Fuimos hace unas semana a visitar los terrenos de nuestro querido garbancillo de Tallante, esa planta singular y protegida que vive misteriosamente asociada a los terrenos volcánicos del entorno de Tallante, en Cartagena (Región de Murcia, España), ¡y sólo aquí y en ninguna otra parte del planeta! Nos alegró ver que estaba bien representada, con rosetas de varios tamaños cuajadas de frutos, en cuyo interior se guardan las semillas que aseguran el futuro de la especie. Pero el ascenso nos sorprendió por la contundente forma en que el paisaje había sucumbido a la entrada de una poderosa invasora, el gandul. Toda la ladera, de lado a lado y hasta la altura en la que aparecen los almendros, estaba completamente invadida.

Al inicio de la andadura, a los pies del Cabezo Negro de Los Pérez, no nos dimos cuenta, ansiosos por saber cómo estaría el garbancillo (Astragalus nitidiflorus), al que tanto tiempo y esfuerzo se le ha dedicado desde la Universidad Politécnica de Cartagena y el Gobierno regional. Pero al poco de empezar el camino, en la convexa pendiente, nos vimos envueltos en un verdadero bosquete de gandules. Y gandules de buen tamaño, con el tronco recio y engrosado, con sus hojas lustrosas y flores amarillas, acompañados de brotes por todas partes, como heraldos de la amenaza que no tienen visos de detenerse.

Rodeados de gandules tomamos el camino de la izquierda, en el que pueden verse huellas del pasado volcánico y virulento. Los gandules habían crecido con fuerza en ambas orillas, nuevas plántulas salpicaban la vereda y jóvenes arbolillos impedían la vista de algunos de los bellos e interesantes hitos del sendero, que tan bien nos explicó en su día el profesor Ignacio Manteca. De hecho, tuvimos que retirar algunos de los ejemplares que no dejaban distinguir el hueco de una bomba volcánica y cuyas robustas raíces, pensamos, podrían acabar por desmoronar el vestigio.

Originaria de Sudamérica, el gandul (Nicotiana glauca), catalogada como planta invasora, se ha extendido rápidamente en el sureste peninsular, al igual que lo hace, en general, por el Mediterráneo. El problema es que crece muy rápidamente, pudiendo alcanzar un porte notable en poco tiempo, como pudimos comprobar aquí y en otros puntos de la Región, pues aparece con mucha facilidad en solares abandonados en la ciudad, descampados en el extrarradio y edificios no muy persistentemente atendidos. Produce miles de semillas que aprovechan prácticamente cualquier circunstancia para propagarse: la caída por su propio peso, el viento, el agua, los animales y, me dicen, en concreto en esta zona, por el ganado que transita de aquí para allá. Enredadas en sus patas, las semillas viajan y son depositadas en terrenos por explorar. Y es una planta que aprovecha bien el agua de lluvia, tan necesaria para los ciclos del garbancillo.

El impacto visual es patente. El campo ralo que conocimos ha dado paso al boscaje actual, salpicado de verde y de campanillas amarillas. Y parece que afecta a todo el secano del oeste de Cartagena. "Estamos acostumbrados a otro paisaje, a otras especies, 'las nuestras', y de pronto llega ésta, que es exótica e invasora y lo invade todo y, por lo que se puede leer en los libros, alarma mucho", explican fuentes de la Universidad Politécnica de Cartagena, que, sin embargo consideran que "por su sistema radicular y su hábito de vida, el gandul no compite con el garbancillo de Tallante (en la imagen de la derecha) y no creo que vaya a ser una especie que le cause problemas", sostienen.

"Por lo que hemos leído y aprendido tiempo atrás, podría parecer en primera instancia que la alarma está justificada", agregan, pero detallan que ante nuevas lecturas sobre especies exóticas invasoras "en este caso en concreto cuya presencia no lleva costes asociados, no es para alarmarse tanto".

Eso sí, hay que saber que este gandul es una planta muy tóxica tanto para el hombre como para el ganado y los animales de compañía, pudiendo, en los casos más graves, ocasionar la muerte.

Por nuestra parte, habiendo confirmado que desde la UPCT conocían el caso, dimos también aviso a los agentes medioambientales para que ejercieran las actuaciones que consideraran pertinentes. Y así, dejamos atrás la ladera de gandules con la sensación de la labor bien hecha y en la confianza de que unos y otros estarán vigilantes para la salvaguarda del pequeño garbancillo de Tallante, que más arriba, superado el límite de las invasoras, al cariño de los almendros y sobre su querido suelo volcánico, encara un nuevo ciclo con muy buenos augurios.

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RELACIONADO: Garbancillo de Tallante: una semilla entre el volcán y el agua (15 Ago. 2013)

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2020-11-03

 

  • Tres primeras imágenes: panorámica de la espectacular invasión del gandul en la ladera del cabezo
    Tres primeras imágenes: panorámica de la espectacular invasión del gandul en la ladera del cabezo.
  • Segunda imagen de la panorámica
    Segunda imagen de la panorámica.
  • En primer plano, los nuevos retoños, que pronto alcanzarán un buen porte
    En primer plano, los nuevos retoños, que pronto alcanzarán un buen porte.
  • La planta ha superado el borde superior del sendero
    La planta ha superado el borde superior del sendero.
  • Vestigios de una bomba volcánica, que habían sido ocultados por los gandules
    Vestigios de una bomba volcánica, que habían sido ocultados por los gandules.
  • Altura de algunos ejemplares
    Altura de algunos ejemplares.
  • Nuevos brotes de la invasora naciendo con fuerza
    Nuevos brotes de la invasora naciendo con fuerza.
  • Las orillas del camino, invadidas por el gandul
    Las orillas del camino, invadidas por el gandul.
  • Una roseta de garbancillo de Tallante del año anterior, cuajada de frutos
    Una roseta de garbancillo de Tallante del año anterior, cuajada de frutos.