El Rasall: agua, vida y vínculo en la 'hermana menor' de las salinas del Mar Menor

"Pese a ser la hermana menor de las tres salinas reconocibles en el entorno del Mar Menor, El Rasall cuenta con una posición geográfica totalmente diferente, en la vertiente mediterránea del arco sur de la laguna. Es la única salina reconocible alimentada por el Mediterráneo de la Región de Murcia, y se encuentra dentro del Parque Regional de Calblanque, en un enclave geomorfológico y natural único", relata con indisimulado cariño José Manuel Vidal, consultor ambiental y presidente de la asociación Calblanque, sobre este ecosistema antropizado que tan bien conoce y para cuya difusión acaba de organizar, un año más, una recogida salinera más emblemática que productiva.

La bella salina no está hoy en producción -al igual que ocurre con las cercanas instalaciones de Marchamalo-, pero en su día hubo aquí un notorio laboreo. El trabajo en este tipo de factorías siempre fue muy duro, advierte Vidal. Los métodos tradicionales son legones, "varas", picos, palas y carretillas, si bien en esta salina, que es relativamente reciente, nunca llegaron a emplearse, como sí ocurriera en las de San Pedro del Pinatar o Marchamalo. Para la recogida simbólica, que ha cumplido ya su 12ª edición, en la asociación Calblanque han construido "varas" tradicionales con madera natural de almendro y tablones de marino.

Aquello se abandonó porque el sistema productivo fue siempre industrial. "El valor añadido del producto era, por tanto, muy reducido y la economía global y de escala supone que sin producir grandes volúmenes sea muy complicada la rentabilidad de este tipo de salina por su reducido tamaño relativo", recuerda.

Ahora, desde la asociación abogan por su recuperación. Por varias cuestiones. Entre ellas, los valores naturales que aporta, y que son "todos los relacionados con el mantenimiento de unas condiciones de inundación de una salina en producción, con un característico gradiente salino, niveles de agua regulares y garantizados al resultar necesarios para la explotación; y todo lo que conlleva en cuanto a disponibilidad y calidad de hábitat para la biodiversidad, con fuentes de alimentación regulares y abundantes, estabilidad en las poblaciones de aves, peces e invertebrados, un mejor aislamiento y vigilancia que repercute en la tranquilidad y refugio para las aves acuáticas", repasa el también ambentólogo.

A ello se suman los no menos importantes valores socioculturales, y en los que incluye todos los aspectos ligados al desarrollo de una actividad económica, "en este caso tradicional, con técnicas y conocimientos particulares, respetuosa con el medio y que favorece un mayor sentimiento de vínculo con el territorio a los habitantes de la comarca, su valor como recurso para la interpretación, el fomento de la gastronomía local y de calidad, e incluso la investigación científica".

Cuestión de voluntad

Además, Vidal considera que no es necesaria una gran inversión para poner El Rasall en producción. La Administración regional se ha encargado de recuperar las infraestructuras e instalaciones que supondrían una mayor cuantía, así que "es solo una cuestión de voluntad empresarial, social y de tener un proyecto viable para el sitio".

Para el experto, lo ideal es que se recuperara la actividad de una forma tradicional, cosechando todo el blanco mineral, o gran parte, de forma manual. En todo caso, opina que no debe ser un factor limitante para la puesta en explotación "el introducir algunos equipos o maquinaria que se estimara necesaria y básica".

Así, la cantidad máxima de sal que pueden llegar a producir estas salinas está en el entorno de las 1.000-2.000 toneladas, si bien, aclara, "no es un dato relevante para su rentabilidad. Se debería buscar o generar un mercado diferencial que incluya el valor añadido ligado al pequeño tamaño relativo de la salinas, los métodos tradicionales empleados, la conservación del paisaje, de la biodiversidad y aspectos culturales que supone... Así como complementar con otros usos del territorio ligados al bienestar y la salud, el turismo, la gastronomía e incluso la investigación".

Y en esto llevan ya varios lustros, apoyados por varios cientos de voluntarios que han participado en las actividades con las que la asociación Calblanque reivindica este singular paraje. Voluntarios que en este caso, además, han recibido su "salario" por hacerlo. Vidal espera que ello, unido a otras acciones de comunicación, den pronto su fruto salado y las salinas de El Rasall puedan aportar los beneficios que, aún desconocidos por muchos, albergan: agua, vida y vínculo.


NOTA: todas las imágenes, de la actividad simbólica de recogida de sal, cedidas por la asociación Calblanque.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.