'Desplomando' el Mediterráneo
Piezas de plomo de todo tipo ensucian los fondos marinos. Todos los buceadores lo saben. Los lances de pesca se enganchan en la roca, los peces rompen el sedal… y por decenas de circunstancias los plomos se sueltan y terminan cayendo sobre el sedimento. Y ahí queda un elemento tóxico que puede pasar a la cadena trófica, que contamina el ecosistema, que enferma a la fauna y que es además un metal escaso y cada vez más valioso. Ahora, un proyecto pionero en España busca retirar la mayor cantidad posible de este plomo con la ayuda de buceadores, así como facilitar su reciclaje. El programa, que ha sido bautizado como Proyecto Plumbum, se va a desarrollar en las costas de la Región de Murcia y ayer echó a andar en Cartagena con la inmersión de ocho buzos y el feliz objetivo de ‘desplomar’ el Mediterráneo.
“Todos los buzos estamos concienciados de la presencia del plomo en los fondos marinos, no conozco a ninguno que vea un plomo y no se lo eche al bolsillo, y todos tienen plomo en su casa”, asegura José Luis Alcaide, coordinador de este proyecto impulsado por la asociación Hippocampus, a la que pertenece y que lleva diez años contabilizando el caballito de mar del mar Menor. Alcaide, acostumbrado como el resto de buceadores a encontrarse y recoger el plomo de los fondos marinos, confiesa que la idea se le ocurrió buceando precisamente en aguas del cartagenero Muelle de la Curra, donde ayer se presentaba la iniciativa. “El día que me abrió los ojos estuve media hora recogiendo plomo y saqué cuatro kilos y medio. Llevaba la cámara subacuática en una mano y sólo podía usar la otra. Recogí así unos 45 plomos, y me costó un poco subir a superficie”, recuerda. Ese día se dijo a sí mismo: “esto hay que sacarlo”.
Así que se puso manos a la obra para idear una actividad de recuperación de artefactos de plomo usados en la pesca deportiva y similares, que finalmente abarca un campo de actuación mucho mayor. De hecho, va a tener dos tipos de acciones.
Por un lado, se compone de inmersiones puntuales de buzos de la asociación, a las que se incorporarán más adelante voluntarios de entidades amigas que aportarán diversos medios necesarios en cada acción. Para este año ‘piloto’ se han programado cinco inmersiones en las que Alcaide estima que participarán unos 50 buzos, más el imprescindible personal de apoyo. Las inmersiones se harán en zonas que han revisado previamente y donde ya saben que hay plomo, por lo que desean empezar a extraer el metal y obtener los primeros resultados. La idea, además, es hacer un mapa señalando todas las salidas que se van haciendo e indicar la cantidad de plomo recogido.
Y por otro lado, en breve se repartirán pequeños contenedores en centros de buceos y establecimientos afines a la actividad, para que cualquier buceador o persona interesada pueda depositar en ellos sus hallazgos. Y es en este punto donde el proyecto se amplía, pues aquí tienen también cabida otras piezas con un origen distinto al de la pesca deportiva. “Por ejemplo, si alguien tiene una tubería antigua de plomo y no sabe qué hacer con ella, la puede traer”, anima Alcaide. Igualmente, cualquier paseante que encuentre piezas de plomo en las orillas, o incluso en cualquier caminata por el campo, puede luego hacer uso de estos pequeños depósitos. Para que esta acción tenga éxito, se desplegará una campaña informativa al efecto.
Asimismo, si cualquier buceador detecta una 'zona caliente' de residuos de plomo, puede fácilmente informar de ella a través de la web del proyecto Plumbum y de la página de la asociación Hippocampus, que llevará a cabo una inmersión previa y si se aprecia que la situación merece la pena el esfuerzo, podrá planificar una acción.
EL PROBLEMA DEL PLOMO
Juan Diego López Giraldo, secretario de la asociación Hippocampus, explica que hay plomo en el medio natural y la presencia de estos residuos no supone un peligro inminente de que vaya a entrar directamente a las cadenas tróficas, "pero al estar expuesto a cambios de bajas y altas temperaturas, a la salinidad, al sol... ahí comienza a degradarse y aparece la posibilidad de que se incorpore a las cadenas tróficas", apunta. Aparte, "es posible también la ingesta del plomo que se haya partido, que puede incorporarse a un alga, ésta ser ingerida por un pez y éste comido por otro".
Este programa, en concreto, se va a dedicar solamente a la recogida de líneas de sedales, anzuelos, poteras, plomo y curricanes. Los buzos salen en parejas, como se realizó ayer en la inmersión inaugural, equipados con una bolsa de un color llamativo y un capazo de plástico blanco. Las piezas encontradas se van cargando en la bolsa, que una vez llena se descarga en el capazo, que a su vez permanece en el fondo gracias al lastre de piedras. Cuando el capazo está lo suficientemente lleno, se hinchan unas boyas que se han bajado al efecto, y hacen ascender al cesto, que finalmente se arrastra hasta la orilla. Ayer, los buceadores descendieron hasta los seis u ocho metros, en cualquier caso no más de diez, y siempre dejando un buen margen de seguridad para poder volver a la superficie cargados con el peso. En el caso de Alcaide, por ejemplo -aunque ayer no se sumergió-, el equipo de fotografía, el traje seco -que necesita más lastre-, la botella y resto de parafernalia le supone alrededor de 50 kilos. “En esas circunstancias, cinco kilos de plomo se notan, pero se pueden subir, pero ya con diez...”, deja caer. Por ello, hay que calcular que cada plomo pesa, más o menos, unos 100 gramos.
Pero distinguir el plomo no es fácil. Por de pronto, puede aparecer en multitud de formas: cilindro, gota, estrellitas, esferas... A eso se une que el paso de los años puede hacer que sobre las piezas crezcan algas y otras especies que oculten sus formas y colores, al tiempo que se va hundiendo en el sedimento. Y luego se añade el estado del fondo. El de ayer presentaba mucho limo, arena y barro, y el agua se enturbiaba al paso de los buzos. Por ello, a pesar de que Alcaide, conocedor de la zona, había advertido de que allí había “mucho plomo, es brutal”, finalmente se recuperaron cerca de 30 kilos en una hora, unas 350 piezas. Las primeras que se destinan al reciclaje.
Porque el Proyecto Plumbum contempla la reintroducción del metal en las cadenas de producción gracias a la colaboración de Mahe, gestor autorizado de residuos peligrosos y no peligroso y con larga experiencia en el reciclaje de baterías de coche. El plomo es una material cada vez menos usado es en las casas, donde se ha ido sustituyendo por el PVC, por lo que es muy apreciado. Carlos Valero, comercial de la entidad, explica que el material se envía a una fundición y se hace plomo nuevo “porque se puede reciclar infinitas veces” y en este caso, por ejemplo, en un solo día ya entra en el horno y se fabrican con él nuevas piezas. Mahe Gestión de Recursos de Lorquí se implica en la financiación del proyecto y, además, dona a la asociación lo que saca con el metal, ya que su objetivo principal con esta colaboración es la implicación medioambiental y la actuación socialmente responsable. Por ello, las cifras finales de recuperación para este primer año, calculadas en unas dos toneladas, no es lo importante. “Si son mil kilos, no pasa nada; y si son tres mil, pues mejor”, sonríe Miguel Ángel López Asís, administrador de la empresa.
Habrá que esperar un año para verlo. Porque a esta escala, dice Alcaide, este proyecto es pionero en España, donde “se hacen actuaciones puntuales con centros de buceo, que se reúnen en una fecha concreta. Pero continuado en el tiempo, creo que no lo ha hecho nadie”. Y sabe que hay muchísimas denuncias por presencia de plomo en los fondos de la Región. Pero no le hace falta acudir a ellas, “simplemente te paseas un fin de semana y puedes ver la costa llena de cañas”, describe.
Ante este problema, desde hace unos años han aparecido en el mercado plomos que van envueltos en plástico, “pero que con el tiempo se deteriora y el plomo vuelve a quedar expuesto”, por lo que no la considera una solución válida. En este sentido, opta mejor por “hacerlos de una amalgama de cerámica o piedra; o quizá de hierro, que en el medio no es contaminante ya que el 80% de la capa terrestre es hierro”, reflexiona. Mientras tanto, el Proyecto Plumbum está ya aportando su granito de arena para la mejora medioambiental de los fondos marinos de los sufridos ecosistemas mediterráneos.
A la izquierda, Juan Diego López Giraldo y Cristina Mena, secretario y presidenta de la asocación Hippocampus, con José Luis Alcaide, coordinador del proyecto Plumbum. A la derecha, miembros de Mahe, con Miguel Ángel López Asís, administrador (2d) y Carlos Valero, comercial (1d).