Un insólito bando de casi un centenar de cigüeñas bancas (Ciconia ciconia) que sobrevoló ayer los parajes de Moratalla (Región de Murcia) causó un enorme revuelo en la población, poco acostumbrada a grupos tan grandes de estas aves. De hecho todo apunta a que se trata del mayor grupo de esta especie que ha cruzado la Región del que se tenga noticia.
Según relata Jesús Rodríguez, conocido naturalista de la zona perteneciente a la asociación Descubriendo Moratalla, las cigüeñas "estuvieron cicleando sobre los tejados de la zona próxima al cementerio, para después posarse, algunas, en torres del tendido eléctrico y otras continuar valle arriba del río Alharabe". Un grupo pasó la noche en el casco urbano, y por la mañana tanto Rodríguez como su colega Cristina Sobrado fueron tras los animales, para conocer algo más de su inusual paso.
Así, esta mañana la experta ha podido comprobar que, finalmente, en vez de seguir Alhárabe arriba, como pareció que llegaban y seguirían, han subido por el valle del Benamor. Ella ha seguido el curso del Alhárabe hasta el Campo de San Juan en bicicleta, y Rodríguez (autor de varias de las imágenes que ilustran esta entrada) ha salido a eso de las 06:30 h, antes de que las aves se levantaran, y las ha seguido al menos hasta Archivel. "¡Van a todo trapo!", le ha comentado antes de ver cómo continuaban, sin detenerse, su camino.
Sobrado explica que se trataba de ejemplares en viaje migratorio hacia el sur, probablemente al África subsahariana. "Estos grupos tan grandes son rarísimos por aquí, donde suelen verse individuos aislados o de menos de cinco ejemplares. Un bando tan grande nunca lo habíamos visto por aquí, ejemplares sueltos sí, pero nunca tantas", insiste, y detalla que un experto mencionó ayer en un grupo especializado de Ornitología que de un bando tan grande no había datos en la Región. Rodríguez, además, puede comparar porque "grupos de estas dimensiones sí los he visto en la zona de Tarifa, cuando he participado en el Programa Migres de conteo de aves planeadoras migratorias, a finales del verano".
Por ello, "ha sido un suceso que todo el pueblo ha seguido no sin cierta emoción. A nosotros nos subió a buscar a mi casa -y tenemos el camino pelín fastidiado- un señor que no conozco, para avisarnos porque no sabían de qué aves se trataban pero sí que era un hecho extraordinario. No se lo voy a poder agradecer lo suficiente, porque acabábamos de llegar a casa, y aunque las teníamos debajo, no estábamos en la calle y nos lo hubiéramos perdido", se alegra Sobrado.
La experta puede suponer que "en su viaje, aunque las aves 'usan' vías conocidas por ellas, tienen que sortear elementos que las obligan a improvisar, como tormentas, vientos fuertes, o buscar alimento, por ejemplo, y si desaparecen lugares donde tenían costumbre de parar a comer, pues no les queda más remedio que cambiar la ruta mínimamente". También es cierto, añade, "que el municipio es muy grande, y que este bando tan espectacular ha pasado la noche prácticamente en el casco urbano. Si lo hubieran hecho en cualquier cañada, no se entera nadie".
En todo caso, habrá que estar atentos a ver si el suceso se repite en años próximos, por si se debiera "a variaciones importantes en sus lugares de paso habituales y que ahora cambian por pasar por aquí".
Para Cristina Sobrado, la experiencia ha sido genial: "me encanta esta época por estos regalos, pero qué vida tan brutalmente dura para los juveniles. Aquí, o apruebas, o el suspenso supone morir; y las aves chiquititas... peor aún", se lamenta.
"Recuerdo un viaje que hicimos en septiembre a Marruecos desde Murcia, siguiendo el final de la migración. Las golondrinas caían en la arena de las playas africanas como muertas tras cruzar el estrecho, exhaustas. Yo pensé que estaban muertas o muriendo, hasta que poco a poco comenzaron algunas a aletear de nuevo y, en poco tiempo, volvían a volar y a alimentarse. Fue una bofetada de realidad para mí, que tenía una visión mucho más romántica de todo este proceso. Es sobrecogedor por lo trágico. Nosotros, como especie, no seríamos capaces de sobrevivir a algo así sólo con nuestro físico generación tras generación, desde luego, y nos creemos mejores", compara.
No haber podido seguir el rumbo del extraordinario bando durante un trayecto mayor le ha dejado, sin embargo, otro hallazgo feliz: "lo que me he encontrado hoy es un paso migratorio de abejarucos importante, en dirección al Campo de San Juan desde el Campo de Béjar. Otros años se concentran sobre el embalse de la Risca grupos numerosos a alimentarse antes de seguir camino", deja caer.
Eso sí, además de la contemplación del espectáculo, no puede evitar su tendencia hacia la ciencia, y ahí deja el dato de que una de las aves portaba una anilla de PVC en la pata derecha, de lectura a distancia. Seguramente indagarán y darán con la procedencia del ejemplar que, con casi un centenar de hermanas, han cruzado los cielos de Moratalla en un fenómeno singular hasta la fecha.
Mónica Rubio, bióloga y periodista
2018-08-14