Buscando a los erizos que devastan el suelo marino y al coral invasor

Un proyecto de la UMU dinamiza la ciencia ciudadana y aspira a crear una red de voluntarios buceadores para vigilar a tres especies potencialmente perjudiciales

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Un proyecto de la Universidad de Murcia (UMU) está sembrando el germen para crear una red de voluntarios que vigile los fondos marinos mediterráneos de la Región de Murcia, a la búsqueda de especies potencialmente perjudiciales para el entorno. Las especies en concreto son un coral invasor y dos erizos capaces de devastar el suelo marino, y los voluntarios son aficionados al buceo recreativo. La red ha echado a andar con 49 participantes de ocho centros de buceo, y las investigadoras esperan que su número aumente este mismo verano. Ellas, Francesca Fuzio, Chiara Terranova y Amalia Cuadros, del departamento de Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia, llevan adelante este proyecto de ciencia ciudadana titulado Mediterranean MPA Monitoring Divers (MMMDivers), que ya ha superado ampliamente el ecuador y que apunta algunos resultados preliminares interesantes.

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EL ERIZO

El erizo común (Paracentrotus lividus) y el negro (Arbacia lixula), no son especies exóticas, sino nativas, y no siempre son un problema. De hecho hay lugares en los que no hay erizos o escasean en gran medida. Y en una situación normal, los erizos pueden comer a su ritmo, generar una zona más desnuda en el suelo rocoso y que esto sirva para la colonización de otros organismos. El problema se genera cuando se concentran en exceso y convierten el sustrato en un desierto.

La proliferación de estas especies se debe a factores como la sobrepesca de especies que los depredan, como los sargos. Debido a su carácter herbívoro (aunque el negro también puede ser carnívoro), cuando su presencia es desmedida causan la denudación de los fondos rocosos, produciendo verdaderos desiertos submarinos. El problema ha sido detectado ya en muchas zonas del Mediterráneo.

 

EL CORAL

El coral invasor Oculina patagonica es originario de Atlántico suroriental. Entró en el mar Mediterráneo de forma natural y actualmente se está extendiendo su rango de distribución por el calentamiento de las aguas. Crece sobre sustrato duro y es capaz de desplazar a otras especies que crecen sobre los fondos rocosos y produciendo una disminución de la biodiversidad. Es muy resistente y se la puede ver hasta en puertos y entornos difíciles, como los situados cerca de zonas industriales.

El problema al que se enfrentan estas biólogas marinas es semejante a una reacción en cadena. Se inicia con la presencia desmedida de dos erizos, el erizo negro (Arbacia lixula) y el erizo común (Paracentrotus lividus), que puede vivir normalmente en estas latitudes, pero que al dispararse su población esquilman las algas del fondo y generan lo que se conocen como desiertos submarinos. Esto ya por sí mismo es un mal asunto, porque si el erizo se come toda la vegetación se pierde la presencia de los crustáceos u otros inquilinos de ese hábitat y por tanto también la de los peces que los depredan o que viven allí. “No creo que esta situación pueda alcanzar nunca a todo el fondo marino, pero sí puede afectar a zonas importantes, donde se rompe toda la cadena trófica”, detalla Cuadros. Pero, además, la situación se agrava si, cuando el erizo se va, el organismo que le sucede es el coral invasor Oculina patagonica, que es tan potente que puede colonizar él solo el sustrato “sin dejar que se instale ningún otro ser”, aclara Fuzio. Y ése es un gran problema de empobrecimiento del ecosistema.

La actividad científica ya está rindiendo sus resultados, que en algunos casos están en la línea de estudios previos muy llamativos. Sin ir más lejos, acaban de muestrear en un desierto de este tipo en terrenos de la Reserva Marina de Cabo de Palos–Islas Hormigas, a una profundidad de cero a ocho metros, ya conocido desde que trataran la cuestión investigadores de la UMU, como Adrián Aguilar y J.A García-Charton. "Hemos visto que la situación parece estar empeorando. También teníamos noticias de que un buceador, Balky, del centro de buceo Balkysub, quería llevarnos con los voluntarios a explorar esa zona, ya que ha sido testigo directo de la evolución de estos blanquizales en el tiempo”, recuerda Cuadros, mientras que Fuzio ahonda al señalar que “es curioso que fuera de la reserva no hay muchos erizos ni mucha oculina, pero en la reserva había tanto erizo que no se podía ni contar”. Así pues, muchos erizos, muchas zonas de blanquizales y mucha oculina a poca profundidad en un área protegida. ¿La causa? Conocerla es justo una de las razones por las que es necesario este proyecto. Motivos hay varios: el calentamiento de las aguas, la pesca de los peces que depredan a los erizos... Por ello reconocen que aún necesitan “aumentar el muestreo espacial para descartar que se deba a que justo ahí hay unas condiciones del agua que la hacen perfecta para los erizos, por ejemplo. Y visto que aquí no hay sobrepesca, nos quedan por explorar también otros datos y otras circunstancias”, defiende Cuadros.

De hecho el proyecto incluye la toma de estos datos físicos y cuenta con que los centros de buceo también lo hacen. Es conocido que los buceadores propietarios de algunos centros tienen registros históricos. Entre ellos, por ejemplo, la medición de la temperatura del agua incluso en las zonas muy concretas de muestreo “y con un registro casi diario”, apunta contenta la también doctora.

Este problema ha sido detectado en algunos puntos del Mediterráneo (Turquía, Grecia, Italia, Francia, España, y por el sur en Líbano, Israel, Túnez y Argelia), y en ocasiones se dice con preocupación que la oculina ha 'conquistado' gran parte de sus fondos. En la Región de Murcia se hizo un muestreo de erizos y de este coral invasor en 2011 y posteriormente en 2014, y se vio que había zonas del fondo de la Región muy desnudadas en la reserva. Lo que diferencia a esta iniciativa de otros acercamientos anteriores al tema es la implicación de los centros de buceo y de los ciudadanos, que pueden permitir la permanencia en el tiempo de este estudio. Porque el proceso natural es tal “que puede pasar de momentos en los que no tenemos problemas a otros en los que cuando vas a muestrear, cinco años después, te encuentres un blanquizal. Este proyecto busca no dar lugar a eso”, recalca Cuadros.

Al respecto, la idea final es que los miembros de la Asociación de Centros de Buceo de la Región de Murcia (ACBRM) ofrezcan estas actuaciones de seguimiento científico como una actividad más del 'menú' de sus clientes, y que sean los valedores de que la vigilancia permanecerá en el tiempo. “Conseguir gente que se implique con una vigilancia submarina”, describe Fuzio. Dos años de compromiso estaría bien para empezar. Y, hasta ahora, su participación e implicación en la iniciativa ha sido notoria. La ACBRM trabaja codo con codo con la UMU. Ellos son quienes determinan las áreas a muestrear y ya las han llevado por La Azohía, Cabo de Palos, Mazarrón, La Manga y Cartagena, principalmente, con salidas cada fin de semana desde el pasado mes de abril. Y son también quienes aportan los voluntarios -a la sazón, sus clientes-.

mmmd_3.jpgLa inmersión con los voluntarios ocupa cosa de una hora, aunque a la actividad científica solo dedican unos treinta minutos. En ese tiempo, lo primero que hacen es estirar el carrete de un naranja vistoso para medir la distancia a revisar, unos 50 metros lineales. Luego, en la banda de un metro, van viendo cuántos erizos y cuánto coral hay, y si son erizos jóvenes o adultos, y determinan cuánta superficie cubren las algas y el coral (y ojo, porque el coral puede ocupar desde pocos milímetros hasta muchos metros cuadrados). Y después, todavía allí abajo, hay que apuntar todos los datos en las tabillas... Todo ello, teniendo cuidado de no confundir el coral invasor con otra especie semejante pero que forma estructuras más globosas, y distinguir al erizo negro del erizo común y diferenciar a ambos del puerco espín de mar y de otras especies... Y así, la media hora transcurre rápidamente. La otra media es de recreo. “La gente tiene muchas ganas de implicarse, sienten que están haciendo algo bueno por el medioambiente, y al final de la actividad algunos se van dando cuenta y dicen: mira, donde hay erizos no hay algas”, recalca Cuadros, quien añade que solo alguno sale algo molesto "¡y es precisamente cuando en esa inmersión no han encontrado erizos!".

Al final de la temporada (este mismo mes de junio, coincidiendo con la finalización del curso universitario) habrán realizado más o menos una veintena de salidas, si bien los centros de buceo han dado señales de querer ampliar la actividad a los meses de verano. Algo bueno para el proyecto. Son meses de muchos clientes y en septiembre el agua sigue caliente. "A los ingleses o belgas les gusta meterse hasta en diciembre y encuentran el agua perfecta", refieren las buceadoras.

Esto no ha hecho más que empezar. No en vano es un programa piloto pionero en su campo a nivel regional, pero que está ya mostrando los beneficios de la ciencia ciudadana. En breve conoceremos los primeros resultados oficiales. Y después, a ver si la investigación se puede prolongar algunos años más...

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(NOTA: Autores de las fotografías: Yves Delvaulx y Amelia Cánovas) 

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.