No hay que bajar la guardia ante un segundo incendio
Cuando el bosque se quema dos veces
Cualquier incendio es un enorme desastre para el paisaje y la vida que alberga. Acaba con la cubierta vegetal que provee de oxígeno, que ofrece cobijo a la fauna y que, si se trata de un bosque o arbustos con cierta entidad, retiene además el suelo, y reduce la biodiversidad, entre otros perjuicios. Sin embargo, nuestros ecosistemas mediterráneos están más o menos adaptados a la irrupción de estos fuegos. Así, algunos de sus pinos poseen unas piñas que estallan solo cuando se alcanzan ciertas temperaturas, disparando sus semillas a lo lejos, y otras plantas han desarrollado mecanismos similares para asegurar la supervivencia de la especie, como la capacidad para rebrotar tras un incendio. Pero cuando el fuego aparece con mayor frecuencia que la que marca el ritmo natural, la flora no está preparada y sucumbe. En España, el 96 por ciento de los fuegos se producen por intervención del hombre, intencionadamente o no, ya que cabe también la negligencia, pero sea por lo uno o por lo otro, lo cierto es que ello aumenta la frecuencia de la incidencia de este fenómeno, es decir, impone un nuevo ritmo, una mayor frecuencia. Y cuando esto ocurre, el peligro se redobla, porque los sistemas de regeneración de la vida no funcionan, o lo hacen peor.
“El bosque mediterráneo puede resistir bien un primer fuego. No en vano, el fuego es un factor en este ecosistema y es determinante en todos los climas mediterráneos. Pero nuestro bosque necesita un periodo amplio de tiempo antes de poder enfrentarse a un segundo fuego. Y el hecho es que mientras haya materia orgánica, el fuego podrá seguir quemando. Esta materia es combustible y solo precisa que haya oxígeno y un foco de calor que desate el incendio”, recuerda Rubén Izquierdo, ingeniero forestal y máster en Gestión de la Biodiversidad.
Almadenes, por ejemplo, acaba de padecer un incendio. En opinión de Izquierdo, esa zona no podría volverse a quemar hasta dentro de cosa de un año, porque es el plazo que se precisa para que vuelva a salir el herbazal de plantas anuales. “Cuando éstas se sequen, aunque escasas, serán la materia disponible para quemar si se dan los tres elementos del triángulo del fuego: combustible, comburente, es decir, el aporte de oxígeno, y energía de activación”, detalla. "Al no haber vegetación, no hay combustible, y por lo tanto, la posibilidad de un fuego es nula", aclara.
El técnico repasa cómo afectan estos segundos fuegos al medio. Así, describe que muchas plantas de nuestros paisajes originan semillas que no germinan inmediatamente, sino que se quedan en el suelo, como aletargadas, pero viables durante un periodo. Conforman el denominado 'banco de semillas'. Si se produce el incendio, la eliminación de las capas superiores de materiales hará que les llegue la luz y, más adelante, también el agua, y podrán germinar. Izquierdo alerta al respecto de que “ante un segundo fuego próximo al primero estamos perdiendo especies de este banco de semillas, porque no habrá habido tiempo para que crezcan los pequeños retoños, que al madurar aportarán nuevas semillas al banco perpetuando la presencia de las pertinentes especies”, cuando lo cierto es que “el ecosistema va a tener más capacidad de regenerarse si les ha dado tiempo a todas las especies a aportar su semillas al banco de semillas”.
Piñas estratégicas
Las piñas serótinas permanecen cerradas hasta que la resina que sella las escamas se disuelve con el calor (45-50 ºC). Los conos cerrados protegen tan bien a las semillas que éstas soportan temperaturas exteriores de hasta 200ºC, según la especie y el tiempo de exposición. Esta adaptación se llama serotinia y es común en Sudáfrica y Australia, pero rara en el hemisferio norte, donde es casi exclusiva de las coníferas Pinus halepensis (pino carrasco), Pinus pinaster (pino ródeno o marítimo) y Cupressus sempervirens (ciprés).
El problema se visualiza bien con dos ejemplos. Las jaras, apunta el experto, y el género Cistus en general, germinan mejor cuando ha pasado un fuego. Y el pino presenta las denominadas piñas serótinas, que se abren únicamente cuando hay un incendio, respondiendo a las altas temperaturas. Pero son dos casos distintos, ya que la jara florece como muy tarde a los dos o tres años y entonces emite semillas, que se quedan en el suelo, mientras que un pino tarda de 15 a 20 años en rendir las suyas. “Si el terreno se vuelve a quemar antes de haber dado tiempo a los brotes nuevos de pino a crecer y producir estas nuevas piñas, se habrá eliminado su reserva de semillas”, explica el también miembro de la asociación ecologista ciezana Río Ríe. Por todo ello, concluye que “cualquier incendio aquí es malo” pero “un segundo fuego puede ser más grave cuando no han pasado de 15 a 20 años. Es decir si se supera la frecuencia natural de incendios las consecuencias ecológicas pueden ser terribles”.
Además, con un segundo fuego se pierden también los denominados 'árboles padre' que hayan podido sobrevivir en las inmediaciones del incendio, que con la fuerza del viento esparcen las semillas hacia áreas cercanas donde no hay aún árboles. “Si en esa zona no se introduce la especie de forma manual, tardará mucho tiempo en volver a tener arbolado. De hecho, con el ritmo natural y sin esos 'árboles padre' y sin reservas de la especie en el banco de semillas, pasarían cientos de años”, asegura.
Y todo ello sin olvidar el daño que producen al suelo, “ya que no le da tiempo a recuperarse”, explica el técnico. El suelo es, de hecho, uno de los agentes naturales que más sufre en la Región de Murcia debido al régimen de precipitaciones. Es así porque, tras los tres o cuatro meses de sequía habituales en estas zonas del Sureste, llueve luego de forma torrencial y el agua caída arrastra las semillas y el suelo, que ha quedado desprovisto de la protección que le brinda la cubierta vegetal tras el incendio, “y todo ello dificulta al extremo la consolidación de un bosque”, recalca Izquierdo. Por ello aprovecha para reclamar que “hay que conservar bastante bien el poco suelo forestal que tenemos. Una vez que se pierde el suelo y se llega a la roca madre, a la piedra, es casi imposible que éste se pueda regenerar en un ciclo de tiempo que podamos ver, pues tardaría miles de años para que se pueda desarrollar nuevamente una vegetación arbolada”, advierte.
Ahora, ante este verano que se ha desplegado con elevadas temperaturas, una larga ola de calor, tormentas de rayos excepcionalmente numerosos y la falta de lluvia, el alivio solo puede venir del cielo. Se espera ya al agua. “Uno de los requisitos para que prenda un fuego es que la humedad de la madera sea la mínima para poder quemarse, y en la Región se llega a ese punto. El hecho de que el día del incendio de Almadenes cayeran unos 470 rayos en toda la Región fue, además, una barbaridad, porque había gran cantidad de material biológico disponible para quemar”, lamenta el experto. "Si llueve, añade, será más difícil que se produzca un incendio porque el combustible acumularía más humedad y el fuego tendría que eliminar primero esta humedad”, sopesa.
Que venga entonces la lluvia. Pero no una lluvia fina, ya que en esta Región el calor, y en ocasiones el viento sahariano, lo deseca todo en cinco minutos; ni una lluvia torrencial, que pueda arrastrar todos los terrenos quemados este verano; sino una lluvia suave, abundante, plácida y beneficiosa, que refresque el ambiente, rellene los embalses y riegue los suelos calcinados.
(NOTA: Imágenes del área de Almadenes, en Cieza, durante y tras el incendio, todas cedidas por Rubén Izquierdo).
Suelo, lluvia y arbolado juegan en un mismo equipo
En la Región, relata Rubén Izquierdo, ingeniero forestal, “hay un gran problema de regeneración de pinos". Una de las causas es la severidad climática, ya que son diversos factores los que intervienen en este problema de regeneración. Aquí nos enfrentamos a una sequía de menos de 300 mm anuales, que es el límite para que exista una cubierta vegetal arbolada. Casi todas las repoblaciones tienen por ello fines protectores frente a inundaciones, para sujetar el suelo, porque el riesgo de erosión de nuestras margas o materiales calizos es muy alto, ya que se van por escorrentía. Si llueve, nos quedamos sin cubierta para que crezcan las plantas”, señala, para dejar caer que “las condiciones climáticas son aquí extremas para las plantas que están intentando instalarse”.
Rubén Izquierdo posee una página web que utiliza para dar a conocer los valores ambientales del término municipal de Cieza.
Si quieres saber más sobre ello, ésta es su dirección: