Vida salvaje y vidas humanas
Es habitual -más lo era antes- que a los conservacionistas se les/nos atribuya cierta falta de humanidad al preferir la defensa de la vida silvestre sobre la vida humana. Y cierto es que en ocasiones se hace difícil practicar esta defensa. Este es uno de esos momentos, cuando eres testigo lejano del dramático éxodo de millones de personas que dejan su casa, sus familiares, sus recuerdos, huyendo de una guerra que frustra los esfuerzos realizados para llegar a donde estás y las esperanzas de poder desarrollar una vida normal. Es probablemente el súmmum de la injusticia. Y se te quitan las ganas de seguir trabajando. De ver si los delfines están bien, o si se nos ha ido el fartet de aquí o de allá, o que se queme un pedazo de monte... Pues que se queme, que se queme todo, un bosque tras otro, que desaparezcan todos los peces, que nos quedemos sin aves y que el aire se vuelva irrespirable. Y a ver si nos vamos todos con viento fresco de una vez. Qué más da. La gente se está matando por codicia, por ansias de poder, y desde aquí, desde este rincón de la red de redes, esta narradora no puede hacer nada. Qué importan ya los bichos y las matas... Pero no es así. Una gran parte de los conservacionistas que conozco participan también en entidades humanitarias. O han acudido como voluntarios o aportan religiosamente sus cuotas -el dinero suele ser lo que más falta hace-. Porque, en definitiva, entendemos que la salvaguarda de nuestro entorno, el local y el planetario, es también salvaguarda para la humanidad. Porque todo está relacionado. No son cosas distintas, es la misma cosa en su dos vertientes, o en dos de sus facetas posibles. Los conservacionistas, en general, defienden una naturaleza poco intervenida, en los escasos rincones en que ello es posible, y preservar unos valores naturales para el futuro, del que estarán, naturalmente, ausentes. En este sentido, la convivencia, la paz, la armonía y el entendimiento entre los pueblos no son un objetivo, son el primer escalón sobre el que se da el paso hacia la conservación. Con estos principios se entiende claramente que en este movimiento no hay lugar para las guerras, las bombas, para las masacres, para las destrucciones, la desolación, el estrago o el aniquilamiento ni de las vidas salvajes ni de las vidas humanas. A pesar de que, en ocasiones, las vidas humanas mutan en las más salvajes del planeta. Seguimos cavilando.