Investigadores de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) han publicado un artículo que muestra cómo las partículas de pequeño tamaño suspendidas en el aire, de efecto nocivo para la salud y causantes de enfermedades cardiopulmonares, se multiplican por el uso de sopladores para limpieza viaria, según informa la institución docente en una nota de prensa.
El estudio publicado recoge las mediciones realizadas durante 104 días en la calle Jiménez de la Espada de Cartagena, que recogen picos de presencia de partículas PM2,5 y PM10 coincidiendo con el paso de operarios de limpieza utilizando sopladores. De media, estos equipos aumentan un 60% la presencia en el aire de partículas PM2,5 y un 70% las PM10. El peligro de estas partículas está en su tamaño, susceptible de penetrar por las vías respiratorias más allá de la laringe, en el caso de las gruesas (PM10), y llegar hasta los bronquiolos, afectando al intercambio pulmonar de gases, en el caso de las finas (PM2,5).
La investigación partió del Trabajo Fin de Máster en Ingeniería Ambiental y de Procesos Sostenibles de Raquel Revuelta Morales, dirigido por José María Moreno y codirigido por Stella Moreno. El artículo científico ahora publicado está firmado por la ya exalumna, sus directores de TFM y los también investigadores de la UPCT Isabel Costa, Daniel Bañón y Belén Elvira.
Los sopladores levantan a su paso las partículas nocivas y generan un efecto que los investigadores han denominado “onda del polvo” y que afecta durante cuatro minutos a las zonas por las que pasan. “Un minuto antes de que pasen ya se aprecia el incremento de partículas en suspensión y no vuelve la normalidad hasta dos minutos después de su paso”, detalla el investigador José María Moreno Grau, quien considera “una insensatez” levantar el polvo del suelo, que debería aspirarse directamente.
El polvo que los sopladores remueven a velocidades de hasta 200 kilómetros por hora incluye compuestos cancerígenos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, generados por la combustión de los vehículos, y también partículas fecales de origen animal y granos de polen perjudiciales para la población alérgica.
Los autores apuntan, además, a los efectos contaminantes de los sopladores que utilizan motores de gasolina y a su alto impacto acústico. “Las zonas de bajas emisiones que las ciudades de más de 50.000 habitantes están obligadas a instaurar deberían comenzar con la prohibición del uso de estos aparatos”, razona Moreno Grau.
“Los trabajadores que utilizan estos sopladores son quienes están más expuestos a sus nocivos efectos, pues están contínuamente dentro de la onda de polvo y rara vez utilizan mascarillas adecuadas para evitar inhalar las partículas contaminantes”, añade por su parte Stella Moreno.
Las partículas en suspensión que remueven los sopladores pueden afectar a las personas no sólo por vía respiratoria, sino también a través del proceso digestivo de alimentos en que se hayan depositado, de ahí que los investigadores incidan en el peligro del uso de estos aparatos junto a establecimientos donde se dispensa comida. De hecho, la investigación fue posible gracias a la colaboración del dueño de una tienda de alimentación, que fue quien registró el paso de los sopladores.
La UPCT, consciente de las inconveniencias y molestias que causan estos equipos, restringe su uso por parte de las contratas de limpieza a los horarios con menor afluencia de estudiantes y personal en los campus.
El artículo ha sido publicado en la revista científica Air Quality, Atmosphere & Health.