El Altiplano amenazado


Residuos plásticos derivados de la agricultura, contaminando las faldas del mítico Monte Arabí, primer Monumento Natural de la Región de Murcia. Imagen: Salvemos el Arabí y Comarca

El extremo más septentrional de la Región de Murcia está ocupado por un territorio singular enmarcado por bellas sierras del Sistema Prebético que dan abrigo a valles, planicies y corredores, y que nutren de agua a las ramblas que apuntan, en su mayoría, al Segura. El Altiplano se eleva entre los 400 y los 700 metros y en sus llanuras se instaló tradicionalmente el secano, que alimentaba a las gentes de Yecla y Jumilla y ha dado fama a sus vinos. En esta tierra, la naturaleza generosa ha dejado bosquetes de carrascas, coscojas y quejigares, con especies botánicas destacables, y regala al observador el vuelo del águila real, la calzada o la culebrera, el canto del cárabo, los nidos de cernícalo primilla o el ulular del búho real. Sus nevadas en invierno, sus estepas con avutardas, ortegas o sisones, sus regueros de setas son inspiradores para el paseante, y su patrimonio natural ha sido reconocido con varias figuras de protección de la Red Natura 2000 y de los Espacios Naturales Protegidos de la Región de Murcia. Pero todo ello está ahora más amenazado que nunca y el lamento es generalizado.

“Por supuesto que está más amenazado, ya es una realidad la transformación por la burbuja agrícola intensiva, y se ha intentado el establecimiento de macrogranjas y plantas solares mayores de cien hectáreas”, se queja Juan José Bas Zaragoza, secretario de la asociación naturalista Stipa, de Jumilla. En la misma línea se muestra desde Yecla Alejandro Ortuño, portavoz de la Plataforma Ciudadana Salvemos el Arabí y Comarca, quien defiende que este paisaje está “más amenazado sin duda. Los cultivos intensivos se están acelerando desde la sopa verde del Mar Menor en 2016 hasta la fecha, y siguen aumentando a día de hoy”. Por su parte, Julián Castaño, secretario de la Asociación Naturalista para la Investigación y Defensa del Altiplano (Anida) Yecla, detalla que “el grado de amenaza ha crecido de forma exponencial. Los problemas ambientales ya existentes hace dos o tres décadas (las canteras o la sobreexplotación de acuíferos, por ejemplo) se han ido agravando, y además estamos siendo testigos de la aparición de otras amenazas como la intensificación agrícola y la pérdida de biodiversidad que ello conlleva”.

Las tres miradas se posan, indefectiblemente, en los nuevos cultivos. “En nuestra opinión, la mayor amenaza es la proliferación de la agricultura intensiva de regadío”, advierten desde Salvemos el Arabí. “Grandes empresas del sur de la Región (campo de Lorca y campo de Cartagena) se están implantando a un ritmo vertiginoso en nuestra comarca con cultivos intensivos de hortalizas y uva de mesa. Están desplazando a los cultivos tradicionales (vid, olivo, almendro), y están afectando negativamente a los ecosistemas naturales, unificando parcelas, eliminando ribazos, aplicando intensivamente pesticidas, generando gran cantidad de residuos de plástico y acelerando considerablemente la sobreexplotación de los acuíferos. Además, la falta de planificación lleva a la sobreproducción, provocando el hundimiento de los precios, y dejando muchas cosechas o gran parte de ellas sin recoger, lo que ocasiona un enorme despilfarro de recursos naturales (agua y suelo)”, indica Ortuño. También desde Stipa elevan a esta amenaza al “primer lugar, por ser una realidad la instalación de cultivo intensivo de uva de mesa bajo plástico. Por la destrucción de un hábitat agrícola extensivo o intensivo de baja concentración, además del uso excesivo de agua y agroquímicos”. Una situación que Anida Yecla describe como “la reciente invasión de empresas hortofrutícolas que están sustituyendo la agricultura tradicional de la zona por otros cultivos que demandan hasta ocho o diez veces más agua, estando todos los acuíferos en estado de sobreexplotación según la propia Confederación Hidrográfica del Segura (CHS). Este cambio agrícola está provocando problemas nunca antes vistos en la comarca: roturaciones, eliminación de setos, contaminación por exceso de fertilizantes, plásticos, etc.”.

A este cambio de uso agrícola se suma la ganadería. Así, Bas Zaragoza, de Stipa, destaca “la amenaza de instalación de macrogranjas en parajes poco antropizados y de importancia para aves esteparias, por los efectos nocivos al medio ambiente y el consumo de agua alto". También lo contemplan en Salvemos el Arabí: “el Altiplano está en el punto de mira de las megacárnicas. Jumilla tiene pegado al límite de su término municipal un conjunto de unos diez núcleos de cría y engorde de cerdos, lo que puede llevar a la proliferación de macrogranjas en nuestra comarca debido a los recientes tratados de comercio internacional con China”.

Otra amenaza se asoma con escaparate de buenismo medioambiental: los huertos solares. “Por si no fuera suficiente, ahora observamos cómo llegan a la comarca empresas de energía fotovoltaica que, en nombre del medio ambiente y con la connivencia de las administraciones, roturan ilegalmente y ponen en peligro el hábitat natural de especies en peligro de extinción como la alondra ricotí, que tiene en el Altiplano en torno al 80-90% de la población regional”, advierte Castaño. Con ellos coincide Ortuño, quien recuerda que el paraje roturado es La Herrada del Manco, un espartizal que había sido propuesto por la Dirección General de Medio Natural susceptible de ser protegido debido precisamente a la presencia de esa ave, lo que demuestra que la instalación de huertos solares se hace "sin planificación". Algo que Stipa bautiza como “la desordenación territorial para la instalación de grandes proyectos de energía solar, debido a la eliminación del hábitat agrícola, los impactos paisajísticos y la necesidad de evacuar energía con tendidos eléctricos que atraviesan muchos parajes”.

APOYO SOCIAL

Con las medidas propuestas y el apoyo de la población quizá se puedan revertir las amenazas sobre el Altiplano. No en vano, los vecinos son testigo de estas transformaciones. Pero aquí también las distintas asociaciones aprecian matices.

    “La sociedad está al tanto, pero desgraciadamente solo reacciona cuando le toca personalmente o se amenaza un espacio emblemático, como en el caso del Monte Arabí y la movilización contra la explotación porcina. Mucha gente se queja del impacto de los cultivos de brócoli, de los plásticos, del mal olor de los abonos agrícolas... pero cuando llega el momento de unirse, recoger firmas y tratar de revertir la situación, estos problemas parecen pasar a un segundo plano. Existe una conciencia ambiental, pero latente, dormida. La sociedad yeclana tiene que reaccionar, y debe hacerlo ya”, solicita Castaño, de Anida.

    Desde Stipa, Bas Zaragoza cree que “la sociedad no responde de forma contundente; es cierto que en Yecla hubo una fuerte oposición hacia las macrogranjas, pero en otros asuntos, a pesar de convocar charlas informativas o denuncias públicas, no hay un movimiento masivo”.

    Ortuño, de Salvemos el Arabí, se muestra el más positivo al describir que “por suerte, la sociedad está cada vez más consciente y dispuesta a defender el patrimonio natural y los recursos. Lo demostramos ante el intento de construcción de una cantera en la Sierra del Cuchillo y ante las macrogranjas del Arabí, parando ambos proyectos por clamor popular”, aplaude.

Las canteras tampoco se libran de este análisis. “Desde hace décadas venimos sufriendo la explotación descontrolada de canteras de piedra ornamental. En Yecla, no se les aplican ni medidas correctoras ni planes de restauración. Durante muchos años se ha producido un suministro irregular de agua urbana a las canteras, y muchas de ellas carecen de las autorizaciones pertinentes al día”, se duele Ortuño. Desde Anida apoyan esta opinión: “algunas de las canteras a cielo abierto han estado operando sin licencia, y sus estudios de impacto ambiental apenas incluyen medidas correctoras”.

A todo ello, Anida agrega una postrer amenaza en “la intención de ciertos colectivos de modificar los usos en la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), el último bastión para algunas aves esteparias a nivel regional”. Al respecto, la entidad lleva dos décadas exigiendo a la Comunidad Autónoma y a la propia UE la dotación de fondos de compensación para los agricultores afectados, "verdaderos garantes de la elevada biodiversidad en la zona".

Para Castaño, toda esta situación se resumen en “básicamente el expolio sistemático e incontrolado de nuestros recursos naturales, con el evidente impacto ambiental asociado”. “Lamentablemente, la Administración no solo no actúa de forma contundente para eliminar estas amenazas, sino que en la mayor parte de los casos se puede considerar cómplice de esta situación, por dejación de funciones o por clara connivencia con los sectores implicados. En resumen, el panorama no puede ser más oscuro”.

Las tres fuentes consultadas afrontan el futuro con distinto ánimo. “Quisiéramos ser optimistas, pero la depredación de los recursos naturales, la contaminación, los impactos sobre el paisaje, los vericuetos legales que permiten atentar con total impunidad contra el medio ambiente, nos llevan a un futuro desolador”, deja caer Castaño, de Anida. Para Bas Zaragoza, de Stipa, “debemos actuar para parar el deterioro incesante que se está estableciendo”, aún “admitiendo que se ha dañado fuertemente en multitud de zonas, citando la apertura descontrolada de canteras de piedra ornamental, muchas en monte público e incumpliendo sistemáticamente las Declaraciones de Impacto Ambiental, y la instalación de una decena de parques eólicos ubicados en sierras dominantes que carecían de infraestructuras viarias e incluso en Espacios Naturales Protegidos”. El más optimista, Ortuño, de Salvemos el Arabí, cree que estamos a tiempo de conservar el Altiplano: “tenemos la esperanza de que sí”, aunque “hace falta mucha voluntad política para ello e iniciativas que apuesten por la agroecología y un desarrollo sostenible”.

Para detener esta situación, desde Stipa reclaman primero “una ordenación del territorio que sea consciente de los recursos necesarios y de los impactos que provocan las actividades citadas”. A ello unen la necesidad de contemplar restricciones fuertes en determinadas zonas sensibles como las agrícolas extensivas; restituir algunos daños generados como restauración de canteras abandonadas y la no prórroga de concesiones en ocupación por parques eólicos, acompañado su restauración ambiental.

Desde Anida Yecla demandan también la necesidad de “derogar la llamada Ley de Agilización de Trámites Ambientales. Hasta hace poco, para cualquier actividad que pudiese tener un impacto ambiental era necesario un permiso o licencia por parte de la Administración. Ahora, cualquiera puede roturar un terreno forestal, construir una balsa de riego en un humedal o cualquier otra acción similar y, si nadie interpone una denuncia, sigue adelante sin ningún tipo de cortapisa. La Administración no solo no vigila, sino que legaliza estas acciones mediante multas irrisorias. Nunca ha salido tan barato atentar contra el medioambiente en la Región de Murcia. Ahí está el caso del Mar Menor, que nos va a costar millones de euros, mientras los causantes y los que debían velar por el medio natural salen impunes”, señala.

Por su parte, Salvemos el Arabí desgrana una batería de medidas en las que incluye detener la sobreexplotación de acuíferos (incluyendo el trasvase oculto que hay desde el acuífero Jumilla-Yecla a la provincia de Alicante y a la zona centro de la Región); limitar la agricultura intensiva; parar la actividad irregular de las canteras; planificar mejor el desarrollo de energías renovables; blindar la comarca a la presencia de macrogranjas; apostar por los cultivos tradicionales defendiendo unos precios justos para los agricultores, especialmente la vid; compensar económicamente a los agricultores de la zona ZEPA, “que llevan 20 años sin recibir retribución alguna”; y apostar por la formación y la planificación en desarrollo sostenible y agroecología.

La comarca del Altiplano, una unidad geográfica con personalidad propia en la Murcia interior, guarda, por supuesto, otros valores aún no tocados. Entre ellos, el buen estado de las masas forestales y los montes de la comarca, y de una todavía gran superficie agrícola extensiva con un alto porcentaje cultivo ecológico y respetuoso con el entorno pero que, advierte Juan José Bas Zaragoza, “están en continuo peligro dado a una nula ordenación territorial y una baja rentabilidad que no premia este sistema de producción, y que no puede competir económicamente con otras actividades intensivas e insostenibles”-. Ortuño cita la calidad de las aguas subterráneas, aunque “de seguir el actual ritmo de sobreexplotación, pronto nos podríamos encontrar con aguas más salobres no aptas para el consumo humano ni el riego, lo cual provocaría graves consecuencias tanto sociales como agrícolas”. Y desde Anida defienden que Yecla está en las primeras posiciones en cuanto al reciclaje de materias primas (vidrio, cartón, envases) y que está sustituyendo el viejo alumbrado público por luminarias LED de bajo consumo y menor contaminación lumínica, es el enclave del primer Monumento Natural de la Región de Murcia (el Monte Arabí), aunque todavía sin un Plan de Gestión, y se acaba de declarar Bien de Interés Cultural (BIC) la Sierra del Cuchillo, en parte por la movilización ciudadana que tuvo lugar ante la intención de abrir una cantera en la zona. Para Castaño, “en cuanto al futuro, debemos tener claro que las figuras de protección (Monumento Natural, BIC, ZEPA, LIC, espacios naturales protegidos...) no deben quedar en una mera colección de cromos. Si no se les dota de un plan de uso y gestión es como escribir en el agua. Lo relevante son los usos y medidas de protección que se den a cada espacio, no pintar un mapa de colores”, sentencia.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.