Bichos, antes muertos que en 3D
La salida a la venta de una colección de artrópodos ha hecho reflexionar a esta narradora estos días. De un salto, la ha transportado mucho tiempo atrás. Recuerdo que en la Universidad tuvimos que hacer un bichiaro que nos repugnó a la mayoría. Un compañero me relataba aquellos días con horror cómo un insecto se le había escapado por la casa con el alfiler atravesándole pecho y espalda y sufría solo de verlo. Creía que ésta era una práctica ya desechada, pero la realidad a veces te abofetea la cara. Debe de haber mucha gente que aún compra bichos porque la editorial ha repetido varias veces el coleccionable en los últimos años, a pesar de las críticas. Los coleccionistas los acumula para tenerlos ahí, disecados, en su casa. Y sienten la emoción de ir el domingo al kiosko a comprarlos. ¿No sería más lógico, piensa una en su ingenuidad, sentir la emoción de ir a buscarlos al monte y verlos proceder en su hábitat, descubrir sus puestas, sus guaridas, sus huellas en la vegetación..., no sé, hacer un poco de rastreador? Porque ¿qué pinta en mi casa el cadáver de un escarabajo esmeralda de Filipinas, que lo mismo me da si está cogido directamente de su entorno o ha sido criado con el único fin de matarlo y ganarse unos dineros? ¿Y si los hacemos en impresoras 3D, que seguro que salen unos bichos estupendos? Pues no, antes muertos que imprimidos. Qué quieren que les diga, para valor científico que anuncia en su publicidad me vale el cuaderno que lo acompaña, pero para valor educativo, oiga, como que no. Que lo educativo es que conozcan el paisaje donde vive ese bicho que tanto les gusta y aprendan a respetarlo; no vaya a ser que luego se lo carguen para obtener aceite de palma, por poner un ejemplo; porque lo de que matar a un bicho sale rentable ya se lo saben. Ya lo expuso en su día el Comité Español de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que la describió como “una colección antipedagógica en la que la biodiversidad se usa tan sólo como "objeto", “un tipo de comercio que en vez de promover el respeto por estos animales puede inducir a su captura o muerte para la mera contemplación o colección”. Y si lo dice la UICN, pues esta narradora ya se calla. Seguimos cavilando.