La Región de Murcia está como nunca. Las lluvias de primavera le han sentado fenomenal y eso puede verse, por ejemplo, en lugares tan inesperados como la Boquera de Tabala, el humedal más grande del municipio de Murcia, que hace unos días -un par de semanas ya que lo visitamos- estaba incluso más verde que en nuestras visitas invernales.

Hasta allí nos fuimos Susana Noguera y una servidora -que está aprovechando 'a pajera abierta' la desgracia de la ausencia laboral para nutrirse en conocimiento de campo-. Se trata de un lugar que conocemos bien, donde en otras ocasiones hemos sido asombradas testigos del siempre hipnótico ballet celeste de miles de estorninos centelleantes. Unos cien mil, bicho arriba, bicho abajo, que contamos entre unas cinco personas. Ése fue uno de los espectáculos más memorables (fue en enero de 2018, y desde entonces no se ha vuelto a repetir) y que refuerzan la necesidad ya conocida de preservar el humedal. De hecho, está protegido por el Plan General Municipal de Ordenación de Murcia como 'Área de Sensibilidad Ecológica'. Y lo merece.

Pero es que, además, por allí hemos oído al búho real, hay huellas de gineta -refrendadas por la gran Luisa Abenza-, numerosos bandos de gaviotas nos cruzan en sus traslados vertedero-dormidero, surca en vuelo rasante el aguilucho lagunero en su época y una bandada ruidosa de grajillas, en esta ocasión ausente, llama habitualmente nuestra atención auditiva desde las paredes de la sierra del Cristo, que oculta al otro lado a la población de Zeneta y hacia la derecha penetra en la Comunidad Valenciana, donde finalmente declina. Y me reservo otros hallazgos para entradas posteriores.

Es un hermoso saladar. Un humedal típico del Sureste ibérico que se caracteriza porque el agua se encuentra muy cerca de la superficie del suelo, denominado criptohumedal. Las manchas blancas que suelen surgir en determinadas fechas son indicadoras de la enorme carga salina del terreno. La vegetación está adaptada a ello. En esta última visita nos ha sorprendido su verdor, la frescura y exuberancia de su vegetación. Allí competían en lozanía y altura -mucho más altos de lo que recordábamos de otras visitas- los carrizos y juncos, con grupos de tarays sobresaliendo aquí y allá, además de áreas de salao, almarjo y siempreviva; y el albardín sobre las margas.

Es cierto que el sustrato ya se entreveía seco, y en las calvas que dejaban algunas plantas las grietas hacían su aparición. En invierno, sin embargo, gran parte de este suelo está anegado y acoge a cierta variedad siempre bien recibida de limícolas y ánades.

El nombre de esta área protegida es más extenso del que he citado. Se denomina 'Área de Sensibilidad Ecológica de la Boquera de Tabala y Cabezo Negro”. El Cabezo Negro es un volcán apagado que cierra el paso hacia el sureste. Cuentan que en su interior encierra geodas (reconocibles por un corazón hueco tapizado de cristal brillante) y un bello mineral llamado calcedonia. Y que en las laderas crece palmito, esparto y el cambrón así como variados líquenes. A pesar de tantas incursiones en el enclave, aún no hemos subido. Lo anoto como actividad pendiente en la agenda, pues todo lo narrado me resulta muy atractivo. Y así será, no en vano posee también la protección de Lugar de Interés Geológico y fue propuesto como Monumento Natural por la Comunidad Autónoma de Murcia, pero no sé en qué quedó la cosa. Lo cierto es que tiene relevancia nacional, porque su material rocoso está recogido en el Anexo VIII de la Ley 42/2007, donde lo describe como “contextos geológicos de relevancia mundial”, lo que a su vez anuncia ya su importancia internacional, hecho refrendado desde que este valioso relieve fuera reconocido en el Proyecto Geosites, de la Unesco, donde aparece entre los lugares de interés geológico más importantes de España a nivel mundial. El bocado que le falta se debe al triste e ilegal intento de extracción de este material, denunciado y paralizado en su día.

No es la única agresión que ha sufrido este humedal, que vio también menguada su extensión por unas obras. No me imagino cómo podría ser de bonito todo este lugar antes de que, como denunció la Asociación de Naturalistas del Sureste en su día -año 2009-, fuera "enterrado un tercio del saladar protegido [...], afectando a las zonas con mejor estado de conservación", y de que las plantaciones ganaran terreno a la vegetación silvestre.

Como nota negativa, basura y escombros se están adueñando de algunas zonas, un mal extensivo a muchos otros puntos naturales y que parece de difícil solución.

Y así, con un fabuloso recuento de identificaciones, abandonamos Susana y yo un lugar sereno y generoso, donde siempre disfrutamos y para el que ya tenemos fecha de vuelta reservada en el calendario.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2020-08-12

 

  • Al fondo a la derecha, el Cabezo Negro, al que debemos una cita
    Al fondo a la derecha, el Cabezo Negro, al que debemos una cita.
  • Parte de los cien mil estorninos que vimos en 2018
    Parte de los cien mil estorninos que vimos en 2018.
  • Dos de los sugerentes dibujos en el aire formados por los estorninos
    Dos de los sugerentes dibujos en el aire formados por los estorninos.
  • Tabala inundada en otras épocas, en una imagen de años atrás
    Tabala inundada en otras épocas, en una imagen de años atrás.
  • En esta imagen, de otra época, se pueden apreciar otros tonos más amarillentos del humedal
    En esta imagen, de otra época, se pueden apreciar otros tonos más amarillentos del humedal.