Un reciente estudio acaba de describir la relación entre el flujo de agua mediterránea y las profundidades del golfo de Cádiz, ilustrando cómo la erosión y deposición de sedimentos da lugar a la creación de las rutas de penetración del agua mediterránea hacia el océano Atlántico, según indica una nota de prensa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha participado en la investigación. El estudio puede ayudar a comprender el papel de la corriente del Mediterráneo en futuras situaciones climáticas.
El agua mediterránea es más densa que cualquiera de las aguas que se encuentran en el océano Atlántico. Esto hace que, al salir del margen occidental del estrecho de Gibraltar, se adentre en el golfo de Cádiz a gran velocidad (a menudo por encima de 1 m/s) a través de canales principales y secundarios que se han trazado a lo largo de centenares de miles de años por la misma acción de la corriente.
“La importancia de esta red de corrientes profundas no es solamente local, sino global. La razón es que durante su intrincado recorrido, el agua mediterránea se transforma y se vuelve más ligera”, indica el investigador Josep Lluís Pelegrí, del Institut de Ciències del Mar. Si no fuese por todas estas transformaciones, el agua mediterránea pura sería tan densa que alcanzaría el fondo del océano Atlántico. Sin embargo, solamente alcanza los 800-1.200 metros, convirtiéndose en una fuente de sal para las capas superiores del océano Atlántico y ayudando a mantener una circulación global muy activa, la denominada 'cinta transportadora global', que es una de las corrientes principales responsables de distribuir la energía solar sobre todo el planeta.
Así, a lo largo de 200 kilómetros al oeste del estrecho de Gibraltar, diversos canales van progresivamente separando la corriente principal del Mediterráneo en diversos núcleos que se terminan colocando a distintas profundidades según la densidad del agua. Las ramas superficiales siguen la zona superior y al final se separan como columnas flotantes. Ramas más profundas discurren por canales de la zona media y se fusionan en una cresta de dirección ascendente. Una rama aún más profunda, guiada por un canal bajo marcado por surcos transversales, experimenta corrientes a pequeña escala que discurren de manera descendente para asentarse a mayores profundidades.
El flujo salino desde el Mediterráneo hacia el Atlántico tiene implicaciones sobre la flotabilidad de las aguas que se localizan en el Atlántico norte. Esta flotabilidad determina la intensidad de la cinta transportadora global, que recorre en profundidad todos los océanos del planeta. Por tanto, las observaciones sobre cómo este flujo entra a diferentes profundidades son cruciales no sólo para precisar los patrones de circulación dentro del golfo de Cádiz, sino también para comprender la evolución futura del clima de nuestro planeta.
El estudio, que se publica en la revista Science Advances, ha sido liderado por Ricardo Sánchez Leal, del Instituto Español de Oceanografía, y cuenta con la participación de Marc Gasser y Josep Lluís Pelegrí, investigadores del Institut de Ciències del Mar del CSIC.
2017-11-16