Descubierto por el prestigioso fotógrafo Javier Murcia Requena

El caballito de mar de hocico corto, citado por primera vez en el Mar Menor

Unos días antes del confinamiento, el prestigioso fotógrafo cartagenero Javier Murcia Requena se sumergió como de costumbre en el Mar Menor, que tan bien conoce, escogió un rincón de La Manga especialmente querido por su biodiversidad, y allí se topó, inesperadamente, con un precioso ejemplar de caballito de mar de hocico corto (Hippocampus hippocampus), proporcionando la primera cita de esta especie en el ecosistema costero, que hoy mismo ha dado a conocer.

El único caballito de mar habitante habitual de esta laguna es el Hippocampus guttulatus, conocido en realidad como caballito del Mar Mediterráneo, que, a diferencia del recién hallado, posee un hocico más largo.

Por su parte, el caballito de mar de hocico corto es más típico de aguas subtropicales del Atlántico oriental, desde las Azores hasta Canarias, «donde es el que más se ve», apunta, aunque también está en el Mediterráneo. De hecho, dentro de la Región, el fotógrafo ha visto ambas especies -y ambas protegidas- en lugares como Cartagena o La Azohía. «Pero en el Mar Menor nunca se había citado. Es una especie nueva».

El ejemplar con el que se encontró Murcia Requena era una hembra adulta cuyo vientre lucía hinchado, repleto de huevos y, por lo tanto, sexualmente madura, que quizá anduviera buscando pareja para la reproducción. Las hembras de los caballitos de mar depositan sus huevos en el vientre del macho, que es quien los cuida hasta el parto.

Además, cuenta, estas hembras de H. hippocampus necesitan una temperatura superior a los 16°C para la liberación de los ovocitos maduros, aunque su máxima eficiencia es a los 21°C, «y, desde luego, el Mar Menor cumple con esos requisitos. Aunque los caballitos de mar, en general, tienen intervalos amplios de tolerancia a la temperatura del agua», agrega.

Murcia Requena sopesa que otras personas puedan haber visto antes a esta especie pero que les haya pasado desapercibido, porque para identificarlo «tienes que tener un poco de conocimiento». Pero él, que ha escrito varias publicaciones sobre la fauna del Mar Menor y ha capturado cientos de fotografías, no tiene duda gracias «a una especie de cuerno encima del ojo y por ser más pequeñito», y detalla también que «ya solo su comportamiento lo delata, ya que es muy nervioso, es puro nervio, va de un lado para otro, se acuesta en el fondo, sube...». Pero también se mimetiza mucho mejor que su congénere: «dentro de los maestros del camuflaje es de lo mejor que hay», lo alaba.

El hallazgo fue de todo punto inopinado. «Lo vi porque miré un alga, y allí estaba. Al final, son horas de buceo, la vista se te hace y detectas animales que otros no ven", deja caer.

Para el buzo, «se trata de una cita interesante para un ecosistema único en el mundo. Le da alegría al Mar Menor, una riqueza más que puede tener. Al final, son especies que aguantan muy bien los cambios de salinidad y temperatura. Pueden estar en zonas estuáricas, en lagunas costeras. Los 16 ºC en verano son una temperatura normal en el Mar Menor, y aún más altas, así que en esas condiciones las hembras podrían tener muchos huevos y madurar muy bien y ser fértiles».

Y recuerda que en el momento del descubrimiento «flipé en colores, de verdad. Al final, en el Mar Menor buceas muchos años, haces muchas inmersiones, y ya es muy difícil encontrar algo relativamente nuevo; para mí fue un bombazo».

VISIBILIDAD DE CUATRO METROS

Murcia Requena está deseando volver al agua. ¿Qué cómo está el Mar Menor? «Me han enseñado imágenes de estos días de Los Urrutias, una de las zonas más sensibles, y estaba sucio pero la visibilidad es de 3-4 metros, que para mí, en primavera y con el agua bastante verde, está muy bien. Calculo que en La Manga será de 8-10 metros», avanza.

Emilio Cortés, director técnico del Acuario de la Universidad de Murcia y con larga trayectoria en el manejo de este grupo animal, es más comedido. Desde su perspectiva, la presencia de este pez «no es positiva ni negativa, sino consecuencia del problema que sufre ahora mismo el Mar Menor», ya que la entrada del ejemplar «ha tenido lugar por la bajada de salinidad” que se está detectando en este paraje desde septiembre del año pasado. Esta especie siempre ha sido muy sensible a la salinidad lagunar, pero «debido a que ahora ya no nota esa diferencia", ha podido entrar. Y es que en el Mar Menor se han llegado a medir 45-46 gr/l, «que es una salinidad bastante alta; el Mediterráneo está a 38-39 gr/l", compara, pero ahora mismo se sitúa incluso por debajo, alcanzado valores de unos 37 gr/l. «Que la salinidad del mar Menor esté por debajo de la del Mediterráneo favorece el paso de especies», recalca.

Por todo ello, cree que «es un indicador de que las condiciones no son las adecuadas, que están cambiando». El hecho de que la especie pueda quedarse en el Mar Menor cuando éste recupere sus condiciones sería bueno; «lo que interesa siempre es tener la mayor biodiversidad posible», defiende. Ahora bien, «la experiencia, lo que nos dice es que en el Mar Menor la especie que ha aguantado H. guttulatus, que es la más dura y la más fuerte. Si el Mar Menor recupera sus condiciones, entiendo que no permanecería en la laguna. A pesar de todo, si fuese un cambio lo suficientemente espaciado en el tiempo, cosa que espero que no suceda, podría llegar a adaptarse».

Algo parecido ocurrió con la nacra (Pinna nobilis), que pudo entrar cuando empezó a bajar la salinidad del agua, hace ya años. Aquí encontró un hueco y se quedó, llegando incluso a convertirse en un importantísimo reservorio de la especie, que está amenazada en todo el Mediterráneo por la expansión de un protozoo que está diezmando sus poblaciones. Sin embargo, este nuevo descenso de la sal ha provocado que, ahora, también el parásito pueda entrar, y varios ejemplares ya han caído enfermos.

CURIOSIDAD:

Esta especie está citada en un libro de 1979 'Ictiología del Mar Menor', de Fernando Lozano Cabo, pero todo apunta a que se trata de una confusión ya que aparece como único representante de este género en el ecosistema, cosa que no se ajusta a la realidad. En esa época, además, se capturaban muchísimos ejemplares para su venta. Por lo demás, «el libro es una maravilla», detalla Murcia.

En todo caso, «el encuentro de un solo ejemplar tampoco es significativo», aclara el investigador. Podría haber entrado por otras causas, como enganchado en una red. Lo significativo sería encontrar muchos ejemplares de esta especie. «Pero creo que va a ser un hallazgo puntual porque todos esperamos que vuelvan las condiciones originales, que el mar Menor recupere su salinidad original, que es una de sus características fundamentales, lo que le hace ser lo que es», apunta el biólogo. De hecho, recuerda que esa salinidad era aún más elevada cuando El Estacio estaba cerrado. Su apertura en los años 70 fue una de las causas de la actual mediterranización de este ecosistema.

Pero, si se queda, ¿podría hibridarse? Es algo que ocurre en cautividad. Murcia Requena se recrea pensado que quizá ya hayan hibridado antes en el Mar Menor «y que sean esos caballitos que yo he visto alguna vez, que te hacen decir “¡qué raro!”, y no te parecen del todo ni uno ni otro porque comparten rasgos de las dos especies. Pero también pueden ser individuos extraños sin más”, suspira. Para Cortés, la hibridación, efectivamente, sería posible, «pero los híbridos de estas especies no suelen ser viables y, de serlo, su descendencia muchas veces ve disminuida tanto su resistencia como su capacidad de adaptación».

Habrá que estar atentos, por si aparecen más ejemplares del impulsivo caballito de mar de hocico corto fijado a un alga o a una planta, o tumbado momentáneamente sobre el lecho, en el interior del ecosistema del Mar Menor.

Todas la imágenes: cortesía de Javier Murcia Requena.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.