¡Qué energía tienen los lirones y las musarañas! Cuánta vitalidad en tan poquito cuerpo. Y qué discreta su presencia, a pesar de su notable encanto y de las simpatías que despiertan cuando los vemos en los documentales de naturaleza.
¿Ah, pero, hay lirón careto aquí? Pues lo hay.
Lirón careto y musaraña gris son, de hecho, las dos especies que han caído este domingo en las trampas que la Asociación Meles ha instalado en un par de parajes murcianos con el fin de completar un censo de micromamíferos, en el marco del proyecto Semice de monitoreo a gran escala en el territorio nacional.
Acudí como voluntaria a uno de sus llamamientos con el pensamiento de que vería, con suerte, algún topillo y mucho ratón -estos los veo sin esfuerzo en los paseos vespertinos cerca de casa- y más ratas que otra cosa. Pero no hay que arrimar el hombro solo en las actividades promisorias de belleza y viandas. Sorpresivamente, quienes respondimos con nuestra presencia a echar una mano y a aprender de los profesionales ese día disfrutamos de un buen número de lirones caretos, con su campechana cara atravesada por el antifaz -algunos bien regordetes y otros juveniles y pequeños, unos más tranquilos y otros revoltosos-, y de una única musaraña.
Aprendimos cómo se capturan -y el significativo precio de cada trampa-, el cuidado de su manejo y la posible transmisión de enfermedades, los detalles del pesaje, medición y sexado, y su diferente marcado: con un pequeño crotal -una pieza metálica- en la orejilla de los lirones, y pintando de color la cola o el babero en las musarañas. Así pueden saber si se recapturan, en qué trampas caen y la distancia que hay entre ellas, y detalles diversos de la evolución y vida de estos ejemplares.
El censo es laborioso para sus gestores. El trabajo comienza bien temprano. En este protocolo disponen de 36 cajas trampas metálicas en cada uno de los parajes, repartidas a varios metros de distancia unas de otras, y las tienen que revisar a lo largo de tres jornada seguidas. Cada trampa lleva su número de identificación, y en cada jornada hay que inspeccionarlas todas. Si la portezuela está abierta, es que los animales no han sucumbido al gustoso olor de una pasta de harina, aceite y atún depositada en el fondo del tubo. Si está cerrada, ¡premio!, ha caído uno -aún no sabemos qué- que se habrá acomodado en la bola de algodón mullido añadida para esquivar el frío de la noche. Las trampas con inquilino se recogen y se llevan a la mesa de trabajo portátil, sobre la que se disponen la libreta para apuntar, la balanza, los guantes, las bolsas de plástico transparente para sacar a cada animal, los crotales y el aparato para su colocación, la pasta señuelo y algodón de repuesto.
Hay que tener cierta práctica para coger a estos animalillos bien amarrados por la parte posterior del cuello porque "son todo pellejo, se revuelven y se escurren", como relata Iluminada Pagán, de Meles, que maneja a un lirón que, con dulce mirada, apoya sus patitas en los dedos de la bióloga y, de pronto, se arranca a mordisquear la punta del guante con más fuerza, furia e insistencia de lo que una se puede imaginar.
Tras la manipulación, tan breve como efectiva, se devuelve al animal a su trampa y se suelta en el entorno en el que fue capturado. La trampa se coloca de nuevo en el mismo punto en el que permanece a lo largo de todo el estudio, y a esperar a la revisión de mañana para ver si ha vuelto a llamar la atención de algún micromamífero. Curiosamente, en esta jornada al menos, todos los lirones han caído en uno de los espacios, una llanura de matorral adaptado a la salinidad; mientras que la musaraña ha aparecido en la ladera de una montaña cubierta de un bosque de pinos.
Siempre es interesante en estos encuentros la animada conversación entre los participantes. Los conocimientos y experiencias -y risas- que se comparten en la caminata de inspección de trampas, alrededor de la mesa de trabajo, en los desplazamientos en coche o al sentarse al almuerzo final no tienen precio.
Lirón careto y musaraña gris, los protagonistas de la jornada, son, como digo, animales simpáticos, envueltos en ese discreto encanto. Como el resto de los micromamíferos, resultan esenciales en sus ecosistemas. Son presa de rapaces y otros carnívoros, consumen invertebrados controlando su propagación y dispersan semillas. Y, a su vez, se los considera indicadores del estado de conservación de los lugares que habitan. Y seguro que guardan muchos más secretos. Meles nos lo contará en los resultados de sus estudios. Quedamos a la espera..
Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2023-11-14