En plena carretera del puerto del Garruchal nos encontramos hace unos días un gran ejemplar de camaleón común, cruzando con su proverbial lentitud.

Paramos para retirarlo, lo manipulamos lo justo para ver que estaba bien -no pareció un macho, por el grosor de la base de la cola, ¿puede ser?-, y lo soltamos al otro lado de la calzada, en dirección a la rambla hacia donde se encaminaba. Ni nos acordamos de hacerle buenas fotos. Cada vez me apetece menos toquitear animales a los que nuestra presencia no ayuda gran cosa, una vez realizado el gesto de auxilio.

Me pongo a releer sobre la especie y veo que las cosas no están del todo claras. Hay quien afirma que apenas descienden de sus árboles y que solo lo hacen para el celo, para la puesta unas semanas tras la fecundación, y ocasionalmente para trasladarse de una zona arbórea o arbustiva a otra. Otros autores citan, sin embargo, que se mueven a menudo por el suelo -por ejemplo, buscando la arena caliente de El Portús-. Creo que esto merece un reportaje aclaratorio sobre la especie, que seguramente guarde más secretos.

Por supuesto, otro momento clave en el ciclo vital de este reptil es el nacimiento, que tiene lugar en época estival cuando, al cabo de casi un año, surgen de las cavidades donde la madre depositó unas decenas de huevos. Pequeños y agotados por el esfuerzo de excavar, se dirigen rápidamente hacia un árbol. También leí en su día que era el único momento en el que pueden verse dos machos en el mismo pie arbóreo, toda vez que son extremadamente territoriales, y muy solitarios, salvo en el emparejamiento.

Quizá hayamos pasado ya el grueso del periodo reproductor, que se prolonga de julio a octubre, si bien a principios de noviembre pueden tener lugar las últimas puestas. Recuerdo, por haber confeccionado un artículo hace mucho tiempo, que las hembras de camaleón común tienen un altísimo porcentaje de muerte en esta época y en el momento del desove, ya que gastan muchas energías excavando los túneles para depositar los huevos y estos suponen un peso enorme en relación al tamaño de la madre.

Así que si el otoño es una estación delicada para ellos, y en otoño estamos, aprovecho para recordaros que permanezcamos muy atentos al asfalto durante nuestra conducción, y en parajes naturales, conduzcamos des-pa-ci-to, como viven los camaleones.

Que tengáis unos buenos días de fiesta.

Fuentes:

 

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2024-11-01