El reciente episodio de lluvias torrenciales sufrido hace tres semanas en una amplia superficie de la Península y Baleares ha tenido consecuencias alarmantes y desastrosas para muchas de las poblaciones por las que ha pasado. Sé que cuesta dejar aparte los fallecidos, las viviendas anegadas, los desbordamientos de ríos y ramblas, la imagen de la presa vomitando agua para conjurar el peligro, el barro, las grandes piedras, los coches y los contenedores arrastrados y esparcidos desordenadamente por las calles, mostrando el poderoso rastro de la corriente. Pero fuera de esta estampa, que es una catástrofe sin paliativos, una vez que se puede mirar todo ya con cierta distancia, un paseo por los campos muestra una notabilísima vitalidad reforzada. Y es que en la naturaleza, la llegada de agua puede vivirse como una oportunidad.

Lo primero que se intuye es un tapiz verdoso en los suelos, hasta hace apenas una fechas grises, marrones y desnudos. Las herbáceas están surgiendo con fuerza y pintan y verdean los campos, que se llenan lo mismo de saltamontes que de pajarillos. Verdecillos, jilgueros y otras pequeñas aves revolotean buscando alimento, vegetal o animal. Y no son los únicos. No en vano, las charcas formadas tras la borrasca y que todavía permanecen han permitido también proliferar, mal que nos pese, a nuevas poblaciones de mosquitos -a la par que de libélulas-, y ahí, al quite, pueden verse, además de pájaros, a numerosos murciélagos, que estas noches vuelan bajo.

Estas charcas formadas en los campos y en las sierras son magníficas también para los anfibios, que tan mal lo tienen en este ambiente semiárido en el que pueden no ver la lluvia durante años. Los nuevos remansos temporales de agua son un respiro. Allí podrían reproducirse o, simplemente, para las especies más ligadas al líquido, subsistir más plácidamente dejando por unos días de lado el estrés (hídrico).

Me cuentan, y veo por las redes, que El Hondo, el humedal alicantino, está espléndido y es un espectáculo de vida. Leía hace unos días en la página de FB El Hondo que, aparte de la incomodidad del barro que aún no se ha despejado, "al haber tanta agua por la zona, las aves se han dispersado por todos los lados y es un espectáculo dar una vuelta por las huertas alrededor del parque y encontrar flamencos, garzas y demás fauna al lado de los pueblos que lo rodean". La naturalista Carmen Álvarez, que con tanta generosidad nos ha prestado sus fotos de la zona para este post, nos descubre sobre una de ellas que "el pajarillo es un correlimos de temminck, es un limícola que sólo se ve en el paso de la migración y en contadas ocasiones. ¡¡Había unos 30!! eso es bastante raro". Porque estas grandes borrascas, además de rellenar charcas permanente y abrir otras temporales, suelen traen consigo especies que se despistan o que pierden las fuerzas, y que recalan en estos lugares para descansar. Salir al campo estos días puede ser un descubrimiento.

El fartet, ese pequeño y curioso pez endémico del litoral mediterráneo español y del que la Región es vigilante de algunos enclaves estratégicos, puede verse afectado de dos maneras opuestas según, precisamente, el hábitat que ocupe. Curiosamente, la situación puede resultar notablemente favorable para las poblaciones del litoral, las que se encuentran en el entorno del Mar Menor, como Marchamalo, Calblanque o las inmediaciones del Carmolí; las que habitan la zona somera de la propia laguna y establecen pequeñas poblaciones en algunas marinas y playas -su amplio rango frente a la salinidad es una de sus sorprendentes cualidades-, o las pertenecientes a los proyectos de restauración que se hicieron en la zona de La Hita, incluso aunque éstas hayan podido verse afectadas. Para todas ellas, éste es un momento de expansión en el que el animal puede colonizar nuevos ambientes, según me cuentan diversos expertos. De hecho, se considera que siempre ha utilizado episodios similares con esta importantísima finalidad. Por ello, aunque pueda experimentar una desaparición o extinción local en algunos de estos puntos, no parece motivo de preocupación. Da gusto saber que un pez tan pequeño tiene una capacidad de resistencia tan grande.

Otro asunto son sus poblaciones de interior. La presente en el río Chícamo merecería una revisión, pues es probablemente la que puede haberse visto más afectada, "su estatus era lamentable, con datos muy escasos y poco confirmados sobre su presencia en los últimos años desde las riadas de hace cuatro o cinco años", subraya el profesor Francisco José Oliva Paterna, que trabaja en el departamento de Zoología y Antropología Física de la Universidad de Murcia, y para quien el fartet es una de las especies objetivo en el seguimiento de la comunidad de peces que realizan en el área perimetral de Mar Menor desde hace un par de años. Igualmente apunta que en Rambla Salada se había establecido una población, probablemente producto de alguna introducción no controlada, que presentaba un buen estado, pero que con la DANA (depresión aislada en niveles altos) puede haber desaparecido. La del Chícamo es la población que más me preocupa: allí las precipitaciones fueron muy intensas y el cauce se modificó, pudiendo arrastrar a los ejemplares. Esperaremos a recibir noticias de ambas.

Precisamente encontramos otro ejemplo de la acción sobre el sustrato provocada por las aguas violentas, que vuelven siempre a sus recorridos naturales, en la citada Rambla Salada. Me puso en alerta Vicente Hernández Gil, inspector de Educación, naturalista y doctor en Biología ("por ese orden", me bromea), cuando detectó una serie de cambios. Así, observó cómo la corriente ha arrancado la base del terreno en una curva, formando nuevas paredes verticales de marga blanda que, a su vuelta, podrían ser utilizadas para nidificar por especies como los vistosos abejarucos o los aviones zapadores... "Estos materiales, con este clima, hacen ecosistemas muy cambiantes", detalla. Hernández Gil recuerda que "en la gestión de Rambla Salada se modificó artificialmente el cauce, porque erosionaba el talud de su anagrama, y no pareció conveniente, cuando debería haberse dejado el curso natural", estima. Ahora, el aporte detectado es el natural de una avenida, al que se le sumó el del trasvase que se rompió y alcanzó esta zona. Miguel Angel Núñez, presidente de la asociación La Carraca y enorme conocedor de la zona, defiende que "el cauce de Rambla Salada, y seguro que muchos otros, han ganado en naturalidad, y tras un evento así aumenta la amplitud de hábitats para muchas especies". Algo semejante a lo que ocurre después de un incendio con algunas especies como las jaras, cuyas semillas aumentan la dispersión al verse afectadas por el fuego, compara. Y le viene a la cabeza que una gran riada como ésta, por ejemplo, favorece la dispersion de semillas a otros espacios, incidiendo así en su función de corredor ecológico. "En el caso de los taludes ahora, además de haberse desmoronado, muchas zonas están reblandecidas, por lo que muchas especies de aves y de invertebrados podrían horadar con relativa facilidad". En este sentido, recuerda que en el Embalse de Santomera entre 1991 y 1995 hubo una colonia de avión zapador que, siguiendo su dinámica habitual, se trasladó a otro sitio. En cuanto al lecho del cauce de Rambla Salada, alberga "mucho más optimismo de que algunas especies típicas invernantes en los años 80 y 90 recuperen su presencia, como los correlimos común y menudo, cerceta común y el chorlito dorado, además de las agachadizas". Ese efecto podría deberse a la riada y a la suma de otras causas, como suele suceder en la naturaleza. Al respecto, lamenta que la infraestructura que más altera el Paisaje Protegido es el canal del trasvase. "Si se eliminan por completo las filtraciones, es una buena noticia. Por otra parte, puede que algunas balsas de riego y conducciones de riego se hayan rajado, y eso es peor. Al ser una riada tan potente, los lechos de arcilla, gravas y arenas que se forman por separado también son más grandes, lo que crea hábitat menos fragmentados". Por ello, un seguimiento de la zona se revela como necesario. Pero sigue habiendo cabida para más optimismo: "lo más interesante es que el matorral salino ha reducido su cobertura a niveles de menos del 10 % y yo espero que eso permita a la estepa salina recuperar algo de hábitat, ya que la salinidad en breve volverá a subir a niveles altos", apunta.

A todo esto, no entro en el tema del Mar Menor. Y no lo hago por varias razones, entre ellas, porque hay mucha información sobre su estado en concreto, porque seguiremos hablando de él en artículos dedicados expresamente a su problemática y, sobre todo, porque creo que la laguna habría soportado la llegada de limos de una tormenta como ésta si no fuera porque estaba ya saturada de tierras y agroquímicos que han desvirtuado su equilibrio y su poder de recuperación, por lo que su degradación actual responde, más que a la gota fría, al maltrato que lleva soportando durante años; en definitiva, a la acción humana, no a la de la naturaleza.

Por lo demás, os invito a salir a pasear y contemplar en estos días nuestros paisajes cambiantes, vivos y agradecidos aunque sea tras el paso de una DANA.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2019-10-06

 

  • Una espectacular toma de El Hondo. Imagen: Carmen Álvarez
    Una espectacular toma de El Hondo. Imagen: Carmen Álvarez.
  • Muchas lagunas, permanentes o temporales, están estos días a rebosar. Imagen: Carmen Álvarez
    Muchas lagunas, permanentes o temporales, están estos días a rebosar. Imagen: Carmen Álvarez.
  • En el humedal alicantino de El Hondo, estos días se han juntado hasta 30 correlimos de temminck, una especie difícil de ver. Imagen: Carmen Álvarez
    En el humedal alicantino de El Hondo, estos días se han juntado hasta 30 correlimos de temminck, una especie difícil de ver. Imagen: Carmen Álvarez.
  • A la izquierda, la imagen de la curva socavada por el nuevo cauce (en rojo). A la derecha se aprecia el talud -en las proximidades del aula de naturaleza-. La charca es lo que queda del viejo cauce, cuya corriente lamía la base, con riesgo de perderse por la erosión. Imágenes elaboradas por Vicente Hernández Gil
    A la izquierda, la imagen de la curva socavada por el nuevo cauce (en rojo). A la derecha se aprecia el talud -en las proximidades del aula de naturaleza-. La charca es lo que queda del viejo cauce, cuya corriente lamía la base, con riesgo de perderse por la erosión. Imágenes elaboradas por Vicente Hernández Gil.