Acuicultura y árboles madereros, entre otras soluciones para el Mar Menor
Arboleda plantada, con pinos y palmeras, cerca del Mar Menor: un claro indicador de los desarrollos vegetales posibles gracias a las condiciones ambientales de la zona. Imagen: E4E.
Un conjunto de sistemas de acuicultura acoplados o una gestión combinada de herbáceas con grandes árboles madereros podrían estar entre las soluciones para revertir la eutrofización que sufre el Mar Menor. Estas medidas se encuadran dentro de una corriente de pensamiento que cree que el territorio reconstruido produce más que el territorio degradado, y que es posible dar con una estrategia económica que ya se puede poner en marcha. Así lo cree José Ramón Rosell Peñalver, miembro del Equipo de Gestión de la red Ecology4Economy, proyecto que busca el aprovechamiento del territorio de forma sostenible, y que es además técnico en Diseño en Permcultura, una de las disciplinas que se enmarcan en esta corriente, que defiende una gestión agrícola basada en las pautas y características del ecosistema natural.
Para Rosell, en la cuenca del Mar Menor se podría poner en marcha lo que define como una permacultura aplicada a grandes extensiones y con una perspectiva bastante ambiciosa, y que contiene una batería de propuestas que se podrían implementar de forma escalonada.
"Lo que hay que hacer es intervenir en la cuenca, y no ir directamente a las aguas porque ellas son el resultado del problema. Y el problema es que los métodos de agricultura industriales habituales derrochan muchos nutrientes que terminan en las aguas subterráneas, que están conectadas con el Mar Menor. Así que hay un flujo subterráneo que, aunque se cortaran los flujos superficiales, posiblemente haría que siguiera persistiendo el problema. Y es una situación acumulativa: el problema no es que esté recibiendo este tipo de nutrientes, sino que los está recibiendo muy por encima de sus posibilidades de metabolización. En este contexto, la tendencia de la situación es a empeorar, es decir, que aunque se corte una parte de los flujos de agua superficial es probable que el aporte de agua subterránea fuera suficiente para mantener el problema y posiblemente hasta para agravarlo".
Ante esta situación, aplica el principio que reza la permacultura, que señala que “en el problema está la solución”. "Tienes que ver el problema como una tensión que se genera en el ecosistema, y toda tensión contiene energía. Se trata de aprovechar esa energía. Energía o materiales que contienen energía. En este caso, la tensión producida es la acumulación tremenda de nutrientes en los acuíferos de la cuenca del Mar Menor, y la solución es aprovecharlos", describe el técnico.
Por ello, propone utilizar esa agua contaminada en la misma cuenca. La idea consiste en sacar el agua del acuífero y bombearla hacia un circuito productivo. "Estamos estudiando varios sistemas de acuicultura acoplados entre ellos, que incluirían unas bacterias fotosintéticas conocidas popularmente como espirulinas, que precisan del nitrógeno para subsistir". Las espirulinas, por su parte, tienen una cuota de mercado bastante alta porque son una buena fuente de proteínas, y se usan tanto en alimentación humana como en forraje para especies pesqueras.
Se buscan voluntarios para permacultura
A los miembros de la red de profesionales de Ecology4Economy, proyecto que busca el aprovechamiento del territorio de forma sostenible, les gustaría que alguien les cogiera el testigo y comenzara una experiencia piloto aplicando sobre el terreno las medidas que exponen. De esta forma, el efecto económico podría verse relativamente pronto, mientras que para el medioambiental habría que esperar más ya que no se va a apreciar a corto plazo.
Por ahora, no contemplan esta posibilidad porque no cuentan con ningún voluntario con terreno que se preste al experimento. Pero la idea sigue en pie...
Otra propuesta se enfoca a las proximidades de la costa, donde el acuífero esté a una profundidad de hasta unos 50 metros. Aquí se apuesta por el cultivo de árboles para madera, bien con especies autóctonas, como el pino piñonero, bien con exóticas grandes y hasta gigantes y con capacidad de absorción de agua bastante mayor, y que además toleren bien los niveles de salinidad. Rosell la considera una medida "muy eficaz porque estos árboles con grandes raíces promueven la extracción de nutrientes". En este sentido, estima que si bien la presencia de especies exóticas puede generar cierto rechazo en la opinión pública, lo cierto es que "se trata de una explotación maderera, y se pueden manejar como cualquier explotación. Hay que ser conscientes de que como el problema se va a ir agravando vamos a tener que tomar decisiones, entre todos, que no son fáciles ni cómodas, pero no podemos pretender soluciones 'puras'. Y si una solución a un gran problema genera un pequeño problema, posiblemente estemos ganando", defiende.
Rosell sabe que implantar a gran escala estas dos primeras medidas, que están dirigidas a la extracción de aguas subterráneas, podrían provocar que el agua del Mar Menor invadiera el acuífero terrestre y, al mismo tiempo, el agua del Mediterráneo tendería a entrar hacia el Mar Menor para compensar. Este fenómeno de intrusión marina, nada aconsejable para la laguna, ya ha ocurrido en el pasado. Al respecto, Rosell recuerda que "en algún momento se ha propuesto bombear agua del Mediterráneo hacia el Mar Menor para intentar mejorar la calidad del agua, pero eso no tendría rentabilidad ninguna". A diferencia de ello, en este caso "se produciría ese mismo efecto pero a cuenta de una actividad económica rentable". Y para evitar las consecuencias negativas de la intrusión marina, maneja una medida correctora que consiste en el uso del residuo de salmuera libre de nutrientes que genera la acuicultura para "verterla al Mar Menor y así reconstruir su nivel de salinidad una vez producida la entrada de agua del Mediterráneo", explica.
Una tercera medida sería impedir que los métodos de cultivo sigan añadiendo materiales y nutrientes al acuífero. La forma más fácil e inmediata de conseguirlo, dice, es yendo a una combinación de cultivos arbóreos con herbáceos, de manera que toda la hortaliza herbácea que se cultiva actualmente en extensiones de monocultivo podría estar fácilmente asociada con cordones de arbolado, o frutales, que también son interesantes desde el punto de vista del mercado. En este punto reconoce que "eso conllevaría una pequeña transformación del sistema económico y para ello es necesario que la gente empezara a asimilar que los árboles y las hortalizas se pueden apoyar mutuamente si se las combina de la forma adecuada".
Finalmente, recomienda que los métodos de cultivo sobre suelos maduros se produzcan sin labrar, sin laboreo, un uso "que impide prácticamente que haya vertidos de nutrientes en profundidad". Al igual que en el caso anterior, considera que es difícil "porque hay que remover tradiciones culturales como el culto de la labranza, que son muy atávicas".
Como visión general, el también técnico por la Escuela de Agricultura Sinérgica recalca que "cuando hablamos de reconvertir la agricultura para no contaminar el Mar Menor, mucha gente piensa que las soluciones medioambientales se contradicen con la rentabilidad económica. Esto quizá se deba a los planteamientos tradicionales del movimiento ecologista. Pero ahora tenemos las escuelas de trabajo de diseño ecosistémicos, ingeniería ecosistémica, permacultura, gestión de servicios... que lo que plantean es lo contrario, que el territorio reconstruido produce más que el territorio degradado, y que cuando tenemos un problema medioambiental se puede buscar una estrategia económica y en la inmensa mayoría de los casos esa estrategia existe y se puede poner en marcha". "No nos vamos a cargar el sector primario, lo que hay que hacer es mejorarlo y hacerlo más eficiente y menos contaminante", sentencia.
Y pone igualmente sus ojos en el turismo, que "también debe ser protagonismo en la reconversión de la laguna. En la Escuela de Permacultura tenemos planteamientos de urbanismo que son súper eficaces porque generan un territorio que es productivo y habitable al mismo tiempo. La producción endógena de ese territorio se realiza con vertido cero, donde todos los subproductos y vertidos se aprovechan en el mismo sistema. Ello genera un espacio que puede absorber un montón de visitante. El sector turístico podría expandirse por la cuenca generando ese espacio con capacidad de absorción de visitantes", alienta.
Todas estas medidas las comparte y las discute con sus compañeros de Ecology4Economy (E4E), una marca registrada en torno a la cual se ha ido creando una red de profesionales implicados con los temas de medioambiente, producción agroalimentaria e ingenierías, y que cuenta con unas 50 personas que colaboran de forma difusa. Dentro de esta red se pone en común una gran cantidad de conocimientos, se inician proyectos de investigación, se consultan las dudas y se transmiten los resultados. "Así se ha ido creando un cuerpo de información que podría se aplicable al Mar Menor", relata.
Tienen a su favor los casos de éxito en los que se han aplicado medidas de este tipo. Por ejemplo, en Centro América, donde saben de lagunas litorales que se han eutrofizado y "se han conseguido limpiar con métodos parecidos a los que estamos planteando", aunque con un sistema económico y ecológico distintos, ya que allí llueve mucho más y eso ayuda a mantener la calidad del agua. Y fuera de lagunas litorales disponen de otros muchos ejemplos. Así, "en Argentina se han producido problemones por cambios de usos del territorio, al reducir la masa vegetal equivocadamente. Cambios que han provocado inundaciones masivas en llanuras donde vivía gente y luego han tenido que reconstruir esa masa vegetal para que la tierra vuelva a estar seca y vuelva a ser manejable", describe Rosell. Son soluciones de ingeniería ecositémica a gran escala, en las que "el esfuerzo no es pequeño", aclara.
Aquí, dice, "el problema es tan grande y las posibles soluciones tan complejas y de tal envergadura, que da miedo y asusta, y eso hace que se quiera simplificar. Pero minimizar las soluciones equivale casi a que estas supuestas soluciones sean inefectivas porque el problema es enorme tanto en extensión como en intensidad. Es de las primeras veces que en Europa se da un problema de estas características, por tamaño y por intensidad". Y reclama que "hay que empezar a concretar ya un plan integral, si no en medidas completas sí en una visión general, aunque cuando lo que se plantea, que es reconvertir todo el sector productivo, da vértigo a los ciudadanos y a la Administración".
En todo caso, Rosell considera que en Europa no hay un caso similar al que sufre el Mar Menor. "No se dan problemas de esta envergadura. Hay muchas lagunas y marismas litorales, pero o no son sitios de tanta ocupación turística, o no son utilizadas para baño, por lo que la calidad del agua no suele ser factor tan decisisvo".
Y en este sentido, señala que desde el punto de visto exclusivamente medioambiental "por muy mal que esté la laguna, siempre vamos a estar a tiempo de intervenir, porque los procesos ecológicos revierten con mayor o menor tiempo, esfuerzo o intervención. El problema es que se nos caiga todo el sector turístico. Eso sí sería llegar tarde. La calidad del agua del Mar Menor aún tiene recorrido para estar peor. Llegar tarde es que empeore y deje de ser atractivo paisajísticamente, y ya no sea un recurso turístico, y afecte a todos los puestos de trabajo que dependen de él", lamenta. Y estima: "¿Para cuándo va a ser el colapso económico?, no se sabe, podría ser para este verano, para el siguiente quizás... Pero está en perspectiva".