. Y a quien entrevistamos en esta temporada de buceo que ya ha comenzado.

Ahora, cuenta, está grabando más vídeo que antes, «pero fíjate tú, me sigue gustando más la fotografía. Me gusta más que una foto cuente una historia, a la historia contada con un vídeo. Captar ese momento es algo único. Si haces una foto muy buena tiene gran impacto: piensas en ella, sueñas con ella, te dices “qué preciosidad”». Un vídeo, considera, emociona menos, deja menor impresión en la memoria.

Autor de casi una decena de libros y reconocido con un centenar de premios, Murcia es un celebrado profesional dentro y fuera de la Región. Para llegar a donde ha llegado, ha leído «muchísimo». «Yo empecé con 5 ó 6 años a bucear en La Azohía, con gafas y tubo». De esa época, aún guarda sus primeros libros de animales de la popular editorial Blume: 'Minerales del mundo', 'Mamíferos de Europa', 'Aves acuáticas', 'Aves terrestres' y 'Peces', firmados a su nombre por su madre, que fallecería poco después. «Veo su letra y la recuerdo mucho. Si es que yo empecé ahí». Ahora, si quiere fotografiar lábridos o cualquier otra especie, sabe dónde están sus nidos, incluso podría ir al encuentro de las pelágicas. «Muchas veces es por sentido común, de tanto leer sobre el ecosistema se vuelve sencillo. Leyendo mucho y observando mucho la naturaleza se obtienen buenos resultados».

Con el salto de la tecnología analógica a digital se introdujo más en la fotografía. Y si antes hacía una serie de diapositivas en quizá 40-50 inmersiones al año, ahora completa 250 o hasta 400 salidas. El cambio ocurrió  entre 2005 ó 2006. «Así que tampoco llevo tantos años en la fotografía, pero sí muchísimos años en la biología marina, observando la fauna».

Con eso y con todo, no puede estar más de 5 ó 6 días sin bucear, «me causa tristeza», dice. «Si no voy casi todos los días a bucear me siento mal, tengo un vacío. No sé si es una obsesión o frikismo, no sé cómo llamarlo». Sí es cierto que «sobre todo en invierno, hay veces que con los fríos me da menos apetencia, o cuando llueve; y luego me arrepiento y pienso "me tenía que haber metido, seguro que habría visto algo chulo"... Entonces, al día siguiente sigue lloviendo y me meto», se ríe.

TRISTEZA POR EL MAR MENOR

«Bucear hoy en el Mar Menor me da tristeza, porque el ecosistema está cambiado. No es que el agua esté verde, es que llevo sin ver especies tan emblemáticas como el caballito de mar desde junio del año pasado. La densidad de población ha disminuido una barbaridad, seguramente por procesos anóxicos del pasado. Casi todos los días me meto a buscarlo», cuenta el fotógrafo submarino Javier Murcia.

     Estos días, añade, «estoy sacando malas fotos porque no se ve lo mismo de antes. Ha perdido densidad de bichos y se nota una mediterranización de la laguna. El otro día vimos un espetón, que es la barracuda del Mediterráneo típica de reservas marinas protegidas; era grandísimo, un adulto de casi de un metro de largo. Ya vi cuatro o cinco el verano pasado, igual que lechas, bioindicadores de mediterranización».

     Por lo menos, sí están las especies típicas de estos meses, como la medusa Aurelia aurita, pero signátidos no hay tanto como antes, quizá alguna aguja de río, alguna aguja mula..., enumera. «Es una sensación muy extraña», lamenta.

Cada inmersión es distinta. Cuando puede, lo planifica todo bien y va acompañado, como cuando sale con Oli o con Samuel, que está elaborando un vídeo del Mar Menor. Pero el 80% de las ocasiones va solo porque nadie lo puede acompañar. «Sé que está mal, pero le tengo mucho respeto al mar y hago sesiones muy tranquilas y muy relajadas, de 4-5 metros, no me meto más», explica.

En invierno suele permanecer alrededor de una hora y media en el agua. A partir de la primavera, ya aguanta dos horas largas. «La primavera la sangre altera a todos los animales, están todos con la reproducción», bromea. Así, recientemente ha ido a hacer fotos a las puestas de peces, «como sé las especies que se reproducen ahora, puedo ir a buscarlas». Y se pertrecha con el equipo adecuado, en este caso un macro invertido sin autofoco para hacer macros extremos. A la vuelta, «ves el resultado en casa, que es cuando sabes si ha merecido la pena».

Con tantas horas de trabajo en las aletas, ha logrado reunir un copioso archivo de imágenes. Aún y todo, dice, todavía hay muchos comportamientos que no ha podido fotografiar, «que a lo mejor los he visto, pero en ese momento se me han escapado. Si es que al final ésta es una fotografía muy arriesgada, pasas muchas horas», aclara. Más de lo que se imagina la gente, que a menudo le plantea cómo ha podido sacar una de sus espectaculares imágenes. «Lo preguntan porque en redes sociales pongo tres fotos más o menos seguidas, pero lo que no saben es que lograrlas ha supuesto, a lo mejor, cuatro años de trabajo. Parece que estoy todos los días sacando esas fotos, pero son muchos años. Hace poco retraté huevos eclosionando de chafarrocas, un comportamiento chulo de cómo se mueven… pero eso no se ve todos los días», detalla. Revela, por ejemplo, que fotografiar tortugas es complicado. Y lo sabe porque lo intentó en una época, «pero entra una cada 70 días y al final no haces fotos. Es un comportamiento muy inusual en esta zona y no merece la pena perder esos días», resume.

Y no todas las jornadas son tan planificables: «mañana no sé lo que voy a hacer, es un día de comodín. Si quedamos 2 ó 3 amigos no se puede hacer tanta cosa», asume, aunque recuerda que un día de estos quiere dedicarlo a la pesca artesanal.

Porque parte de su trabajo ya le viene solo, en respuesta a su prestigio, pero otra parte sale de su cabeza y lo presenta a distintas entidades. Así, ha propuesto a la Consejería un nuevo libro, después del éxito de los dedicados a la Posidonia o a las zonas de rompiente, como ecosistemas primordiales de la Región. El nuevo volumen estará enfocado en los arenales, «que son verdaderos oasis de vida. Sus habitantes, se han acostumbrado a estos fondos tan inestables y tienen unas características de adaptación impresionantes: peces araña, langostinos rape, lenguado… ¡es que hay cientos! Ahora voy buscando ese tipo de fotografía. Tengo archivos pero me gusta siempre ir renovando, ir sacando cosas nuevas», puntualiza.

Entre los proyectos que le han ofrecido hay un reportaje para la televisión autonómica La 7, el patrocinio de Aqualung para los trajes y de Marelux para la carcasa, que no es poco ahorro, o que próximamente va a ser nombrado embajador del Oceanogràfic de Valencia. «Pero no hago las fotos para eso», aduce. Lo que no quita que «yo tenía mis sueños y mis metas, y cada año que pasa voy cumpliendo muchos de ellos. Me acuerdo cuando decía: “lo que daría por sacar un libro o ganar un premio un concurso internacional", y llevo ya ocho libros, estoy preparando dos más, y más de 100 premios fotográficos».

Otra de sus aspiraciones es dedicarse a la fotografía cien por cien, exclusivamente. Y es que no se cansa de fotografiar la vida subacuática. «Al final es un arte, como la pintura, compara. Uno lo pinta y el fotógrafo tiene en su máquina sus herramientas y sus parámetros, que son sus colores y sus pinceles. Si miras mis fotografías y el medio donde las he sacado verás diferencias, porque yo utilizo una cámara, un objetivo, juego con el iso, diafragma, velocidad, luz artificial… y eso es como escoger una u otra brocha, uno u otro color, es como pintar». Además, con los años adquieres pericia y velocidad «y los parámetros de la cámara los pones enseguida». Otras veces, sin embargo, cuando el agua está muy lechosa conseguir algo bueno se complica, «pero es una situación rara».

Hombre de familia

En general, a este cartagenero le gusta singularmente la luz de la primera hora de la mañana, que es además cuando más tiempo puede dedicarle al buceo. Las fotos nocturnas «tienen lo suyo con esos fondos negros» dice, antes de agregar que «también la luz del atardecer es muy bonita, con esos rayos cayendo de color dorado, pero a esa hora ya me suele gustar estar con mi familia».

Así, con su familia, planifica sus vacaciones en los Pirineos, aunque aproveche para irse a buscar anfibios. Ya ha pedido los permisos para fotografía el tritón alpino, el tritón pirenaico y salamandras y ha contactado con guías que lo acercarán a las pozas a buscarlos. Y el año siguiente «me gustaría ir a fotografiar el tiburón peregrino a Escocia, a ver si convenzo a mi mujer… Siempre con la familia, a mí me gusta irme con ellos», recalca.

De hecho, sus hijos le han salido buceadores. Laura (10 años) le pide la cámara y ha hecho su pedido a Aqualung, y lo acompaña mucho en apnea en la orilla de La Azohía, emulando su propia niñez. Y Miguel (4 años) es un entusiasta de la fauna marina, «nada más que tiene muñecos de peces, pero miles». Hace unas fechas, el pequeño «flipó en el Oceanogràfic porque le regalaron un huevo de tiburón de Port Jackson, que es una cápsula súper chula, e iba con el huevo como si fuera un tesoro», se enorgullece.

Quizá por esa visión familiar, a Javier Murcia le gusta especialmente la fotografía de conservación y de educación. «Si fusionas las dos, creas una historia para concienciar a la gente». Ganó un concurso con la instantánea de una tortuga comiéndose un trozo de plástico, y relata que cuando la gente la ve, se impresiona. «Pues claro, si es que esto es lo que está pasando. Si coges ese plástico, lo cortas en trocitos pequeños y lo tiras a la basura, en vez de dejar los aros que pueden servir de confusión con alimento para las medusas y morir, o que se meta la cabeza un pájaro buceando y se muera. Si esa imagen llega a muchas personas y conciencia, estupendo, me doy con un canto en los dientes. Si es que la fotografía es una herramienta imprescindible para la conservación de la naturaleza», defiende el apreciado naturalista, que está ya preparando su equipo para su próxima inmersión.

   

Relación de imágenes, todas cortesía de Javier Murcia:

  • 2: Imagen del naturalista y fotógrafo Javier Murcia Requena.
  • 3. Medusa huevo frito (Cotylorhiza tuberculata).
  • 4: Medusa Luna (Aurelia aurita)‬.
  • 5: Portada del libro 'Rompiente. Entre tierra y agua', de Javier Murcia Requena.
  • 6: Phyllorhiza punctata o medusa de puntos blancos es una especie invasora en el Mar Menor, cada vez más frecuente.
  • 7: Scorpaena maderensis al lado de una incipiente nacra de púas gruesas (Pinna rudis), la otra nacra que habita el Mediterráneo.
  • 8: El fotógrafo Javier Murcia Requena en una jornada de buceo.
  • 9: Portada del libro 'Posidonia. Praderas de vida', de Javier Murcia Requena.
Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.