Para mí, la procesionaria del pino siempre ha tenido su puntillo. Tan denostada por el poder urticante de sus pelillos, a la pobre casi no le dejan sitio donde estar tranquilamente. Y no es del todo culpa suya: la presencia de pinos (para ella, alimento) tan pegados unos a otros es demasiada seducción como para no disponer de ellos. Y así, sus poblaciones se han disparado en un bosque en el que ya estaba mucho tiempo atrás...
Y tiene este bicho sus cosas curiosas. Para empezar, su ciclo de vida dura un año, o varios, si las condiciones no son favorables, viviendo media vida en el pino (fases de mariposa, huevo y larva -la oruga-) y otra media bajo tierra (la pupa).
Las polillas son nocturnas, ellas más grandes que ellos, apenas viven un par de días, se reproducen y ya tenemos el lío montado. De hecho, parece que ponen sus huevos en la misma jornada en la que han emergido. Las pequeñas orugas nacidas de un mismo nido primigenio quedarán unidas unas a otras mientras sigan siendo larvas por señales químicas, rastros de seda y contactos corporales (en el vídeo se ven éstos muy bien).
En un momento dado hacen el gran nido de invierno -los bolsones que tan bien se ven en la punta de las ramas-, del que entran y salen simplemente retirando mechones de seda, sin haber orificio específico. Al salir, finalmente de noche ya que cada vez son más nocturnas evitando así depredadores activos durante el día, deben dejar un rastro en la hoja, para poder encontrar el camino de vuelta tras una buena cena.
Cuando la temperatura se sitúa por encima de los 10ºC (ojo al calentamiento global), comienza la procesión, descendiendo a lo largo del tronco o bien, más curiosamente, dejándose caer por un hilo de seda, que también pueden hacerlo. Estad atentos, porque estamos en fecha de que esto ocurra.
Todo apunta a que la oruga líder es una hembra (vamos, que lo será de adulto), que guía a sus hermanas hasta un terreno blando en el que enterrarse. Cada una se hace un hueco a unos cinco a 20 cm y las hembras terminarán por rendir más o menos huevos según lo bien (o peor) que se hayan alimentado cuando fueron orugas.
Y claro, si luego sobreviven muchas y lo hacen en pinos que están en los paseos habituales de la población, lo normal es que, desde el punto de vista del paseante se le considere plaga, aunque algunos científicos discrepen. Así, en el artículo "La procesionaria no mata árboles", Diego Gallego, doctor en Biología y experto en plagas no la veía como tal. Y como él, cada vez más científicos defienden que los árboles, si no están debilitados por otras afecciones, sobrevivirán al paso de la voraz -que lo es- oruga.
Nombraba Gallego como depredadores especializados de la procesionaria a los cucos y críalos, y recordaba que su presencia depende de las poblaciones de urracas, ya que preferentemente parasitan sus nidos. Por entonces, la urraca no era muy abundante en buena parte de la Región de Murcia, pero de un tiempo a esta parte cada vez hay más. Quizá sea una buena noticia para los temerosos de la procesionaria, en tanto que puedan promover una mayor presencia de estos dos depredadores especializados.
Como ellos, hay otros, sobre todo pájaros -se citan en el vídeo junto a otros grupos-, y también tienen parásitos que la atacan, y hasta se está valorando la importancia de los murciélagos, muy valiosos por ser nocturnos, igual que lo son en gran medida las larvas de procesionaria, y de ahí su alto potencial depredador, como detalla Emili López Sebastián en su Tesis Doctoral sobre este insecto, al que el doctor, por cierto, sí considera plaga...
Quizá algún día la lucha biológica (mejor que química, que ya hemos visto cómo afecta a otras especies), el impulso a la biodiversidad de sus depredadores, y la reestructuración del bosque en favor del matorral consiga acabar con el exceso poblacional y restablecer el natural equilibrio, y ya no sea tan fácil ver las curiosas filas de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa). Por si ese momento llega, os dejamos este simpático vídeo que tomé, como podéis imaginar, tumbada en el suelo, mientras la fila serpenteante, sin saberlo, cruzaba como un rítmico tren delante del objetivo.
Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2019-02-18