El NO de la Ciencia
La pobre Ciencia ha recibido muchos noes. El No financiero es de los más conocidos. Es el de los recortes que envía a nuestros investigadores a profesionalizarse en el extranjero. Estamos viviendo asimismo el NO de las vocaciones porque, ¿para qué esforzarse en comprender y luego en investigar largamente, si va uno a ganar una mierda pudiendo hacerse millonario chillando en televisión? De pura lógica, oiga. También está el NO al revés, el de ese investigador al que pretenden contratar en la universidad por 600 euros a jornada completa y hágase usted autónomo. ¡Olé tus güevos!, que esta narradora no quiere científicos en precario, porque para discurrir hace falta tener la comida y la cena asegurada, la de uno y la de su prole, y dejémos de historias de que nos gusta el pillo español y hay que ver qué cosas se le ocurrían para poder cenar, oiga no, que aquellos pillos robaban al pudiente y aquí la cosa va al revés. Aunque, qué quieren que les diga, ahí perdemos usted y yo, y no esta mediocre universidad cosida a retales... Pero hay otro NO muy desconocido y al que desearía alabar esta noche. Es el NO de las investigaciones que descubren que ése NO es el camino. Son, igual que las que obtienen memorables resultados, investigaciones de muy larga duración, de muchos años a pocos euros y a muchas horas. En fin. Son las que pasan en silencio y por la sombra. Vamos, que usted y yo ni nos entramos. Pero son necesarias, indispensables, diría esta reportera. Porque son las que dejan el camino limpio, cómodo y expedito para que años después, cuando llegue al laboratorio el futuro investigador merecedor del insgine Nobel, el trayecto del descubrimiento final se abra ante sus ojos como el camino de losas amarillas: brillante, fácil, y con flechas que le dicen "es por ahí", frente a carteles que le indican "por aquí NO es, que ya lo probamos nosotros". Estamos pensando en salud, por supuesto, pero en lo que a nosotros nos compete, también en la invención de métodos para mantener nuestros ríos sanos, retirar el plástico de nuestros mares, descontaminar la atmósfera, o en el hallazgo de esas nuevas especies que enriquecen nuestro conocimiento. Estos anónimos invstigadores no conocerán la gloria, pero desde aquí, les enviamos un enorme y cálido ECO-RAZÓN, porque también tenían y tienen buenas razones para investigar y para recibir las subvenciones necesarias para poder hacerlo bien. Seguimos cavilando.