¿Y si al ciprés de Cartagena, sabina mora, araar, sabina de Cartagena... le llamamos definitivamente tuya mediterránea?

Es una de las propuestas -no la única ni seguramente la de más trascendencia científica, pero sí muy llamativa y la de mayor alcance popular-, que se pusieron sobre la mesa en la presentación de la fantástica monografía ‘Tetraclinis articulata: biografía, ecología, amenazas y conservación‘, publicada por la Dirección General de Medio Natural de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y que ya está disponible en volumen físicoon line.

En el Hemiciclo de la Merced, Jesús Charco García, uno de los diez autores del trabajo, postulaba esta idea en el arranque de su charla, centrada en la presencia de este fascinante árbol en el norte de África, cuna de los paisajes de mayor extensión de la especie. El doctor en Geografía fue desterrando los otros nombres con que se le conoce alegando razones como que 'araar' es un término genérico para muchas especies de la zona, que no es realmente una sabina, o que no encaja como ciprés, mientras que 'thuya' es el apelativo histórico ya citado por Plinio el Viejo y largamente usado en los países francófonos, incluyendo los norteafricanos donde la especie alcanza su más intensa expresión.

En su intervención recordaba la pérdida de terreno sufrida en el continente vecino y los pisos bioclimáticos que ocupa, describió el denso bosque que suele dibujar -clareado por la mano del hombre-, repasó las especies que lo acompañan y citaba entre las virtudes del tuyar “que se recupera muy bien de los incendios”. “En cuanto a madera, la cepa es lo más valioso”, indicó en relación a parte de los usos a los que se destina, detallando que para obtenerla “hay que arrancarla, matar al árbol. Ojito con las cajitas de araar de Marruecos...”, advertía.

Santiago Fernández Jiménez, investigador de la Universidad de Murcia, expuso las evidencias paleobotánicas de la existencia de la especie en la península Ibérica a fin de clarificar su carácter natural. Con su “labor detectivesca” escudriñando diversos microfósiles, se remontó hasta las gimnospermas (plantas con semillas desnudas) de hace 300 millones de años; pasó por las cupresáceas (familia a la que pertenece esta especie) europeas de hace 90 millones de años; saltó a las coníferas; llegó al Tetraclinis en general, evidenciado hacia el Terciario (50 millones de años); y, de aquí, al Cuaternario, nuestra edad geológica, que abarca los últimos dos millones de años, de los cuales el 80% es periodo glaciar. Por eso, sólo sobreviven algunas especies, como revelan los registros de polen fósil. Pero si se rebusca entre el carbón arqueológico se detecta, por fin, la presencia del Tetraclinis articulata, en torno a 5.000 años antes del presente, "por lo que cabe deducir que pudo ser uno de los supervivientes al frío", sostuvo.

Con todo este repaso, el botánico quiso ofrecer otra postura frente a la idea de que se trata de una especie introducida en la Península bien por los romanos o bien por los fenicios. “Vamos a intentar ser serios con las evidencias que tenemos de los registros fósiles y ver si las hipótesis que se plantean con los resultados obtenidos nos pueden decir si estas especies estaban aquí o no. Pero ya os digo que durante el Cobre y el Bronce, antes de que llegaran los fenicios, ya estaban estos tetraclinis ocupando estas extensiones”, defendió. Los estudios, añadió, demuestran que esta madera ya era utilizada y por esa razón están los carbones en yacimientos como el de Los Millares (Almería), de la Edad del Cobre, o en Los Gavilanes (Mazarrón), de la Edad del Bronce, “porque usaban la madera del tetraclinis para fundiciones y para la construcción, y los romanos también para la minería”.

Por último, Miguel Ángel Esteve recalcó en su ponencia sobre el 'Tetraclinis articulata en la Región de Murcia' que los bosquetes de las sierras de Cartagena - La Unión sean “posiblemente un paisaje en expansión debido al cambio climático... Los modelos que barajamos dicen que va a ser una de las especies que, a priori, por lo menos en este siglo, podrá verse beneficiada de esta 'africanización' del clima que estamos ya viviendo”.

Las sierras costeras murcianas tienen hoy cuatro grandes subpoblaciones de esta conífera. Se trata de su localización más al límite de distribución, "por lo que es muy interesante desde el punto de vista biogeográfico", detalló. Indicó que ocupan unas 600 hectáreas, 500 de ellas dentro de espacios protegidos, con una estimación total de unos 12.000 ejemplares en la actualidad y siendo su ubicación más importante la de Cenizas – Peña del Águila.

Esteve se extendió en las amenazas a las que se enfrentan las poblaciones regionales, entre las que citó las de origen antrópico, como las talas, mutilaciones o cortas, que han disminuido, la presión urbanística y de ocupación del espacio, y el herbivorismo, "que ha ido variando muchísimo pero que deja a los ejemplares devorados hasta casi la corteza, con aspecto de bonsáis, porque todo es comestible en las sabinas", lamentaba. Ejemplares que habitualmente han sido diezmados por herbívoros domésticos fundamentalmente, como la cabra y el ganado ovino, y silvestres como jabalí y conejo. Para el científico, "es muy importante reducir la presión de herbívoros en el Sabinar, algo que ya está en camino".

Entre los problemas de tipo ecológico valoró como fundamentales la competencia con el pino carrasco, los incendios y la avenida del cambio climático. Sobre éste, señaló que puede provocar la expansión de los bosques hacia tierras del interior, y al respecto trajo a colación, como demostración real de que esto es posible, el reclutamiento espontáneo detectado a partir de finales de los años 70 en una repoblación realizada por Codorniú en Sierra Espuña, "a modo de experimento no deliberado de que el cambio climático está ocurriendo". Pero, por contra, si este fenómeno se intensifica mucho más es posible que casi se extinga la población de la costa.

El investigador se detuvo, en concreto, en el problema de los incendios, "cada vez más importante", dijo. No en vano, “en una zona mediterránea normal no debería haber un incendio en una misma zona más que una vez cada 100 ó 200 años, eso sería lo esperable, y aquí tenemos uno cada 19 años, una barbaridad”, recalcó en relación a la zona de Cartagena. Y si bien es verdad que el tuyar rebrota con facilidad, "el problema es que se detiene la actividad demográfica". Esto es, no es ya que ese incendio supone la muerte de individuos adultos, sino que además detiene la producción de nuevos ejemplares pequeños en un nivel de miles de ellos. "Es una demografía cesante, ejemplares que tendrían que haber nacido", detallaba. Para el experto, las amenazas de tipo ecológico están muy entrelazados, de manera que “una de las preocupaciones que tenemos es la de reconstruir un bosque más equilibrado entre el pino carrasco y el tetraclinis, ver cómo conseguir debilitar la competencia del pino para lograr poblaciones mixtas más resilientes y más estables frente al cambio climático y los incendios", y avanzó que esto puede conseguirse quitando los ejemplares de pino carrasco nacidos tras el fuego, como acción "más importante que la de reponer tetraclinis" y así lograr que éste pueda competir con más facilidad.

El profesor de Ecología de la Universidad de Murcia concluyó recapitulando los objetivos del libro, un denso listado resumido en la necesidad de alimentar un futuro Plan de Conservación para las poblaciones en el sureste ibérico que pueda ser replicado en el norte de África, y con metas como las de conseguir proteger el 100% del área ocupada actualmente por estas poblaciones, conectar las poblaciones que se mantienen aisladas, garantizar que estos sistemas de conexión no son modificados desde el punto de vista urbanístico, limitar la competencia de pino carrasco (Pinus halepensis), reducir el impacto de la actividad ganadera en algunas poblaciones, incrementar la prevención de los incendios forestales, evaluar la diversidad genética de las poblaciones silvestres así como el origen genético de las repoblaciones, potenciar las medidas de conservación ex situ de semillas en bancos de germoplasma, y realizar las primeras experiencias de traslocación de tetraclinis atendiendo a los datos del cambio climático, a modo de migraciones 'asistidas' y puesto que el ritmo natural de ampliación de área de distribución del árbol es más lento que el avance de terreno del cambio climático.

La presentación, a la que acudió la directora general de Medio Natural, Consuelo Rosauro, transcurrió ágilmente gracias a las intervenciones, breves y directas, de los ponentes, más destinadas a despertar el deseo de leer el libro -misión conseguida- que a ahondar en la ya extensa información que éste contiene.

Coordinada por Félix Carrillo López, con la dirección científica de Miguel Ángel Esteve (Universidad de Murcia) y la dirección técnica de Rafael Díaz García (Oficina de Impulso Socioeconómico del Medio Ambiente de la Región de Murcia), esta sólida obra coral reúne también los nombres de Pablo Montoya Bernabéu, Juan Miguel Moya Pérez, Jesús Miñano Martínez, Isabel Hernández García y José S. Carrión García, así como de varios colaboradores más. Es un recorrido de 248 páginas que con fotografías, tablas y gráficos aborda desde la descripción de la especie, su hábitat y las evidencias paleobotánicas de su existencia en la península Ibérica hasta población murciana, sus amenazas y las propuestas de conservación en la Región.

Un volumen de hojas dulces al tacto, con olor a nuevo, en el que me he adentrado con ganas y que tengo que terminar de leer porque Esteve advirtió que nos haría examen en un mes. ¡Y ya voy tarde...!

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2018-06-19

 

  • Presentación del libro 'Tetraclinis articulata: biografía, ecología, amenazas y conservación'
    Presentación del libro 'Tetraclinis articulata: biografía, ecología, amenazas y conservación'.
  • Portada e interior de la nueva monografía
    Portada e interior de la nueva monografía.