Los ibis guiados por dos mujeres en paramotor llegan a Cádiz tras 2.000 kilómetros de odisea
Cerca de 2.300 kilómetros separan Binningen (Alemania) de Vejer de la Frontera (Andalucía, España), el destino invernal escogido para un hermoso puñado de 35 ibis eremitas, una ave en peligro de extinción que, al parecer, está encontrando cada vez mayores dificultades para superar la barrera de Los Alpes en su habitual migración otoñal hacia Italia, debido a las alteraciones que conlleva el cambio climático. Con el fin de buscarles un mejor futuro, el equipo Waldrappteam -de waldrapp, ibis en alemán- que ha organizado en varias ocasiones esa 'migración liderada por humanos' hacia la península Itálica, está intentando ahora abrir una nueva ruta con rumbo a Cádiz recurriendo al instinto de estos jovenzuelos de seguir a sus dos 'madres humanas', quienes subidas a sendos paramotores, las han guiado a través de campiñas, montañas, desiertos, lagos y ríos, les han ayudado a esquivar las tormentas, o las han recuperado cuando se han perdido. La aventura acaba de culminar con éxito en las llanuras gaditanas, donde solo queda reposar, coger fuerzas, conectar con sus congéneres y emprender por su cuenta la vuelta, dentro de unos meses, cuando el tiempo sea de nuevo más benigno en el centro europeo.
La idea se la dio un ejemplar llamado Ingrid, que se extravió el año pasado -en medio de esa ruta italiana cada vez más complicada- y que no recaló en Italia, sino en el sur de España, donde existe una pequeña población que se está tratando de reforzar. No en vano, la finalidad de esta iniciativa, liderada por el biólogo Johannes Fritz, que es a su vez uno de los pilotos, es establecer nuevas colonias. Tras trazar el nuevo recorrido y cerrar todos los detalles y desafíos de un viaje distinto, el equipo se puso en marcha.
La odisea ha sido larga: una treintena de intensísimos días ha estado el grupo de científicos realizando los vuelos y cumplimentando las labores de tierra. El equipo está compuesto por veterinarios, biólogos y etólogos, y cuenta con tres pilotos -uno de reserva, previendo una posible indisposición de alguno de sus colegas-. Su trabajo comenzó mucho antes de que las aves abandonaran el suelo, pues lo primero de todo era generar la confianza mutua. Así, las dos mujeres recogieron a los polluelos cuando tenían entre 3 y 8 días de vida -previamente habían conocido a sus verdaderos padres, lo que no supone un problema porque la impronta en estas aves funciona algo diferente a otras especies-. A partir de ese momento, ya las reconocían como sus 'madres adoptivas', relata Helena Wehner, quien junto a Barbara Steininger ha guiado a las aves desde los cielos. Vestían entonces de amarillo para hacer un poco más fácil esa identificación, atuendo que han mantenido, «pero también nos reconocen por nuestro comportamiento o nuestras voces, por lo que nos reconocerían aunque no fuéramos vestidas de amarillo», cuenta.
TRAS LA ESCAPADA DE INGRID
Este año, el equipo Waldrappteam está llevando a cabo su cuarta migración postnupcial de ibis a través de Europa liderada por humanos.
Sin embargo, en esta ocasión se ha cambiado el destino habitual de Überlingen, en el lago Constanza, en plena Toscana, por las tierras españolas. La idea la propició Ingrid, que se extravió en 2022 y recaló en Cádiz. El equipo contempló las posibilidades de esta nueva ruta al tener en cuenta la existencia del Proyecto Eremita, asociado a esta iniciativa, que trabaja desde hace 20 años en el establecimiento en Andalucía de una población sedentaria de ibis eremita -también llamado ibis calvo del norte- (Geronticus eremita).
El nuevo viaje a través de varios países presenta nuevos retos, como una mayor distancia y resistencia. La duración de la migración se estimó en 30-40 días.
Parte de ese comportamiento incluye mantener una gran interacción social con el grupo. Así, durante el vuelo se comunican con ellas a través de megafonía: “coom-com, coom-com”, repiten, porque es la llamada para la que han sido entrenadas y que asocian con la comida. «Si les hacemos esta llamada, ellas nos siguen; y les decimos palabras de ánimo para motivarlas y hacerles ver que lo están haciendo bien y que deben seguir así», señala Wehner. También contactan a través de los gestos. Los ibis se comunican unos con otros moviendo la cabeza como asintiendo, y moviendo también el pico, «y nosotras lo hacemos poniendo las manos sobre la cara, alargando los dedos a modo de pico, y moviendo la cabeza. Cuando lanzamos estos saludos al aire, los ibis nos responden».
Todo ello conforma una experiencia sin igual. «Es tan impresionante volar con las aves y tenerlas siguiéndonos detrás del paramotor... -suspira-, te das cuenta de que los pájaros siguen al parapente porque nosotras, como sus madres adoptivas, estamos sentadas allí. A veces giran la cabeza y nos miran a los ojos y continúan volando. Es como si dijeran "¡Ahh! Todavía estáis ahí. Estupendo, podemos seguir". Es una sensación extraordinaria, es como si estuviéramos en un mundo diferente. Allá arriba, en el aire, es realmente motivador para nosotras como madres adoptivas, pero también para las aves, ya que es necesario motivarlas para que sigan volando. Es algo muy especial estar ahí arriba con ellas».
Abajo, el resto del equipo no puede acercarse a menos de 20 metros y no han interaccionado con los ibis en ningún momento; tanta es la precaución que, de hecho, los ibis ni siquiera han visto nunca a sus “madres” relacionarse con ellos. Pero su trabajo en tierra es imprescindible e impagable. Ellos escogen el lugar para el descanso vespertino y montan las jaulas para pasar la noche. Para ello, a menudo hay que pedir permisos y enterarse bien de los usos de la zona escogida –en una ocasión, la campa era el punto de aterrizaje de un grupo de paracaidistas, y tuvieron que levantar el campamento–. Se encargan también de la intendencia «de humanos y de aves» con la compra de las viandas, la limpieza y fregado de los platos o el cuidado de las bandejas de tenebrios que alimentarán a los ibis. El mantenimiento de los vehículos de apoyo es fundamental, y de cuando en cuando hace falta alguna visita al taller. Ellos buscan las aves que, en varias ocasiones, se han desviado de la trayectoria. Además de poner aviso en las redes, las rastrean activamente ya que estos pájaros no llevan GPS, un dispositivo que «parece que tiene efecto perjudicial y prefieren no ponerlos o hacerlo más adelante, cuando ya estén musculadas», cuentan en las redes sociales. La mayoría de estos extravíos han sido felizmente recuperados y reunidos con el grupo. Tan solo tres animales se dan por perdidos de manera definitiva y no han llegado a Cádiz, aunque afortunadamente sí portan anillas de colores que permite conocer a cada uno por su nombre, como Stefan (anilla Nº 598 y combinación azul claro / naranja), Humboldt (Nº 601 - marrón / azul claro) y Akh (Nº 590 - marrón / amarillo), que se perdieron en el trayecto desde la Comunidad Valenciana hasta Casas del Pino (Cuenca), y que no han sido localizados.
Niebla, tormentas y ataque de rapaces
Entre otros cometidos se halla asimismo el estudio de las previsiones meteorológicas: no todos los días se puede salir a volar, o incluso en ocasiones la amenaza de tormenta obliga que desviar la trayectoria, como ocurrió en la citada Comunidad de Valencia, donde tuvieron que dejar atrás la costa para internarse en la Península, y virar después camino hacia Andalucía. En las últimas jornadas, que se adivinaban suaves, el viento de Levante hizo abortar una salida a los 20 kilómetros.
Y es que el viaje no ha sido fácil: las alturas de los Pirineos, vientos demasiado fuertes, o demasiado débiles, lluvias, ataques de rapaces, la niebla… La naturaleza es bravía.
Otras jornadas, sin embargo, han transcurrido fluidas: grandes vuelos de más de 160 o 180 kilómetros con un muy favorable viento de cola, pudiendo alcanzar una velocidad media de 58 km/h y una velocidad punta de 88 km/h a la altitud máxima de 1.190 metros snm. Hay etapas más breves, que, a partir de las 07:30 h, y según las ventanas de tiempo en las que sea posible alzar el vuelo, se completan en solo dos horas, y otras más largas.
Al finalizar el trayecto, los pilotos hacen aterrizar las aeronaves en el lugar escogido. Las aves descienden tras ellas y se sedimentan (se instalan sobre el suelo). Es el momento de su recogida y su transporte en cajas hasta el aviario, cosa que realizan las 'mamis'.
Porque estas dos mujeres son las únicas personas que las aves ven de cerca en todo el viaje. Ellas han estado siempre con los ibis, viviendo todo este tiempo juntas. Hasta ahora. El momento de la separación ha llegado, y aunque difícil, es lo que tiene que ser, pues a pesar de los «sentimientos profundos» que se han generado, al fin y al cabo, «es esto para lo que hemos estado trabajando todo el verano. Sabemos que cuando nos encargamos de los polluelos debemos liberarlos en algún momento. No es como criar animales y tenerlos como mascotas. Las criamos desde el principio con la intención de devolverlas a su medio natural y esto es para mí un sentimiento más fuerte, ya que soy capaz de darles la vida que merecen y ofrecerles las mejores oportunidades para que sobrevivan», cuenta Wehner, quien añade que «cuando las liberas, sientes que tienes que confiar en que las aves con capaces de sobrevivir por sí mismas y en que está bien decirles adiós. Por supuesto, por otro lado estás triste porque tienes un vínculo muy especial con ellas, pero también eres consciente de que has alcanzado la meta por la que has estado trabajando todo el verano. También tienes el deseo de que las aves que conoces sean capaces de volar libres y solas. Para mí, como 'madre adoptiva', liberar a las aves es como tener amigas aves allí fuera en la naturaleza», compara.
Para la investigadora, que ha participado en años anteriores en misiones similares a ésta «es igualmente una sensación muy especial regresar al cabo de un año a la zona de invernada y reunirte con ellas, y darte cuenta de que todavía nos conocen. Así que tenemos una especie de buenas amigas en la naturaleza que nos recordarán el resto de su vida, y esto es unas sensación increíble», resume Wehner.
La llegada, hoy, al destino está siendo celebrada con una gran fiesta de bienvenida para una nueva ruta que no pone fin, sino principio, al establecimiento de una nueva población de ibis eremitas y de su ruta de migración por tierras españolas.
Relación de fotografías:
1.- Estampa del bando de ibis siguiendo a un paramotor. Foto: Susana Noguera.
2. Los ibis en vuelo. Foto: Equipo Waldrappteam.
3. Stefan, uno de los ibis extraviados. Foto: Equipo Waldrappteam.
4- En el despiece: Ingrid, el ave extraviada que llegó por sí sola a Cádiz. Foto: José Guerra Torres.
5. Aviario para el descanso nocturno de las aves. Foto: Susana Noguera.
6. Otra imagen de los ibis en vuelo. Foto: Equipo Waldrappteam.
7. Una de las 'madres adoptivas' descansando entre las aves sedimentadas. Foto: Equipo Waldrappteam.
8. Chúss, una conocida naturalista que desarrolla las labores de traductora -y a quien agradecemos la gestión-. Foto: Susana Noguera.
9. Cartel insertado en las redes sociales avisando de la pérdida de las tres aves y solicitando información.
10. y 11. Celebración de la fiesta de bienvenida. A la derecha, Johannes Fritz, responsable de esta iniciativa. Fotos: Arkadiusz Broniarek-Zięba.