Amar la naturaleza o amar su disfrute
Hoy es común que casi todo el mundo diga amar la naturaleza. Pero no todos entendemos igual el concepto. Un error habitual es confundirlo con amar el uso del entorno natural para realizar una actividad. Y no es lo mismo. El que ama la naturaleza cuidará que el desarrollo de su actividad no dañe especies de plantas protegidas, no espante a las aves en época de nidada, no asuste a los mamíferos con crías o que no desnude el suelo para abrir nuevas vías de acceso. El que solo ama el uso del entorno natural para realizar una actividad, no se cuidará de nada. No es asunto fácil. Nos queda aún mucho por recorrer. Hace falta, por supuesto y aquí esta narradora la ha defendido en más de una eco-razón, fomentar la educación ambiental -y la general, cuya ausencia es madre de todos los males-. Pero estima una que eso no es suficiente, porque ¿puede el águila real esperar a que los usuarios del monte estén lo suficientemente educados para que, en una determinada época al año, respeten las cercanías de su frágil nido?, ¿y mientras, qué? ¿Y por qué a la gente le cuesta tanto obedecer a una señal de 'No pasar'? Hace unos meses, esta narradora asistió en un pueblecito de Francia a una cita de miles de asistentes que vendían y compraban sus objetos y que aparcaban en los descampados habilitados. Y que comían de picnic con su mantelito en las campas del entorno. Pasó la fiesta, se levantaron los puestos, se retiraron los coches y a la anochecida no había ni rastro de la enorme movida. Ni un papel, ni una rodada fuera de sitio, ni un resto de comida, ni un altercado. Y el pueblo durmió en su candor habitual. En este país, se organiza una romería, una carrera o cualquier evento, y una semana después puede usted realizar el itinerario siguiendo el rastro de los desperdicios... No sé cómo, pero habrá que lograr que todos entendamos que cuando no se puede, no se puede, y que la prohibición responde a una razón ambiental. Que el entorno no tiene capacidad para absorber todos nuestros impactos, y menos al mismo tiempo. Partiendo, con humildad, de la idea de que todo uso y disfrute conlleva irremediablemente algunas afecciones al territorio -un simple senderismo, también afecta-, se hace necesaria una ordenación de los usos adecuada, lógica, con fundamento, que permita combinar el disfrute del terreno, que tanto bien nos hace, con la conservación de un patrimonio natural que es de todos. Entre otras cosas, porque si perdemos el buen estado del entorno, perdemos los beneficios que nos otorga. Difícil y larga cuestión. Seguimos cavilando.