Los ojos del entorno
Ha sacado el Seprona su balance anual de delitos contra el medioambiente. Con tanta información, tanta campaña de sensibilidad, tanta formación medioambiental en las escuelas y colegios, esperaba una que un buen año de estos la tendencia delictiva fuera dando la vuelta. Y no. Pero fíjense que igual hay un rescoldo para la esperanza, porque en lo que se refiere al número global de detenidos más imputados/investigados, en esos cinco casi hemos duplicado el número. De 1.213 en 2011 a 2.274 en 2015. Y si la tendencia de la humanidad española no es a dejar de delinquir (ya no me creo aquello de "Too er mundo es güeno"), pues quizá sí haya aumentado la concienciación general. Dice el Seprona que buena parte de los delitos los conocen gracias a la colaboración ciudadana... Ojalá nos liberemos de aquella losa del "adorable pillo español" y de la idea de que nosotros somos así. Aquel pillo español, los rinconetes y cortadillos, los lazarillos y otra gente delinquían para sobrevivir, porque se morían de hambre. Los de ahora lo hacen para reservarse para sí lo que tú podrías disfrutar. El que se lleva una orquídea te impide a ti, paseante, disfrutar de su color, su forma y su elegancia; el que pintarrajea unas rocas protegidas, te impide a ti, paseante, disfrutar del paisaje. Lo mismo quien esquilma un campo de setas o un yacimiento de fósiles, o arqueológico o se lleva a sus casas (aún) caballitos de mar. Lo hacen por egoísmo. Porque no me creo que sea por desinformación. Y quienes lo denuncian no son chivatos -horrible palabra-, son gente madura, responsable, amante del medio y concienciada. Son los ojos del entorno. Pero, ¿y si los poderes emiten una ley para legalizar lo ilegal? Hace unos años ocurrió así con los gorriones en Navarra. Una orden permitía su caza. Cuando se hace así, ni el Seprona, ni usted ni yo podremos colaborar. No podremos evitarlo, pero nos queda el reproche. Cada vez más formado y más asentado en la conciencia general. En fin, nos vamos al monte, a ver si aquí, sí, podemos ser un poco los ojos del entorno, para disfrutarlo en su esplendor nosotros, y los que vengan detrás. Seguimos cavilando.