Se estima que el número de partículas de microplástico ingeridas a través de la botella de plástico es unas 25 veces superior a la del agua del grifo, debido a que la botella de plástico se va deshaciendo en partículas de microplástico, que acabamos bebiendo, relata Ethel Eljarrat, investigadora en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), en una entrevista publicada por el consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
La científica explica que cuando se habla de contaminación por plástico, todo el mundo piensa en el trozo de plástico como tal, o sea, en el polímero. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos plásticos llevan asociados una gran cantidad de aditivos químicos que pueden llegar a constituir hasta el 50% del peso final. Así pues, hay que evaluar el problema de la incorporación a la cadena trófica tanto del polímero como de los aditivos químicos. Y en el caso de los empaquetados plásticos, se puede producir la migración del envoltorio al alimento o bebida tanto de las partículas de plástico como de los aditivos químicos.
Además de estudios que evalúan la cantidad de microplásticos que ingerimos al beber agua, existen otros muchos que han encontrado trozos de diferentes tipos de polímero en diversas especies de peces. Estos peces normalmente acumulan los trozos de plástico en su sistema digestivo, "una parte del animal que los humanos no comemos. Sin embargo, cuando se trata de crustáceos y moluscos, la presencia de estos plásticos sí que es un problema, ya que comemos la pieza entera e incorporamos los trozos de plástico a nuestro organismo. Animal y plástico", detalla.
Para Eljarrat, "el problema de los aditivos químicos asociados al plástico es mayor, ya que estos compuestos que se liberan de las partículas de microplásticos que hay flotando en los mares, se acumulan en los tejidos grasos de los animales, como puede ser el músculo. El músculo sí que es la parte comestible de los peces. Así pues, cuando nos comemos un pescado contaminado, estamos incorporando a nuestro organismo toda la carga de contaminantes que el pez había acumulado a lo largo de su vida. Estos contaminantes se van biomagnificando a lo largo de la cadena trófica y, al estar los humanos en la cúspide, el impacto es mayor".
La investigadora ha dedicado su trabajo al estudio de los contaminantes orgánicos y su impacto en el medio ambiente. Así, con su equipo ha realizado diferentes estudios sobre la acumulación de plastificantes y de otros aditivos químicos asociados al plástico, que afectan a cetáceos marinos como los delfines. "Disponemos también de nuevos datos, pendientes de publicar, en ballenas, en tortugas y en diferentes organismos marinos", avanza, para señalar que estos estudios son importantes en lo que se refiere a ecología marina y a conservación de especies, puesto que la acumulación de estos contaminantes en los tejidos de la biota marina supone una amenaza para las poblaciones de las diferentes especies. Pero, además, más allá de la contaminación del medio marino, "estos resultados en mamíferos marinos pueden extrapolarse a los seres humanos. Se sabe que los humanos estamos expuestos a los plastificantes a través de dos vías, la vía inhalatoria, lo que respiramos, y la vía de ingesta, lo que comemos. Disponemos también de nuevos estudios pendientes de publicar donde se evalúan los niveles de plastificantes y retardantes de llama en el aire interior de, por ejemplo, casas, oficinas o automóviles. Los niveles son considerablemente elevados. Y es que las partículas del aire que respiramos llevan asociados estos contaminantes y, al respirar, los acumulamos en nuestros organismos. También estamos evaluando los niveles de contaminación en diferentes alimentos, así como el grado de migración de los plastificantes del envoltorio plástico al alimento que contienen. De esta manera, podemos valorar el impacto a través de la ingesta e intentar ver cómo estos aditivos químicos asociados al plástico afectan a los seres vivos marinos y cómo nos afectan a nosotros".
La doctora en Ciencias Químicas por la Universidad de Barcelona describe cómo los estudios actuales se centran en desarrollar nuevos materiales que sean más biodegradables y más reciclables, si bien todavía es necesario un mayor desarrollo en este sentido. "Hay que tener en cuenta que, aunque fuéramos capaces de conseguir un polímero más biodegradable, la biodegradabilidad no sería inmediata. Por otro lado, están los problemas asociados a los aditivos químicos. Si desarrollamos un polímero biodegradable, pero debemos añadirle aditivos químicos como retardantes de llama, filtros solares, bactericidas… seguiremos teniendo el problema de la contaminación química. Así pues, se debe trabajar también en el desarrollo de aditivos químicos menos contaminantes", apunta.
En cualquier caso, defiende que "es imprescindible reducir nuestro consumo actual de plástico. El objetivo de 'plástico cero' no lo vamos a alcanzar nunca, porque existen aplicaciones cuyo uso del plástico es necesario, como en los dispositivos médicos. Sin embargo, existe un campo en el que sí podemos intentar reducir el consumo. Se estima que el 40% de los plásticos que se producen se destinan al empaquetado, con una vida útil extremadamente corta. Si fuéramos capaces de reducir a la mitad el consumo de plástico que tenemos actualmente, ya habríamos conseguido un gran avance. Y a los plásticos de un solo uso es a los que deben dirigirse actualmente las medidas legislativas".
"Es necesario tomar medidas y, evidentemente, lo más rápidamente posible. Las medidas son urgentes, ya que cada año que pasa se producen 300 millones de toneladas de plástico, que significan 300 millones de nuevos residuos plásticos que vamos a tener que gestionar en un momento u otro", concluye Ethel Eljarrat, en una entrevista de mayor longitud que puede leerse en el portal wer del CSIC.
2020-06-08