Muérdago: ¡menos mal que estás ahí!

De pequeños, nos contaban que el muérdago era una planta parásita que mataba a los árboles y que se debía exterminar de nuestros bosques, y los niños del barrio mirábamos con malos ojos esas bolas blancas que se nos hacían visibles, sobre todo, en invierno. Sin embargo, basta mirar un poco para ver cómo los rodales de muérdago son visitados por numerosas aves, y que hasta los defienden con fiereza. 

 

 

En elclickverde hemos tenido la oportunidad de ver esta pasada Semana Santa a un grupo de currucas capirotadas alimentándose copiosamente de las bayas crecidas sobre árboles aún desnudos. Ocurría en el norte del país, donde la primavera todavía no ha florecido y la reserva de alimento es una fiesta. A lo largo de dos semanas, las currucas no han dejado de posarse y arrancar frutos, y de restregarlos sobre las ramas para limpiarlos -como se ve en el vídeo insertado arriba, titulado 'La curruca capirotada y el muérdago: una relación pegajosa'-. Tratan de eliminar la sustancia viscosa que rodea a la semilla y en la que radica la clave para la dispersión del muérdago. Mientras, varios mirlos intentaban acceder a los núcleos de muérdago, pero las currucas se lo impidieron. ¿Qué ocurre, entonces?

Ocurre que, como casi siempre, la realidad está un poco en el medio. En invierno, las esferas de muérdago son una buenísima fuente de alimento para ciertos pájaros, como estas currucas, los mirlos, las urracas, el arrendajo y, sobre todo, cómo no, el zorzal charlo, cuyo nombre latino describe esa costumbre de comer muérdago: turdus viscivorus, es decir, “que come visco” (del nombre científico de uno de nuestros muérdagos: viscum album).

muerdago-tondo-peq-firm.pngPor su parte, el muérdago es realmente una planta semiparásita. Tiene las hojas verdes, lo que indica que puede realizar la fotosíntesis, pero para ello succiona del árbol o arbusto en el que crece toda la materia que necesita: savia, minerales y hasta productos carbonados. Los distintos tipos de muérdago crecen sobre distintos tipos de árboles. Aparece en varios pinos y abetos; en frondosas como abedules, chopos o sauces; en frutales como manzanos, perales o cerezos; y hasta en robles y encinas o avellanos, castaños y olmos. De este modo, si su presencia es excesiva, cierto es que puede llegar a causar la muerte de algunos árboles.

Las semillas del muérdago se encuentran rodeadas de esa sustancia viscosa llamada viscina. Su presencia hace que las bayas se peguen al pico de las aves y éstas, para liberarse de esa materia pegajosa, restriegan el fruto contra las ramas de los árboles o arbustos. Este movimiento repetitivo, y fácilmente reconocible por un observador paciente, puede contemplarse en el citado vídeo incrustado en la cabecera. Así, en muchas ocasiones las semillas se quedan adheridas a las ramas y, aprovechando una pequeña hendidura, emiten sus raíces, que a la vez harán de atadura por la que quedarán ligadas a la planta. La raíz penetrará por la corteza y llegará hasta la savia, y el muérdago empezará a crecer. Con este sistema, no le hace falta llegar al suelo para continuar su ciclo de vida. Pero las bayas ingeridas también pueden ser un camino para renacer, ya que, al parecer, aguantan el paso por el aparato digestivo de las aves y son capaces de hallar un pedazo de tronco donde aposentarse. 

Y no solo las aves comen este fruto globoso, también lo hacen el lirón careto, la ardilla y hasta ciervos, por ejemplo, contribuyendo a la supervivencia de estos mamíferos en las épocas más estériles del bosque.

arbol_con_muerdago_peq_frm.jpgPero para algunos investigadores, en los últimos años se ha producido un importante incremento en la presencia de este hemiparásito, sobre todo en pinos, seriamente afectados. Así, esta planta ha tenido y tiene grandes detractores, y constantemente se inician en el país acciones encaminadas a su control y retirada de determinados paisajes. (Ejemplos: en la Comunidad Valenciana; o en Aragón...). En estos casos, la lucha contra el muérdago pasa por revitalizar o recuperar, según estado ecológico, los árboles y arbustos del entorno que generen alimento para las aves precisamente en fechas en las que frutos y semillas son escasas, así como promover la presencia de aves que comen muérdago pero no lo propagan, entre las que se conocen a los herrerillos y carboneros. También se puede diseñar entornos con árboles en los que el muérdago no enraíza, como ocurre con los plátanos de sombra -como pudimos comprobar de primera mano-, que les puedan servir de lugares para dormir y donde el transporte del muérdago no tenga efectos adversos.

Al mismo tiempo, también hay quien alza la voz en su defensa. En este lado de la discusión se encuentra el ecologista australiano David Watson, que trabaja para la Universidad Charles Sturt en Albury, Nueva Gales del Sur. Según sus palabras, las plantas de muérdago “son la clave para un bosque rico y saludable” e “impulsan la diversidad desde el suelo hasta la cubierta del bosque”. Asegura que sus hojas son “dos veces más nutritivas que las de sus anfitriones”, que estos rodales proporcionan “escondites y lugares frescos para descansar” así como “rincones para anidar”, y que “toda esta actividad también atrae a los depredadores”. Os animamos a leer el texto original en inglés en la revista digital New Scientist, o bien su traducción al español.

Así pues, la cuestión es, como casi siempre, averiguar dónde se sitúa el equilibrio. Estudiar cada caso, ver su evolución, identificar el beneficio para la fauna presente frente a los daños que pueda causar a la vegetación, y decidir. Mientras tanto, algunos habitantes del bosque este invierno, sin duda, habrán pensado “muérdago, ¡menos mal que estás ahí!”.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.