Cada vez más ciudadanos en España quieren dar el salto al autoconsumo en sus hogares pero todavía se retraen ante la profusión de leyes, términos, datos técnicos y diversidad de situaciones a las que enfrentarse. En esta aventura, ir en compañía supone una ayuda no solo para adentrarse en un mundo desconocido, sino también para beneficiarse colectivamente de mejores condiciones en las inversiones de tiempo, esfuerzo y dinero que este salto conlleva. La solución es sencilla si se sabe cómo afrontarla, y recibe el nombre de Comunidades Energéticas.

La Comunidad Energética es la fórmula que la normativa española ha ideado para que un grupo de personas puedan producir y utilizar conjuntamente energías renovables de proximidad. Este grupo de personas pueden organizarse de diversas maneras: como asociación, fundación, cooperativa o consorcio, por ejemplo, y echar a andar. Pero «este concepto es nuevo y aún no ha calado en la sociedad», lamenta Emilio Ballester, presidente de la Fundación Desarrollo Sostenible (FDS), una entidad con larga experiencia en el asesoramiento en este campo en la Región de Murcia, y centrada en el apoyo a la creación de Comunidades Energéticas desde que esta figura surgiera hace apenas dos años.

El asesoramiento gratuito que presta la FDS para la creación de estas entidades allana los obstáculos de un camino lleno de incertidumbre, arrojando luz sobre los pasos que hay que dar. Entre otras acciones, propone una hoja de ruta, ayuda con el papeleo, los trámites y las licencias, sopesa la adopción de una forma legal e impulsa la búsqueda de financiación o la coordinación de actuaciones.

Si bien los ciudadanos son el núcleo de estas Comunidades Energéticas, en ellas pueden participar también Pymes y Ayuntamientos. Esta circunstancia puede suscitar inquietud entre posibles usuarios, pero «no va a existir un voto preponderante», tranquiliza Ballester, quien asegura que la toma de decisiones es siempre colectiva.

De este modo, los miembros de la Comunidad Energética van a decidir qué necesidades comparten, qué tipo de energía generar y consumir –solar, aerotermia, geotermia…–, qué instalaciones van a establecer, dónde se van a situar… Todo lo que se necesita para el autoconsumo. La labor de la FDS también se emplaza en esta parte del trayecto, aportando de nuevo información, asesoría o ejemplos ya consolidados.

Múltiples ventajas del autoconsumo colectivo

Producir y consumir de forma colectiva tiene múltiples ventajas, recalca el experto. La primera y más estimulante es que estas entidades pueden recibir una financiación de hasta el 60% del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico -mientras que la financiación individual alcanza el máximo del 30%-. A ello se unen factores como el mejor aprovechamiento del espacio para las instalaciones, el control sobre su funcionamiento o la competitividad de los precios de compra de los equipos o de compraventa de kilowatios.

La creación de una aplicación informática disponible para todos los miembros con la que supervisar la generación de energía así como el consumo individual y colectivo impulsa la participación activa y consciente de la ciudadanía en la utilización de energías renovables.

En su vertiente más social, además, una Comunidad Energética puede adoptar un planteamiento de solidaridad para familias en situación de pobreza energética o en riesgo de exclusión social y acordar una política de precios con bonificaciones para estas circunstancias especiales. En este sentido, a lo largo de todo el proceso, un buen estudio de cada caso puede dar solución a las distintas realidades que surjan en el interior del colectivo.

«Las necesidades de consumo energético las vamos a tener siempre», ahonda el experto, quien agrega que producir y consumir energías renovables de proximidad es uno de los objetivos de las Comunidades Energéticas, al que se suman otros dos: promover el ahorro y la eficiencia energética, y abogar por la movilidad sostenible, en los que la FDS también ayuda a avanzar.

Aunque la normativa es joven, la Fundación ya ha supervisado la creación de la Comunidad Energética Local de Murcia, que reúne a unos 200 usuarios de Joven Futura, Guadalupe, Torreagüera y San Ginés y que ha sido reconocida por el Gobierno central como uno de los mejores ejemplos del país. En todo caso, Ballester apunta que no es imprescindible un número tan alto de miembros para constituirse, y anima a dar el paso porque «esto interesa a cualquier ciudadano consumidor de energía», subraya.

Implicarse en esta asesoría es «el colofón de todo un proceso afrontado por FDS. El desarrollo sostenible lo podemos llevar a cualquier ámbito de la vida, pero algunos ejes son más transversales y poseen un mayor potencial de generar cambios. Entre ellos está la educación y, en este caso, la energía». Esto, además, «posibilita poner la energía renovable al alcance de todos», se felicita Emilio Ballester, presidente de la FDS (695 631 025), quien espera poder asistir a la creación de numerosas Comunidades Energéticas en la Región de Murcia en un futuro cercano.

Todo este trabajo desarrollado por la Fundación Desarrollo Sostenible está avalado por la colaboración con el Instituto para la Diversificación y Ahorro Energético (Idae) dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) y apoyado por los fondos de la Unión Europea.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2024-14-01

 

  • Emilio Ballester, delante de una instalación fotovoltaica en el centro medioambiental Fuente de Columbares, sede de la Fundación Desarrollo Sostenible, de la que es presidente
    Emilio Ballester, delante de una instalación fotovoltaica en el centro medioambiental Fuente de Columbares, sede de la Fundación Desarrollo Sostenible, de la que es presidente.