Pues lo hemos pasado fenomenal este fin de semana en la Región de Murcia con la visita que nos ha hecho el reconocido naturalista y grabador de paisajes sonoros Jose Carlos Sires, referente nacional en el reconocimiento de vocalizaciones de las aves, que ha impartido un taller en el Paisaje Protegido del Humedal del Ajauque y Rambla Salada (Fortuna).
Sires recogía así el guante lanzado por Susana Noguera, activa pajarera que suele participar de cuando en cuando con sus escritos en este portal web, y que quería contar con una formación especializada. La asociación La Carraca nos ha facilitado las instalaciones, y nosotros hemos echado una mano en lo que hemos podido.
El taller, que ha durado jornada y media de sesiones teóricas y prácticas, ha sido «una iniciación y toma de contacto» al que ha asistido una treintena de aficionados, algunos incluso llegados de fuera de la Región. 'Pajareros' que hemos disfrutado de grabaciones y explicaciones pertenecientes a casi 100 especies, si bien «cada persona ha de decidir qué aves le interesan aprender y no desanimarse, porque el aprendizaje es exponencial», aconseja el experto, que es invidente desde los seis años. Lo aprendido en el aula (cantos, llamadas de contacto, de alarma, en vuelo...) se ha podido contrastar en las salidas por los alrededores de Rambla Salada y del embalse de Santomera, donde los alumnos hemos tenido la oportunidad de reconocer la “risa” de la hembra del tarro blanco, el alboroto de los vistosos abejarucos, un breve cortejo de malvasía cabeciblanca, verdecillos y verderones, un grupo de grajillas, la pagaza piconegra en vuelo o un enfado entre fochas.
Para Sires, todos podemos hacernos con los sonidos de las aves, pero «no aprendemos porque no estamos organizados de forma adecuada», advierte. Entre las recomendaciones para iniciarse, incluye que el estudiante seleccione primero un hábitat y de ahí escoja entre cinco y diez de sus especies. A continuación, antes de salir al campo, hay que empaparse de datos como conocer la apariencia física de cada ave, su fenología –cambios de comportamiento a lo largo del año–, actitudes en las distintas horas del día… y escuchar grabaciones de sus voces añadiendo anotaciones personales para describirlas. En esto, este experto tiene tal dilatada experiencia y sensibilidad que sus descripciones rozan la poesía, dejando en el aire como un hechizo... Dice del petirrojo que posee «un canto agudo, un cascabeleo, con una voz acuosa y algo trémula rematada con un pequeño campanilleo»; «es suave, dulce y algo brillante», señala de otro pajarillo, o emite «un tintineo metálico con voz cristalina», añade de un tercero, y recurre a un listado de detalles que recuerda a los matices de los buenos vinos, como «notas golpeadas, silbidos, relincho, castañeteo, ascendente, alegre, nasal, áspero, melodioso, seco, crujiente, escandaloso, aflautado…».
Sires disfruta escuchando aves y lo contagia. Se alegra así de que «en España tenemos el privilegio de albergar bastantes de las especies consideradas las mejores cantoras del mundo, y algunas están aquí, en la Región de Murcia», como la curruca capirotada, el mirlo, el petirrojo, el pardillo común, el zorzal común -reciente nidificante- y, por supuesto, el ruiseñor común.
Pero no se queda solo en lo estético, que siendo mucho es solo una parte de lo que se puede aprender de nuestro entorno. Porque «los sonidos de las aves son el lenguaje que cuenta lo que está pasando en el campo. La naturaleza es un concierto que no tiene autor y donde cada intérprete improvisa», asegura. Un concierto que relata, por ejemplo, si las parejas están en cortejo o ya están criando, si hay una depredación, o que habla de la calidad genética de los individuos. Y por eso, a este recolector de sonidos le gusta captar en su grabadora «el instante real de la biodiversidad, como un momento en que un gavilán caza a un mirlo o las golondrinas bebiendo agua».
Cambios en poblaciones en declive
Tanto es así, que el reconocimiento de las voces de la avifauna es una disciplina de gran utilidad. Gracias a sus cantos, los científicos pueden detectar si una población está en declive. «Cuando una especie de ave cantora va disminuyendo y tiene un problema de conservación, el canto también se deteriora», explica el experto. Es así porque si disminuye la calidad del hábitat, los individuos tienen que invertir más tiempo en la búsqueda de alimento o refugio, y cantan menos. A ello se une que, al haber menos hembras, tienen menos motivación para buscar pareja; y aún más, al haber menos machos también tienen menos competencia y, por lo tanto, menos motivación para cantar. Se genera así una circunstancia en la que, además, los pollos tienen menos de donde aprender. Valga como ejemplo que las poblaciones sanas de alondra ricotí –casi desaparecida en la Región- muestran unas 12 frases en sus cantos, mientras que las que están decayendo se quedan en tres o cuatro. Así pues, «quien quiera hacer buenos censos, tiene que aprender de sonidos. En según qué territorios es incluso la forma más fidedigna de hacerlo», sostiene.
Sábado y domingo, en las salidas prácticas, Sires ha recorrido el camino de la mano de Esperanza Poveda, inseparable compañera. En los puntos de escucha, ella es también su apoyo, observando con los prismáticos o tomando fotografías. El sol dominical se acerca a su cénit. Hace calor y ya la mayoría de los pájaros han callado. «Cada especie tiene su franja de emisión, es como una emisora de radio», había comparado el técnico en una de las sesiones teóricas, en la que detallaba que las aves cantan principalmente al amanecer y al anochecer porque con el aire fresco, calmo y húmedo sus llamadas llegan más lejos. Son momentos excelentes para escucharlos, y mejor aún, revela, cuando hay niebla. Sin embargo, quizá salir a la escucha sea un esfuerzo vano porque «estamos perdiendo paisajes sonoros 'a caño abierto'. Hay paisajes sonoros de hace diez años que hoy ya no están», lamentaba en clase igualmente Sires, quien ahondaba: «no se trata de salvar el planeta, pero sí podemos salvar a las especies que comparten el planeta con nosotros».
Es hora de terminar el paseo. Jose Carlos y Esperanza tienen que volver a Córdoba. Y nosotros, a casa, a repasar lo aprendido. Me quedo pensando qué ecosistema visitaré (pinar, huerta, matorral, arroyo...) y qué cinco especies voy a escoger para ir engrosando mi lista de voces de aves. Nos escuchamos en el próximo taller...
** NOTA: nos confirman que el avistamiento de una carraca durante el curso ha sido la primera observación de especie en las Salinas de Rambla Salada este año. Lo ceretifica la asociacion La Carraca en esta entrada.
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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
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