Esfinge colibrí: la polilla sorprendente

¿Hay un 'boom' este año?

La esfinge colibrí es una mariposa curiosa, y más que por sus colores, que también, lo es por su forma de volar. Revolotea de planta en planta, muy rápida, deteniéndose como el colibrí sobre la flor escogida, libando sin descanso. Ello, unido a que es diurna, la convierte en un atractivo, aunque inusual, visitante de los jardines que genera una gran sorpresa: quien la ve, si no la conoce, no puede asegurar si lo que está viendo es un colibrí, una avispa gigante u otro insecto peligroso.

Y es que en vuelo no puede pasar desapercibida. Primero, porque mide de cuatro a cinco centímetros, de manera que se ve bien. Además, sus alas menores son de un vistoso amarillento o anaranjado, y su cuerpo tiene un patrón blanco y negro muy llamativo. Y es muy inquieta. Sube, baja, se para, vuela a una flor anterior, vuelve a la que estaba libando... de manera que se hace un ser simpático una vez que al observador le aclaran que solo vive del néctar y que no va destrozar su ropa, sus papeles o su cosecha.

En la Sociedad de Ciencias Aranzadi nos cuentan que este año puede haber un 'boom' de la especie

Técnicos del Departamento de Entomología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi nos han contado que este año, en esta zona norte del país (concretamente desde San Sebastián, destino de parte de nuestras vacaciones), "puede haberse dado un 'boom' de esta especie", ya que les ha telefoneado, nos dicen, mucha gente, que en realidad no pasan de ser 4 ó 5 llamadas, pero que resultan ser muchas consultas dentro del rechazado mundo de las polillas, lo cual es reflejo del interés que despiertan. “Normalmente no se suelen ver en los jardines, porque buscan ambientes más naturales, lejos de los humanos; pero sí es una especie común, y cuando se ve, llama la atención”, nos confirman.

La esfinge colibrí es realmente bonita cuando vuela. Pero cuando cierra las alas no va más allá, estéticamente hablando, de una de esas polillas grises y peludas que tanta repulsión causan en la población. Unos colores, sin embargo, que le vienen muy bien: hay que tener muy buena vista para distinguirla en el tronco de los árboles y en las rocas donde descansa.

Y es que este insecto es una polilla... por ahora. Este término y la clasificación de las mariposas (lepidópteros) en general está en revisión, como ha ocurrido con otros grupos, debido a los avances en los descubrimientos y descripciones de las especies. Por el momento, es una de esas raras polillas diurnas que, además, parece ser que visitan las mismas flores a la misma hora. Damos fe de que en nuestro caso, la visita a las flores del vídeo (http://www.youtube.com/watch?v=b_2tMBhZuOU) se producía a eso de las 16:30 h, y a las abelias (campanillas blancas) entre las 12:30 y 13:00 h, de manera que tampoco se ajustaba a esa rutina que reza que campean más hacia el amanecer y al atardecer, cuando el sol está menos intenso.

Pequeña pero gran migradora. En verano llega a Finlandia, pero el invierno allí acabaría con ella...

Esta especie es sorprendente, asimismo, porque es una gran migradora. Necesita el calor de sol, pero en verano  alcanza el norte de Europa con facilidad (Noruega, Finlandia, Islandia...) y por el este llega hasta Japón. De ella se dice que puede visitar áreas polares en su migración. Pero el invierno no puede sorprenderlas allí porque morirían de frío, así que retornan al sur de Europa y norte de África. Aquí hibernan, escondidas en grietas de árboles, rocas o edificios. Decenas de individuos pueden agruparse en un mismo rincón si ha resultado óptimo para este descanso, y no es raro que, durante el invierno, se despierten para alimentarse un poco, y vuelvan a dormir.

Para esta alimentación, en éste y en otros momentos de su vida, suelen escoger campos de plantas con mucho néctar, porque gastan enormes cantidades de energía en un solo hecho: el batir de alas. Pueden hacerlo a un ritmo de 85 veces por segundo, y por eso son capaces de permanecer estáticas sobre la flor que liban. Pero han de estar atentas, aves, arañas, mantis y otros insectos las acechan. Los adultos, gracias a su tamaño, pueden escapar; pero las larvas son más sensibles a la depredación... que, en definitiva, no es sino la vida para otros habitantes del campo.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.

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Entre las campanillas de colores                         

A la esfinge colibrí le encantan las flores de un tamaño adecuado a su trompa, que despliega desde una espiral recogida hasta un tubo flexible. Por ello, escoge flores con forma de campanilla con el embudo de la corola más bien breve; y se sabe que es visitante asidua de madreselvas, petunias, verbenas, valerianas, jazmines, lilas, cardos... y parece ser que muestra especial predilección por los galios.

Es una especie de ciclo corto. Despierta, se aparea, deja una puesta de unos 200 huevos que pasan por los estadíos de oruga -de un hermoso verde brillante- y pupa, y vuelve a aparecer el asombroso adulto. Puede presentar hasta dos generaciones, de manera que los primeros adultos vuelan a finales de la primavera, mientras que los de la segunda generación están listos a mediados del verano.

Es la fase de oruga la que le da parte del nombre: esfinge.  Las crías de este grupo de mariposas tienen la costumbre de erguir la parte inicial del cuerpo, hundir la cabeza y apoyarse sobre la zona trasera, lo que recuerda a una esfinge. El apelativo de colibrí, como hemos indicado en el texto principal, se explica nada más verla volar, cuando permanece estática sobre una flor, introduciendo su trompa en las florecillas para libar.

Y también su nombre en latín es descriptivo: Macroglossum, del 'macro': grande, y 'glossum': lengua. Lo que tiene la esfinge colibrí, como las polillas en general, es una espiritrompa que, como hemos visto, se enrolla y se despliega según necesidad.