Los muertos de la naturaleza
A veces nos cuesta mucho hablar. Cuando vemos en la prensa a los refugiados huyendo literalmente de las bombas que caen sobre sus casas, el horror de sus ciudades arrasadas, sus pies en el fango; personas colgadas, crucificadas, degolladas, cabezas cortadas macabramente ordenadas para la fotografía... ¿quién puede hablar de las bondades de la naturaleza? ¿Dónde mirar que la maldad humana no lo ensucie todo? Más de un domingo hubiera preferido enmudecer y hundirme en el sofá, esperando que todo pase. Pero no pasa. Hace un mes, más o menos, asesinaron a Berta Cáceres, la líder hondureña valiente en su oposición a la construcción de proyectos hidroeléctricos, mineros y madereros en los territorios indígenas, una de las fundadoras del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh). Quería no pensar en ella, tanta es la rabia. Quería quitármela de la cabeza un día tras otro, pero ahí estaba. Y ahora veo a su hija. Le queda toda la lucha por delante. Su madre no dio la vida por proteger su tierra, se la arrebataron, que no es lo mismo. Se la robaron. Y ahora está ella allí, tan joven, recogiendo el inmenso testigo. Y nosotros aquí debatiéndonos si reciclar hoy o no, si ir a la manifestación contra el cambio climático o si revelarnos contra el impuesto al sol. Qué pequeño queda todo esto. Qué lejos queda Honduras, con sus 111 defensores del medio ambiente asesinados entre 2002 y 2014, ostentando un lastimoso récord mundial. Y qué suerte tenemos. Que no nos la roben. Que no nos quiten lo logrado. Por Berta y por todos los demás muertos en todos los países del mundo, seguiremos hablando de la naturaleza. Para hacer conciencia, para entrelazar una red en su favor, para dar a conocer todos los beneficios que nos da y que algunos pretenden expoliarnos a cambio de aumentar su fortuna. Aunque prefiramos hundirnos en el sofá. Seguimos cavilando.