Recibo una llamada. Una amiga acaba de descubrir más de una decena de barbos atrapados en el tramo oriolano del río Segura. Los peces jadean, se agitan, se dan contra el escalón y vuelven a intentar, sin éxito, el salto que los lleve aguas arriba a perpetuar la especie. No pueden. No corre agua suficiente. Mi amiga sabe que sin permiso no puede invadir los dominios del agua. Me pide ayuda. Su perro ladra ansioso. Llama a la Policía Local: ellos están ocupados, pero le dan permiso para acceder al cauce. Finalmente llega la autorización de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS). Otro paseante, alarmado, avisa a la Guardia Civil y, con la información recabada, disuade a mi amiga de sus intenciones de atrapar los peces a mano debido a sus hirientes escamas, pero se ofrece voluntario porque, casualmente, lo que son las cosas, es bombero y tiene en casa guantes y botas. Una vez de vuelta, va cogiendo mal que bien los peces uno a uno, pero la cosa va lenta y mi amiga Mariajo, sin guantes ni botas ni nada, se introduce igualmente en el cauce. Total, hay tan poca agua que ni siquiera cubre a los barbos. De hecho, ése es el problema. Los apresan y los van liberando en el tramo superior. Se enteran de que en otros puentes de la ciudad está ocurriendo lo mismo. Qué desazón. No saben si, unos kilómetros más arriba, se encontrarán en la misma situación. Corre tan poca agua...
Abro el Facebook. En el Día Mundial de los Océanos, Manuel relata cómo "nada más pasar por el puente del Reguerón en el Río Segura, un olor a muerte me alerta; paro el coche y veo el desastre... Según me cuentan los vecinos de mi pueblo, Hurchillo (en Alicante, cerca de Orihuela), llevan pasando peces muertos todo el día, los cuentan por miles". En un breve paseo Manuel no deja de ver cadáveres hacinados en las márgenes del río. "¡Dantesco!", dice. Le dan varias explicaciones: que tras las lluvias fuertes el agua arrastra muchos residuos y lodo que puede llegar a asfixiar a los peces, que las precipitaciones hayan lavado el terreno de fitosanitarios y eso les haya afectado, que aprovechando las lluvias alguna empresa haya soltado sustancias contaminantes... (esto último no es algo tan raro, la misma CHS detectó la noche del 2 de junio dos puntos de vertido de aguas residuales en el río Segura en los municipios de Alcantarilla y Las Torres de Cotillas y anunció que agentes de la Comisaría de Aguas desplegados con motivo de las lluvias abrieron sendas investigaciones -lo mismo lo mismo, y en el mismo punto del río, que ya habían hecho antes, a principios de mayo...-). No lo puedo saber. La cosa es que los barbos están ahí, muertos.
A Manuel le conozco virtualmente por otros post que ha compartido sobre el mismo tema. Apenas un par de días antes colgó en su perfil dos vídeos 'gemelos' de lo que se encontró mi amiga, y en el mismo término municipal, y pedía "al nuevo presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura que construya una escala para peces en el azud de Orihuela, dentro del proyecto LIFE Segura Riverlink. Así evitará que éstos mueran agotados intentando remontar el río". Y añade en sus comentarios que "con una mano cuento los días al año que el río salta ese azud. Quedarán atrapados sin poder desovar en unas charcas improvisadas, en un cauce de hormigón". Una de cal y otra de arena.
Ya mayo había sido agitado para Manuel. Desde el día 3, en el que se lamentaba de que "otro año más que vuelve a pasar, otro año que dejan seco el canal (del trasvase que entra al embalse de la Pedrera) en pleno remonte del barbo gitano. Voy con mi caña, con la ilusión de pescar algún barbo a mosca y me encuentro el tramo seco y los peces resistiendo en dos dedos de agua, al sol sobre las piedras. Sabes que volverá a pasar, que remontarán otra vez en cuanto le den una oportunidad, pero ¿qué haces? Pues no puedo irme y dejarlos ahí. Más de 30 que he devuelto al embalse, ¡puffff, estoy rendido!, no puedo más, menuda agonía. Hablar sobre solucionar esto es como si hablaras otro idioma, la gente no te entiende. Yo solo digo que nos estamos cargando el tema y todos mirándose la barriga". Un rescate que duró tres jornadas. Pero es que días después volvía a avisar, ni más ni menos, de "un espectacular remonte de mas de 300 barbos": "está subiendo, y la semana que viene cuando dejen de mandar agua, morirán todos. [...] aviso de que va a ser muy duro. Necesito bolsas de tela grandes para trasportarlos y gente dispuesta", solicitaba.
No será, pues, la última imagen que veamos de estas situaciones.
Y no solo se trata de estos ejemplares muertos, sino de la vida que no surgirá.
Este fantástico animal se embarca, desde finales de febrero a finales de junio, en una imperiosa aventura que le empuja a dejar las aguas bajas para remontar el río. Decididos y expectantes, con el innato impulso de su aleta caudal, cientos de barbos tratan de acercarse a las hembras, pero muchos de ellos se quedan atrapados en las aguas y mueren resollando ante la imposibilidad física de saltar un mero obstáculo, natural o artificial, que, en condiciones normales de flujo de agua, habrían superado de un coletazo. Pero ahora, con apenas unos centímetros de agua, las alturas se elevan inexpugnables interrumpiendo no solo estas decenas de vidas, sino que dejan en suspenso la posible prole de estos bellos ejemplares. Su esfuerzo épico para remontar el río se queda en nada, y su vida se apaga en un diminuto charco. Allí arriba las hembras estarán excavando pequeños hoyos donde depositar sus huevos, esperando la aparición de los machos. Allá arriba estaba el destino vital de la titánica aventura. Y no llegarán.
Las nuevas escalas están bien, por supuesto, y nos felicitamos por su instalación. Pero aún queda un último esfuerzo: asegurar la calidad de las aguas y mantener el caudal ecológico o mínimamente necesario para que el barbo del sur no vea interrumpido su extraordinario viaje migratorio.
Ante el dominio del regadío, las exigencias de la política, la autoridad de la economía... ¿quién se acuerda de los barbos que no remontan el río? Por lo menos Manuel y Mariajo sí se acuerdan, y el bombero voluntario, y seguro alguno más cuyo nombre no habremos tenido ocasión de conocer pero que estará estos día mirando preocupado al río. Ellos se lanzan al cauce, al canal, captan sus fotografías y nos lo cuentan, para que, de cuando en cuando, nosotros también nos acordemos. Y bien que hacen. Gracias.
NOTICIA RELACIONADA: El barbo gitano y las presas del Segura (vídeo)
NOTICIA RELACIONADA: Barbo gitano, el rey del Segura (vídeo)
Mónica Rubio. Periodista y Bióloga
2018-06-09