La leyenda de que los lobos estiran su garganta y aúllan apasionadamente a la luna llena en las entrañas del bosque es universal y ha salpicado a otros cánidos. Resulta comprensible: la icónica imagen del poderoso depredador recortada contra el astro nocturno tiene mucha fuerza, pero poco de realidad. Que se sepa, los lobos no aúllan significativamente más cuando hay luna llena, y los zorros ¡todo lo contrario! A los pequeños raposos, de costumbres mayoritariamente trasnochadoras, parece no gustarles la luna llena, prefiriendo las noches más oscuras.
Ello se debe a que la negrura les proporciona mejores oportunidades para capturar conejos, según la Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Razón que se puede aplicar con holgura en gran parte de la Península. También lo menciona López Casares en un trabajo de 2019, centrado en los carnívoros del Atlas marroquí, así que todo apunta a que allí la cosa funciona igual que aquí: "la actividad nocturna del zorro se ve aumentada en las noches sin luna, cuando las condiciones de caza son mejores", dice.
Al conejo se lo come casi todo el mundo, desde serpientes a aves como el milano o el azor, pasando por mamíferos entre los que se cuentan el meloncillo o la gineta. Pero no se lo ponen fácil a nadie: sus condiciones naturales les permiten alterar sus costumbres y, por ejemplo, pueden ir haciéndose más diurnos si perciben mayor riesgo de ser depredados de noche, lo que obligará a nuevas adaptaciones al pobre zorro, que en este caso suele arreglárselas buscándose presas menos energéticas pero más fáciles de atrapar.
Pero, sobre todo, la oscuridad es un providencial manto para los zorros cuando comparten territorio con el ágil y musculado lince. Y es que, según la misma Enciclopedia Virtual, "el lince se mueve menos en noches oscuras". "La actividad nocturna de los linces aumenta cuando avanza el ciclo lunar y conforme disminuyen las horas de noche con luna (posiblemente asociada a un cambio en los patrones de actividad de los conejos)", se describe de forma más poética en el trabajo Diez años de conservación del Lince Ibérico, de la Junta de Andalucía. El gran gato es altivo y señorial, y no le gusta que haya competidores en sus dominios. Un lince no tendrá problemas en atacar, y matar, a un zorro sólo para dejar claro que ése es su territorio, sin llegar a comérselo. Así que mejor no asomar mucho el morro cuando anda cerca, y mucho menos si hay una hermosa luna cuya luz rebotada te puede dejar en evidencia. Ya habrá noches más propicias. Cuando el lince entra en escena, el zorro, el pobre, de nuevo, se ve obligado a alterar sus costumbres para no coincidir con él.
El astro de plata completará su ciclo el 31 de octubre, con la segunda gran luna llena del mes. Para ver a un zorro quizá os venga mejor la siguiente luna nueva, que se producirá el 15 de noviembre -que cae en domingo- o el 15 de diciembre -martes-. No es que en este plenilunio de final de octubre no se le pueda ver -¡¿quién no se ha encontrado con un zorro a las cinco de la tarde?!-, es sólo que, seguramente, os resulte más difícil. ¿Pero y si dais con un lince?...
20-10-30