¿Para qué vale la formación medioambiental?
En la sociedad trepidante de hoy, haya estudiado usted lo que haya estudiado en la Universidad de turno o en las escuelas superiores, tendrá usted que actualizarse. El último descubrimiento, los nuevo conocimientos, tendencias punteras, la tecnología, cómo publicitarse... mil cosas. En la última formación que cursó esta narradora, obligada por la Unión Europea para reunificar esto de la interpretación del medio ambiente, estuvimos 500 horas juntos los cursillistas. Había allí biólogos, ambientólogos y varias licenciaturas más, gente con muchas más, pero muchísimas más de 500 horas de trabajo especializado en medio ambiente, investigadores con publicaciones científicas, y más. Y hay que estar, oiga, 500 horas, algunos ya unos señores/as maduritos/as, y en pleno calor estival, releyendo en un manual bastante peor que mediocre lo que una había visto y leído ya mil veces, para que Europa, ahora, te autorice a ser monitor medioambiental. Pero hete aquí que después de tanto sufrir y depositar tu confianza en Europa, viene la verdad verdadera en forma de ofertas de trabajo. Y, en concreto, en una oposición para monitor medioambiental, así con todas las letras, no piden más allá que la ESO, que me parece muy bien para sus cualificaciones, pero piensa una: ¿si por equivocarte y cortar una planta protegida te cae un porrón de años de cárcel, no merecería la pena tener un buen monitor medioambiental que te enseñe a identificar la dichosa plantita?, ¿o eso lo aprendes en la ESO? Y luego está aquella grandiosa oferta que una leyó no ha muchos años, en la que la administración ofertaba un puesto similar, pero valorando enormemente que los candidatos tuvieran dos carreras y vehículo propio; y además les preguntaba si tenían pareja. ¿Para qué quiere saber esto la administración?, se preguntó esta cándida narradora. Claro, luego vio que el sueldo era de 600 euros y ya sí: el pariente o la parienta te hace falta para que te dé de cenar, porque con los 600 euros no te llega para el alquiler, la luz y el agua, la gasolina, el aparcamiento y, cómo no, tu actualización formativa... Pues eso lo que vales. Seguimos cavilando.