La naturaleza nos ofrece en ocasiones imágenes inconfundibles. Entre ellas, por su tamaño y forma, se encuentran los nidos de flamenco. Un regalo de la vida que se puede observar algunos años en el entorno del Mar Menor y que hay que contemplar de lejos, pues estas aves son muy sensibles a las molestias y un acercamiento podría echar a perder el delicado proceso reproductivo.
Este año estamos de suerte. Una pareja de flamenco común (Phoenicopterus roseus) ha construido un nido la semana pasada en el humedal. Francisco Picón, naturalista de larguísima experiencia en la Región de Murcia, ha tenido la fortuna de localizar no solo el nido, tan reconocible gracias a su peculiar forma de volcán, sino que ha observado y fotografiado a un miembro de la pareja en posición de incubación. «En los 45 años que tengo casa en San Pedro del Pinatar, es la primera vez que veo que unos flamencos hacen el nido y éste estaba totalmente hecho. Y en un momento dado, vimos cómo uno de los adultos se sentó sobre el nido, a modo de incubación. El gesto puede responder a la presencia de un huevo o a los retoques de la construcción», relata.
Los flamencos «hacen nidos de vez en cuando en San Pedro del Pinatar», señala Gustavo Ballesteros, coordinador del Proyecto LIFE Salinas y descubridor de dos puestas en el interior del espacio salinero, con un huevo cada una, en 2020. Según el Atlas de las Aves Acuáticas del Mar Menor y Humedales de su Entorno, del que es uno de los firmantes, esta ave ha intentado también anidar, sin puesta, en 1994 -cuando hubo 17 nidos-, en 1999 y en 2000. Un trabajo del CSIC expone que en España la construcción de esta estructura se inicia habitualmente entre finales de febrero y principios de marzo. Ballesteros apuesta también a que esta fecha es tardía: «en julio, los pollos ya están volando», de modo que una observación a estas alturas no da pie a pensar ya en una nueva generación.
El nido detectado por Picón se ubica en una «zona alejada y casi inaccesible», condiciones que se deben respetar para la salvaguarda del intento de anidación. El naturalista lo observó en la distancia gracias a un telescopio, a primera hora de la mañana, parcialmente oculto a la vista tras unas matas. Una pareja de adultos se situaba a los lados del cono truncado, y el momento en que uno de ellos se acomodó sobre el mismo fue más revelador.
Forma de volcán o cono truncado
Identificar un nido de flamenco es fácil. Construido con barro obtenido del humedal, suele tener una peculiar forma de cono truncado o "volcán", a veces con un surco alrededor de unos 20 cm de profundidad efecto de la extracción del material para la construcción, y es bastante grande -como lo es la especie-. El mismo trabajo del CSIC -Vertebrados Ibéricos- describe que en zonas húmedas puede medir de 25 a 40 cm de alto. En cautividad, en el Bioparc de Fuengirola, hablan de más de medio metro de altura, y detallan que "tras poner el huevo, las aves comienzan a dar forma de volcán a sus nidos aumentando su tamaño". El diámetro de la base también viene a ser de 25-40 cm. Los nidos construidos en zonas arenosas son de menor altura, detalla el CSIC, y los localizados en terrenos secos o rocosos suelen consistir en raspaduras en el terreno.
Lo confeccionan juntos macho y hembra. Sobre la cima depositan habitualmente un único huevo, dos en ocasiones, blancos y ligeramente alargados.
La pareja también se alterna para la incubación durante aproximadamente un mes - estando los machos más tiempo de continuo sobre el nido-. Los pollos, curiosamente, permanecen en el nido los primeros 2-3 días de vida. Son seminidífugos y hacia la cuarta jornada ya se desplazan acompañados por un adulto.
Como en circunstancias normales la anidación se produce en grandes colonias de cientos o miles de individuos, el humedal se llena de multitud de alegres crías. Ello posibilita que el polluelo, ya andarín, al cabo de unos diez días se incorpore a las agrupaciones de pollos llamadas guarderías, que permanecen vigiladas por algunos adultos mientras la mayoría de los progenitores se alejan durante las horas de luz para alimentarse. De tanto en tanto, al cabo de varias jornadas, los padres vuelven para alimentar a las crías.
Sin embargo, en este caso, Picón y su acompañante, Fabio Flechoso, director del Parque Nacional de los Picos de Europa y autor de un par de las fotografías, no detectaron más nidos alrededor, lo que dificultaría sobremanera una posible crianza, tal y como deja caer Ballesteros.
Vistoso cortejo
El flamenco común es monógamo, aunque cambia fácilmente de pareja de un año para otro. El vistoso cortejo, previo a la construcción del nido, «es habitual todos los años» en algún rincón de los humedales de San Pedro del Pinatar y sus proximidades, agrega Ballesteros, doctor en Geografía.
La época de emparejamiento es, cómo no, muy visible en esta especie, en la que ambos adultos participan de las llamativas danzas. Una de las figuras más repetidas es la que ha captado también recientemente en la misma zona Julio Mas, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Este 'paso' del baile se conoce como “postura de alerta”, y en él los dos miembros de la pareja permanecen quietos de pie, con las alas completamente abiertas y el cuello estirado, mientras mueven la cabeza de un lado a otro. Lo peculiar en este caso es que habitualmente, en España, estos cortejos se despliegan entre los meses de octubre y abril, por lo que aquí vamos, de nuevo, tarde.
A pesar de tener varias circunstancias en contra, Picón no descarta la ilusión de un alumbramiento de flamencos, inédito hasta la fecha en la Región. Podría tratarse, sopesa, de una puesta de sustitución por incubación fracasada en un primer intento, por provenir de una colonia malograda en otro lugar, por circunstancias climáticas, por la expansión que está experimentando la especie...
No adentrarse en las motas
En todo caso, el flamenco común es un ave muy sensible a las molestias causadas por la presencia humana en las colonias de nidificación, pudiendo provocar su abandono. Si se observa comportamientos de cortejo o nidos en forma de volcán, nunca hay que acercarse a los animales.
En el Parque Regional de las Salinas de San Pedro del Pinatar, la cartelería advierte claramente de la prohibición del acceso a las motas. Aún y todo, todavía algunos visitantes deciden hacer caso omiso de estos avisos y acceden a los brazos de tierra, con el consiguiente peligro para los flamencos y otras aves, de mucho menor tamaño, que depositan sus huevos y crías directamente sobre el suelo y son muy difíciles de distinguir hasta para los ojos de los especialistas.
Se sabe que hay otras afecciones que también interfieren en la procreación, como los vuelos en avioneta a baja altitud, lo que actualmente se correspondería con vuelos de drones, una actividad inadecuada en estos espacios.
Así pues, ante la enorme suerte de detectar la construcción de un nido o de observar gestos de incubación, por mucho interés y emoción que el fenómeno despierte, lo mejor es dejar distancia entre los espectadores y las aves y darles toda la tranquilidad, reposo, confianza e intimidad que necesitan en ese primoroso momento que es la procreación.
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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2023-07-27