Miguel Valério, miembro del equipo ASOME de la UAB, que desarrolla la investigación de los yacimientos argáricos de La Bastida y La Almoloya, premiada recientemente

«Sería fantástico crear en La Bastida un parque arqueológico sobre El Argar, una sociedad que aún puede deparar muchas sorpresas»

Arriba, el equipo excavando en La Almoloya a primera hora de la mañana. Abajo: trabajando en 2020, en el Museo Ciudad de Mula, con los hallazgos de La Almoloya; la imagen ofrece una idea de lo laborioso que resulta convertir múltiples fragmentos en piezas con entidad. Ambas fotografías: cortesía del grupo ASOME - Universidad Autónoma de Barcelona

La creación de un parque arqueológico sobre la cultura del Argar que congregara todo el relevante conocimiento y el patrimonio cultural extraídos de La Bastida, en Totana, para ponerlos a disposición de la sociedad, «sería fantástico» y uno de los sueños al que aspira el grupo de investigación de Arqueoecología Social Mediterránea (ASOME) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que acaba de recibir el Premio Nacional de Arqueología y Paleontología Fundación Palarq por su proyecto ‘Almoloya-Bastida: poder, género y parentesco en una civilización olvidada de la Edad del Bronce’. Este parque arqueológico, cuenta Miguel Valério, miembro del grupo de investigación, serviría para aunar en la zona un museo con una alta calidad de discurso, un centro de investigación –que ya lo hay– que estuviera activo y permanente a lo largo de todo el año, y la ampliación del recorrido del yacimiento para hacerlo completamente musealizado, incluyendo por fin las murallas, hoy no visitables por seguridad debido a la cercanía del precipicio, la existencia de un profundo canal para el agua, y por riesgos de desprendimientos, y que precisarían, además, intervenciones sobre otros aspectos, como la amenaza de la vegetación, así como la instalación de nuevos paneles.

El galardón, que conlleva una importante dotación económica -80.000 euros- supone «un respiro y una buena ayuda» para un trabajo que viene de lejos y para unos yacimientos que no sólo han rendido ya importantes bienes intelectuales y patrimoniales, sino también para desentrañar una sociedad que sigue envuelta en misterio «y que aún puede dar sorpresas incluso en breve», señala Valério, quien comparte grupo de investigación con Vicente Lull, Rafael Micó, Cristina Rihuete Herrada, Eva Celdrán Beltrán y Camila Oliart Caravatti.

Impacto en el medio ambiente

Entre las aportaciones más recientes al estudio de esta enigmática sociedad y su repentina desaparición, Valério subraya que «hay indicios, que se están investigando ahora, de que su actividad a lo largo de los siglos acabó impactando en el medio ambiente». Así, estiman que utilizaban muchísima madera para construir, para el funcionamiento de los hornos de fabricación de cerámica y, tal vez, cal... «Tenemos que investigar más, pero sí vemos edificios más antiguos construidos con troncos de un gran diámetro, y no se ven con ese mismo tamaño en construcciones de la época argárica más reciente, hacia el final», deja caer.

No en vano, continúa, «hablamos de una sociedad que se formó hace unos 4200 años, pero luego, aproximadamente seis siglos después, hacia el 1550 antes de nuestra era, acabó también de manera muy brusca. A partir de esas fechas, su modo de vida ya no deja rastro en el registro arqueológico. Todo esto hace de la sociedad del Argar un objeto de investigación de sumo interés», recalca.

La ventaja de los dos enclaves regionales para su estudio es que son asentamientos ocupados desde el momento formativo hasta el fin del Argar, sin que además se encuentren ocupaciones previas o posteriores. «Es decir, La Bastida, en Totana, y La Almoloya, en Pliego, son yacimientos clave para entender cómo se pudo formar una sociedad así, con sus características y desigualdades, pero también cómo acabó o por qué acabó». Porque, salvo algunos yacimientos que continúan con aspectos de la vida argárica durante un tiempo, «en casi en todo su territorio, lo que se ve arqueológicamente de manera muy clara es que aquello desaparece. Sintetizando un poco: el rito funerario o las formas cerámicas eran muy características y se mantuvieron durante siglos en un territorio muy amplio, y de pronto todas esas maneras de hacer las cosas desaparecen… La gente deja esos poblados, deja de vivir de esa manera, y se va a vivir de otra, en lo que será llamado después el Bronce Tardío». Al respecto, el investigador postdoctoral repasa que en La Almoloya sí que hay un incendio final; pero en La Bastida el conocimiento actual apunta a un abandono programado. Y recalca el adjetivo “actual” «porque cuando tienes un yacimiento del que no se ha excavado todo, aún te puede deparar sorpresas», advierte.

A la espera de futuras sorpresas

Sorpresas que pueden surgir en varios frentes. Por ejemplo, en esta campaña están investigando, ahora mismo, niveles de la fase más temprana de la ocupación de La Almoloya «y eso será fundamental para entender los primeros siglos del Argar y su proceso formativo. En este sentido, la excavación aquí es clave», recalca. Llegar a este punto no ha sido algo sencillo. Miguel Valério describe cómo cuando se contempla una imagen aérea de La Almoloya, se aprecia la gran trama urbana de edificios. Al ser un yacimiento pequeño, explica, en diez años han podido excavar la mayoría de su superficie. De esta forma, lo que se está viendo es la última de las tres ciudades que se fueron superponiendo en el tiempo. «Estamos viendo la ocupación de los últimos dos siglos, el apogeo del Argar, pero debajo hay otros dos poblados. Sin embargo, lo que hay en la superficie es tan monumental, es de una calidad tal, que no se puede tomar la decisión de desmontar todo eso para excavar y ver lo que hay debajo. En cambio, se han abierto sondeos, a modo de ventanas en puntos concretos, gracias a los cuales se ha descendido «y se ha podido vislumbrar algo de la segunda fase e incluso de la primera».

A ello se suma que La Almoloya tuvo una historia de mucho expolio, sobre todo de la década de los 60 a los 80. Este vandalismo ha afectado principalmente a los laterales de la meseta, que era la manera más fácil de acceder rápidamente a las tumbas y llevarse metales y cerámicas de los ajuares. Lamentablemente, en algunos puntos ha provocado bastante destrucción. De hecho, ahora mismo están interviniendo en la zona sur, donde el expolio destruyó bastante la tercera fase de ocupación. Pero el equipo ha decidido tomar este hecho como una oportunidad, de modo que se ha documentado lo poco que quedaba, y después se ha desmontado para poder seguir excavando. «Este trabajo nos permitirá conocer un poquito más de la fase formativa y podrá deparar sorpresas interesantes», avanza el prehistoriador.

Al hilo de las ‘sorpresas’, las anotaciones para realizar los cálculos pueden constituir otra de ellas. En esta cultura no se ha descubierto ningún tipo de escritura. Valério, quien posee una trayectoria que le ha llevado a investigar sobre la escritura y le parece «un tema apasionante», menta al respecto el ejemplo del imperio Inca, que administró un territorio extensísimo en Sudamérica y no tenía escritura propiamente dicha, sino un sistema de anotación y registro llamado quipu, basado en cuerdas y nudos. «Es un caso que demuestra que para la administración de un gran territorio no es estrictamente necesaria la escritura, con signos gráficos capaces de representar los sonidos de una lengua, y, además, es un ejemplo de material perecedero; nos avisa de que pudo existir algo que luego no encontramos arqueológicamente. No podemos trabajar con negativos en arqueología, pero esto ya nos advierte que en El Argar pudo haber alguna forma de hacer cuantificaciones, cálculos». En este sentido, una de las compañeras, Eva Celdrán, está ultimando su tesis doctoral sobre la arquitectura argárica en la que investiga también el uso eventual de medidas en la construcción «y quizá haya alguna novedad pronto sobre esto. Desde hace un tiempo también se está estudiando hasta qué punto estuvo estandarizada la cerámica para su uso administrativo… Hay campos abiertos muy buenos que pueden traer novedades en un futuro cercano».

De modo que ambos yacimientos tienen aún un enorme futuro, si les acompaña la financiación. «Años de investigación por delante, nos pueden quedar todos los que uno quiera», defiende Valério al respecto.

En este sentido, recuerda el investigador que «El Argar destaca porque fue una sociedad con marcadas desigualdades entre personas. Esto se nota ya en los ajuares de los individuos que encontramos en las tumbas». En este aspecto, son relevantes las investigaciones de parentesco realizadas en «La Almoloya, que tiene un buen conjunto de tumbas excavadas con la fortuna de que se pudieron realizar analíticas de ADN antiguo sobre docenas de individuos, y se obtuvieron 68 analíticas exitosas. Es un número altísimo ya que suele haber problemas de preservación de ADN en huesos con esta edad. Sigue siendo el yacimiento prehistórico con mayor número de individuos con análisis de ADN realizados. A partir de ello se han determinado unas 30 relaciones de parentesco que nos han aportado muchísimo sobre las relaciones biológicas y sociopolíticas. Ahí ha sido crucial el poder aunar el estudio del ADN con todo el conocimiento que se puede extraer de las tumbas bien contextualizadas arqueológicamente: saber en qué tumbas estaban los individuos, quienes compartían sepultura, a qué distancia estaban unas de otras, en qué espacios… y la calidad de la información es única ahora mismo».

Por su parte, La Bastida es una montaña de 4-5 hectáreas donde, por hacer una aproximación, está excavado el 15%. «Es una auténtica ciudad entera», cuenta, y describe sus barrios y su cima a modo de ‘acrópolis’ -la parte más elevada de las antiguas ciudades griegas-, un sector que se conoce menos y donde ha aparecido una tumba con una mujer que pertenecía a la categoría social superior, lo que lleva a pensar que en esa área pudo vivir la élite argárica. Repasa su imponente fortificación, de la que se ha excavado un tramo de unos 70 metros y que cabe pensar que rodearía al menos toda la cara norte de la montaña; el canal de agua que aparece en 2018, con tres metros de profundidad recortados en la roca y del que se ha excavado otros 70 metros; y la enorme balsa de agua con capacidad para 350.000 litros. «Es una ciudad prehistórica que promete bastante».

Todo este trabajo de campo se desarrolla, en este caso, en los calurosos meses estivales de la Región, para acomodarse al calendario de los profesores universitarios del equipo. Es un quehacer duro que suele comenzar hacia las siete de la mañana y se prolonga hasta las 14:30 h, hay que estar al sol, al calor, y parte de las tareas son también muy físicas. No en vano, incluye recoger la cerámica, que viene de campo en fragmentos -salvo en el caso de algunas de las tumbas-, y una de las labores es remontar todo ese material. Algún año ha habido campañas de hasta seis meses de excavación; este año, sin embargo, serán menos de dos meses y, además, las lluvias han retrasado el inicio de los trabajos.

Después, parte del equipo vuelve a la universidad, en Barcelona, y otra parte se queda en el Centro de Investigación de La Bastida (Totana), situado al pie del yacimiento, que alberga dos laboratorios: uno de conservación y restauración y otro más general. Allí se hace inventario, montaje, restauración… abarcando todos los aspectos de la arqueología. Una buena parte del trabajo (que también se está llevando a cabo con los materiales de La Almoloya) es restaurar la cerámica, y muchas veces de esos fragmentos salen piezas si no enteras, casi completas. Y así, además de la investigación se está generando un amplio patrimonio material que podría estar en una exposición en un museo -en el caso de La Bastida, en el mismo edificio-.

Quedan, además, todas las colaboraciones con otras instituciones, como la Universidad de Murcia, a través de los profesores prehistoriadores Joaquín Lomba e Ignacio Martín Lerma, o la investigación de arqueogenética con el Max Planck Institute en Alemania, donde realizan los análisis genéticos. «Hay mucho trabajo por hacer», resume.

Han puesto a la Región de Murcia en el mapa

TIRA DEL LIENZO,
también en estudio

 

El yacimiento argárico de Tira del Lienzo, en Totana, cercano físicamente y en conexión con La Bastida y La Almoloya, forma parte también de las investigaciones de este proyecto, si bien ocurre que, «de cierta manera, en algunos campos no ha supuesto lo mismo que las otras dos ubicaciones. Es un lugar con características propias, que pudo haber funcionado como centro de producción, almacenaje y distribución. Atendiendo al título del proyecto premiado, que destaca las relaciones de parentesco: su registro funerario, es decir, el número de tumbas que aparecen allí, es muchísimo más escaso, por lo que no ha podido aportar datos del mismo nivel que La Almoloya o La Bastida para estas investigaciones», explica Miguel Valério, miembro del equipo de investigación.

La Bastida y La Almoloya han puesto a la Región de Murcia en el mapa arqueológico mundial. Son yacimientos muy conocidos entre la profesión fuera de España, apunta Valério, quien recuerda que han salido más de una vez en reportajes de medios como el NY Times, la BBC o The Guardian, puntualiza que ha habido una excavación financiada por la National Geographic y que acaba de salir publicado un libro en la editorial de la Universidad de Cambridge que trata de mujeres emblemáticas del Mediterráneo antiguo y le dedica un capítulo entero a la mujer de la tumba principesca de La Almoloya.

«Lo que hoy es Murcia fue parte del territorio nuclear del Argar en su fase formativa, junto con Almería y áreas de Alicante, si bien esta cultura ocupó más territorio y hay equipos haciendo trabajos desde hace mucho y muy buenos en universidades como Granada, Alicante y Murcia. La Almoloya es un yacimiento excavado extensivamente, aprovechando que no es muy grande, y donde se ha invertido mucho esfuerzo. Aquí se ha podido ver la trama urbana auténtica, se ven complejos de edificios varios, cómo se planificó el poblado, cómo se agruparon los edificios dejando separadores que son accesos o casi drenajes de agua… es un lugar donde puedes pasearte por una ciudad argárica. Esto es muy raro. Sí que hay algún yacimiento excavado en extensión, pero La Almoloya en este sentido es bastante única. Y La Bastida tiene unos hallazgos con una monumentalidad con poca comparación: esa muralla con esas torres macizas que rompen con los esquemas de la época calcolítica, la enorme balsa, el canal… todas estas cosas hacen estos yacimientos únicos, y si alguien quiere conocer al Argar tiene que venir a la Región de Murcia, que es clave, visitando por supuesto el resto de los yacimientos», apunta el investigador.

«Pensamos que, para lo importantes que son los hallazgos en estos yacimientos, se merecerían un poco más de atención de las autoridades. A parte de la continuidad de la investigación, hay cuestiones del propio mantenimiento de los yacimientos que siempre nos preocupan. Aquí, en la Región, por ejemplo, llueve mucho de pronto y enseguida aparecen hierbas y matas. Requieren atención».

Miguel Valério detalla que aún no saben qué acciones concretas emprenderán con la dotación económica del premio, «pero fundamentalmente se destinará a mantener la actividad de investigación, lo que puede conllevar muchos aspectos: desde analíticas hasta equipos, materiales, la manutención de la excavación… Pero el problema de la investigación arqueológica, que no vive en la abundancia, es la continuidad de los proyectos, esto es lo que nos ha preocupado siempre».

Por eso, «nos gustaría que las entidades públicas, y por qué no también las privadas, de Murcia y España que pueden hacer algo por la cultura tomasen más nota de la importancia de estos yacimientos. Lo necesario sería poder contar con una financiación que tuviese alguna constancia como para garantizar la continuidad de la investigación, que apostara por la manutención de los yacimientos en lo que es la preservación de los mismos, y por un proyecto de difusión y divulgación pública de calidad que vaya de la mano con la investigación. Ya hay un centro de investigación en La Bastida con dos laboratorios funcionales, algunos miembros de nuestro equipo hacemos visitas guiadas en La Almoloya en las que los visitantes nos hacen preguntas muy interesantes más allá de lo que es la duración de la visita y se nota muchísimo el interés creciente; desde hace mucho tiempo está el proyecto para hacer en La Bastida, el museo y, por qué no, un parque arqueológico, que creemos que sería fantástico. Y para ello hay que aunar voluntades políticas», resume Miguel Valério, en nombre de todo el grupo de investigación en Arqueoecología Social Mediterránea (ASOME), del Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), respaldado ahora por unanimidad por el jurado del Premio Nacional de Arqueología y Paleontología Fundación Palarq.

  

 

  

GALERÍA FOTOGRÁFICA a partir de la imagen 3:

3- Eva Celdrán, miembro del equipo investigador, trabajando en la extracción de unos objetos delicados en campo. Cortesía del grupo ASOME - Universidad Autónoma de Barcelona.

4- Una calle estrecha en La Almoloya.

5- La relevante y ya muy popular tumba principesca hallada en La Almoloya. Cortesía del grupo ASOME - Universidad Autónoma de Barcelona.

6- Visión general de La Bastida, con su panel interpretativo.

7- Más trabajos en 2020, en el Museo Ciudad de Mula, con los hallazgos de La Almoloya. Al fondo, escaneando ciertos hallazgos en 3D. Cortesía del grupo ASOME - Universidad Autónoma de Barcelona.

8- Restauración e reintegración de hallazgos cerámicos en el laboratorio que existe para el efecto en el Centro de Investigación de La Bastida. Cortesía del grupo ASOME - Universidad Autónoma de Barcelona.

9- Construcción con un par de troncos de notable diámetro en La Bastida. Además, la imagen permite observar ubicaciones de cistas y urnas, tumbas que se disponían en el subsuelo de las viviendas.

10- La gran balsa de agua de La Bastida.

11- Una tumba tipo cista en La Almoloya con los alrededores invadidos por las matas tras una época de lluvias, un problema que siempre es atendido por los trabajos de mantenimiento.

12- La magnífica Sala del Parlamento de La Almoloya.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.