Naturaleza desde el sofá

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De un tiempo a esta parte, la naturaleza inunda nuestros televisores. Ya estaba en los anuncios de casi cualquier gama de productos, desde coches potentísimos a detergentes, pasando por todo lo que a usted se le ocurra. No en vano, la naturaleza vende mucho y bien. Pero, repetimos, de un tiempo a esta parte está ocupando otros espacios en los que aparece por todas partes de forma protagonista pero secundaria a la vez. Es como un sí pero no. Surge, por ponerles un ejemplo, en los realities de los expertísimos supervivientes extremos que se internan en una sabana africana y nos enseñan, pongamos por caso, a estrujar una caca de elefante para obtener algo de líquido que nos permita seguir vivos. O en esa selva centroamericana llena de insectos que te tatúan el cuerpo de abajo a arriba, donde conviven parejas como Dios los trajo al mundo que se lían a restregar ramajes para hacer fuego; o incluso grupos de despelotados que construyen nasas de pesca para cazar crías de cocodrilo. En fin. Y ya, el sumum es ir a buscarse pareja, despelotados también, cosa curiosa, a una isla desierta, donde, y ya lo saben los concursantes, el programa te coloca ante un ser humano con quien compartes la menor cantidad posible de circunstancias en común, por aquello de dar juego. Pero eso sí, todo ello en lugares idílicos, con aguas cristalinas, sugerentes cuevas, bellas aves y amaneceres de escándalo. Quizá ahí resida una de las claves, porque, pensándolo ciertamente, ¿cuándo nos hará falta a usted y a mí estrujar una caca de elefante para beber? o ¿cuántas veces tenemos usted y yo la intención de perdernos en la selva centroamericana? Y más aún, ¿qué necesidad tiene uno de los conductores de estos programas de machacar un hermoso cangrejo de pinzas azules para comérselo y después tirarlo al agua por su sabor repugnante? Si no te hace falta, primero porque eres experto y sabes que sabe mal; y segundo porque contigo va el cámara, el otro cámara -que te hemos oído que les hablas en plural-, el médico, si me apuran el guía local, el técnico de rodaje y hasta el experto en comunicación que te pone en contacto con el helicóptero que te recoge y os lleva a todos a comer al restaurante más cercano... En fin. Me consta que en una localización de España se negaron a rodar este tipo de programas porque se trataba de un paraje protegido y, en realidad, ¿qué sentido tiene matar animales y cortar vegetación de cualquier maravilloso lugar para que usted y yo veamos la naturaleza desde el sofá? Pero eso sí, nos gustan, algo tienen. Esta narradora tiene que reconocerlo porque, oiga usted, se ha comprado ya un chisquero de esos que hacen fuego sin esfuerzo. Qué se yo, por si me pierdo en una selva centroamericana... Seguimos cavilando.

  • Sofá/sillón + fuego de superviviencia en el televisor = chisquero en casa...
    Sofá/sillón + fuego de superviviencia en el televisor = chisquero en casa...