El futuro de la floración de Cieza, entre las razones científicas y las económicas
La Floración de Cieza es un espectáculo paisajístico cuyo nacimiento se debe al trabajo de los agricultores, que a lo largo de los años han plantado, cuidado y recolectado distintas especies de frutales de hueso y las han distribuido en parcelas que cada primavera se encienden con vistosos colores. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, algunas de las estrategias necesarias para evitar los daños de las heladas sobre las variedades tempranas han originado episodios de contaminación del aire así como molestias y daños a una población por momentos más sensible a estas prácticas. Los vecinos se quejan a menudo en las redes sociales y en otros medios de que la capa de polución causada por la quema de pacas de paja cubre los campos, alcanza al pueblo y causa problemas respiratorios. En vista de ello, algunos técnicos sopesan que quizá podría repensarse la apuesta que se hizo en su momento por estas variedades, implantadas en su día con la idea de poder sacar la fruta antes al mercado y hacer más competitivo al sector.
Antonio Manuel Martínez Yepes, graduado en Ingeniería Forestal y del Medio Natural (d), cree que la solución pasa por recuperar las variedades más tardías en las zonas más propensas a las heladas e incluso atreverse con otras especies. “La idea de introducir variedades más tempranas no es mala, pero siempre y cuando no se sufran estas heladas”, apunta Martínez Yepes, quien también ha cursado el Grado Superior en Gestión y Organización de los Recursos Naturales y Paisajísticos.
El error radica, según su punto de vista, en pretender competir con áreas como Mazarrón o Águilas, y otras fuera de la Región, como Huelva o Sevilla, donde crecen sin problemas melocotoneros con una floración incluso anterior a la de Cieza, “cuando no se puede competir porque nosotros estamos a cien kilómetros de la costa y tenemos un clima distinto, con más heladas que las que tienen en esas áreas”, apunta. Por algo, dice, le llama la atención que las que ahora llaman variedades tardías eran las únicas que él conocía de pequeño. “Entonces no eran tardías, eran las normales para la época”, deja caer.
De una postura semejante es Jesús García Brunton, investigador coordinador de equipo de Fruticultura del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida). En su opinión, una de las claves del éxito de cualquier cultivo es que esté adaptado a la zona, climáticamente hablando. “Lo que ha ocurrido este año no es una cosa anormal en la historia de la zona. De hecho, en febrero es muy normal que haya heladas, solo que este año han sido incluso más intensas de lo normal. Una posible coherencia con la situación climática que podemos tener es la de cambiar las variedades más tempranas por otras”, apunta.
Aunque a la vez expone que “también es cierto que hoy, por diversas circunstancias, al agricultor lo vamos encauzando hacia cosas que son más fáciles de vender, que maduran antes y por tanto no necesitan tanta agua... No hay que olvidar el punto de vista del productor”.
García Brunton detalla que incluso con las nuevas variedades mejoradas y con todos los sistemas antiheladas, “este año muchos agricultores han tenido daños. Si una helada es de intensidad muy alta y dura mucho, los sistemas antiheladas no lo aguantan. Y el daño no es el mismo cuando la planta está a uno bajo cero, que a seis bajo cero. Los sistemas antiheladas funcionan hasta un cierto nivel, y cuando hace realmente mucho mucho frío y las flores están en estados muy sensibles, el sistema antihelada no puede evitar que haya daños, y es lo que ha ocurrido este año”.
En todo caso, defiende que “existen razones técnicas y científicas para decir que efectivamente muchas de las cosas que allí se cultivan quizás no se deberían cultivar; pero hay razones económicas para decir que ese tipo de productos tiene éxito donde se está cultivando siempre que no haya heladas. Y el que quiera arriesgar, no hay inconveniente por que lo haga”.
Martínez Yepes, que es de Cieza y de familia de agricultores, ha experimentado las consecuencias de la quema de paja. “Los días de helada ves una neblina sobre el paisaje, pero no es niebla, es la contaminación”, describe. Sabe que, al igual que el recurso de la parafina, es contaminante. Existen otros sistemas antiheladas, como el uso de rociadores, que consiste en mojar la flor para que se genere una capa de hielo que la cubra. El frío del interior del carámbano es constante y menor que el que, según el aviso meteorológico, va a caer sobre los árboles. De esta manera, aísla a la flor del mayor frío exterior y la protege. Pero no todos los productores podrían pasarse a este sistema. Primero, por cuestiones económicas, ya que necesita una infraestructura importante que algunos pequeños agricultores no pueden afrontar. Y, después, porque todos los productores tendrían que poner el sistema en marcha a la vez, es decir, que se juntarían muchos usuarios tomando agua al mismo tiempo, y eso conllevaría a una bajada del cauce insoportable para el Segura, explica el técnico. En este aspecto coincide con Rafael Domingo, catedrático de Producción Vegetal de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) y especializado en la aplicación más eficiente del agua a través del riego localizado. Domingo opina que puesto que el suceso les ocurre prácticamente a todos a la vez, “si te llega el aviso de riesgo de helada, se tiene que poner el sistema de riego que llaman 'de cobertura total', es decir, que todo tiene que funcionar al mismo tiempo y el nivel del agua bajaría”.
Cabría pensar que el conocido cambio climático podría rebajar la incidencia de las heladas en la creencia de que pudiera esperarse cada vez menos frío. Al respecto, García Brunton aclara que “una de las características que todo el mundo acepta a nivel científico es que el calentamiento global está dando lugar a episodios extremos, no tanto a que se caliente todo. Y este año ha ocurrido un episodio un tanto extremo, pero en realidad si miramos atrás históricamente vemos que ya se han conocido heladas en un mes de febrero. No es una barbaridad. La diferencia ahora es la introducción de variedades muy precoces que, además este año como ha hecho muy poco frío en invierno iban muy adelantadas, y eso ha provocado que estuvieran en una etapa muy sensible”. Además, Martínez Yepes detalla que “aunque tuviéramos menos heladas, podrían sin embargo presentarse como las de este año o más tardías todavía. Y si pones variedades cada vez más tempranas y resulta que puedes tener una helada hasta a principios de marzo, corres el riesgo de que se eche a perder toda la fruta temprana... así que lo mejor parece que es poner variedades más tardías en esas zonas concretas”, mantiene.
Cerezos, caquileros y granadas
Pero Martínez Yepes va un poco más allá y señala que “en vez de tener solo producción de melocotón, nectarina o paraguayos, como suele haber ahora, se puede diversificar y abrir más el mercado. Algunos estudios del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y del citado Imida indican que pueden plantarse variedades de cerezo en Cieza, o caquileros, que también tienen un buen mercado, o granada, que en mi opinión de aquí a pocos años va a tener una explosión comercial muy grande, ya que presenta un gran potencial en salud por ser uno de los productos que más antioxidantes contiene, y eso tiene mucho marketing”, explica. El cerezo, añade, ya es popular por su floración en el Valle del Jerte y podría sumarse a la floración ya existente en Cieza.
El reto es el coste económico y el tiempo necesario. “Los agricultores ven ahora que tienen una plantación que les da un dinero, aunque pueden crear un inconveniente a la población de Cieza en los periodos de helada. Y tú les dices que den un salto al vacío, un cambio hacia unos productos que nunca han vendido y que no saben si van a tener mercado o no. Por eso se necesitaría un apoyo por parte de la Administración, bien el gobierno Central, o Autonómico o el Local, para que algunas empresas, que pueden ser tanto grandes como pequeños agricultores, empiecen con el tema y den la imagen de que se pueden vender y de que tienen buen mercado, y así quitarles el miedo a aquellas personas que son más reacias”, anima.
Pero para García Brunton no es tan sencillo. Primero, porque se trata de una gran extensión. “La tendencia de los últimos seis y ocho años es que prácticamente se ha cambiado la situación. Antes, el peso de variedades normales era de un 70 u 80%, y ahora es al contrario, de un 20 a un 30%. Por eso el daño que ha habido ha sido muy grande en cuanto a superficie afectada”, advierte.
En la introducción de los cerezos, en particular, discrepa “porque no todo es cuestión de paisajismo” e incluso considera que “no tienen el mismo atractivo, la diversidad y policromía que presenta la floración del melocotonero es mucho más espectacular”, defiende. A eso añade que “si se pone cerezo, hay que estudiar cómo se cultiva. Cieza es una de las zonas productoras de melocotonero más intensas de toda España y la importancia del cultivo del melocotón es enorme aquí. Esa medida supone cambiar un cultivo clásico por otro que, además, demanda una gran mano de obra, así que a nivel práctico lo veo problemático. Quizá podría ser una medida parcial, en un pequeño porcentaje”.
Por su parte, Rafael Domingo, que es también profesor de Fitotecnia de la UPCT, señala que no cree creo que haya una solución a modo de panacea, sino la necesidad de integrar toda una serie de condiciones. “Aunque parezca mentira, dentro de un área que puede ser de no grandes dimensiones puede haber condiciones o microclimas que a lo mejor se escapan a las heladas. Las zonas llanas, las de ladera o de valle no tiene por qué usar las mismas estrategias. Cada caso requiere unas soluciones y en eso tiene que haber expertos que contemplen todas esas peculiaridades o particularidades”, concluye.
Variedades Tempranas
“Las ventajas de las variedades extratempranas -que salen a finales de abril o primeros de mayo, cuando no ha llegado el calor- es que entran muy pronto en el mercado y los precios son espectaculares”, explica Rafael Domingo, catedrático de Producción Vegetal de la UPCT. Además, el consumo de gua es menor porque la fruta sale muy pronto. A ello se suma que, a partir de que es recolectada, empieza un mantenimiento en el que se puede recortar el uso del agua. Sin embargo, compara, en las variedades medianas o más tardías hay fases críticas que coinciden con unas condiciones del clima que presentan temperaturas más elevadas. Es ése momento en que el melocotón, la nectarina o el tipo de fruta de hueso en cuestión empieza el rápido crecimiento, y ahí no puedes recortarle el agua, detalla el experto.
A vueltas con las malas hierbas
Para el ingeniero forestal Antonio Manuel Martínez Yepes, la agricultura en Cieza está "un tanto industrializada" y cuesta mucho implantar prácticas con visiones más modernas. En este contexto, describe que “no vas a ver un campo en el que el suelo no aparezca esquilmado, sin una mala hierba, sin nada de verde, porque piensan que las malas hierbas le quitan el agua y el abono a la arboleda. Pero no es así porque el árbol tiene una raíz muy profunda, mientras que la de las hierbas es muy superficial”. Por contra, defiende que las llamadas malas hierbas desempeñan un papel fundamental “al disminuir la insolación del sol en el suelo, evitar que haya más evapotranspiración y, con ello, reducir el gasto en agua”. Apunta además que aportan materia orgánica y evitan la erosión causada por las lluvias fuertes, y añade que son un refugio para la microfauna buena, “como la mariquita que se come la plaga de los pulgones, o frente a los mosquitos”, pone como ejemplo. Asimismo, lamenta que se fumigue para quitar estas hierbas y plagas, “no tiene sentido porque los bichos malos se vuelven resistentes y los buenos se van”, dice evocando la visión de los melocotoneros sobre un tapiz herbáceo que ha contemplado en sus viajes a La Provenza. “En mi opinión, estas hierbas te ayudan más de lo que te perjudican, así que de mala hierba, nada. Están ayudando a los agricultores, pero muchos no lo ven así”, se apena.