Si os gusta la naturaleza, el birdwatching, el bicherío y demás, seguramente os resulte simpática esta idea para introducir subrepticiamente a los tuyos en el rastreo.

En la Noche de Reyes se hace cualquier cosa para aumentar la emoción de los niños. Una de ellas es dejar huellas de los pasos de los Reyes (casi resulta más fácil en Papá Noel, que sólo es uno, pero no he llegado a tiempo), o migajas de la comida con la que se les ha agasajado, o marcas de los labios en el vaso de leche/champán no del todo apurado...

La cosa es que, aprovechando que vienen con camellos, que dejan una huella singular, puedes montarte un pequeño cuadrado de arena que colocas delante de los regalos, y dibujar ahí un par de huellas de camello. Y, ya puestos, añades algunas de los animales que pueblan nuestra fauna. En atención a la edad de tus peques, el perro y el gato le resultarán más fáciles para empezar y tomar confianza con el asunto. Después, seguramente el rastro del conejo sea todo un descubrimiento. ¿Y qué me dices del caracol?

Y según dónde estéis ubicados, puedes poner unas gaviotas, una gineta, un tejón (búscala, es muy fácil de reproducir y hay por todos nuestros montes), pajarillos del parque...

Según lo desmelenada que tengas la imaginación o lo avezado de tus hijos, podrías hasta distinguir un camello de otro por una muesca, y jugar a seguir el rastro (para esto te hace falta un arenal mayor, claro está).

Si además dibujas una persecución, un encuentro... pues tendrás toda una historia que contar, un cuentacuentos de rastros y huellas, y un buen rato que pasar en casa, además de abrir los regalos. Y estaréis todos un poco más cerca de la naturaleza que continúa esperándonos ahí fuera.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2019-12-27