El perforador del pino, de 'asesino' a una oportunidad para recuperar el matorral mediterráneo

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Algunos de los pinares de la Región ofrecen estos días un aspecto desolador. En medio del esperado verde se hacen muy patentes rodales marchitos con numerosos árboles completamente secos; y, esparcidos, otros ejemplares consumidos salpican el bosque. El agostamiento avanza rápido y amenaza con extenderse. La mortandad masiva se aprecia en el Coto de los Cuadros, en Librilla, en la costa entre Mazarrón y Águilas... y en la comunidad vecina, en la Sierra de Orihuela, donde el caso es muy llamativo. El causante es un par de especies de escarabajos, llamados perforadores o barrenillos del pino. Su presencia es motivo de alarma y turbación para los paseantes. Pero no se trata de una especie invasora, sino que son animales autóctonos que están sacando provecho de una gestión no adecuada de los pinares: aumentan sus poblaciones donde los pinos están debilitados por exceso de densidad. Así contemplado, las manchas secas servirían de indicador para saber dónde se puede mejorar la gestión forestal, y la expansión de estos coleópteros pueden entonces significar el principio de un cambio, de una apuesta por reforzar el matorral mediterráneo en detrimento de las grandes densidades de pino procedentes de antiguas repoblaciones.

Así lo considera el biólogo Diego Gallego, quien defiende que “sería el momento ideal para realizar este cambio de gestión. Esta afección nos está dando una idea de dónde el bosque no va bien”. En su opinión, en las zonas atacadas se podría apostar por un matorral que cubra el suelo y lo proteja de la erosión, y dejar también algunos árboles dispersos, “pero no tratar de recuperar el bosque con esa densidad en las condiciones climáticas que tenemos ahora”. Todo ello, sin demonizar al pino carrasco (Pinus halepensis), “que es autóctono y muy adecuado en esta zona porque es el más duro y el que tiene mayor capacidad de resistencia del sureste; no hay otro árbol capaz de resistir temporadas de sequía y de déficit hídrico tan brutal como las que tenemos en los veranos. Es nuestro árbol”, reivindica el experto. Pero no siempre en forma de bosque, porque para ello necesita un tipo de suelo, una profundidad, una pendiente y una orientación determinadas. En este sentido, en las zonas que han aguantado el ataque “el bosque que no se haya muerto es el bueno y habría que mejorarlo”, anima.

primera_fila_firm_peq.jpgGallego explica que “para que ocurra la mortandad masiva que está teniendo lugar en la Región y el Sureste ha sobrevenido un fenómeno de convergencia. Un solo agente no es capaz de generarla por sí solo”. Uno de los factores que ha confluido es la presencia de un arbolado débil, “generalmente fuera de su sitio, como por ejemplo los bosques que se plantaron en lugares donde no debe haber bosque porque se ha interpretado mal el ecosistema”, argumenta el técnico. Otro factor es la sequía, que conlleva debilidad del arbolado. Al respecto, la Región ya soporta dos años hidrológicos con una sequía muy intensa, “pero solo hay mortandad masiva en algunas zonas”, deja entrever. Y el tercer agente son estos escarabajos, que atacan a los árboles con cierto grado de debilidad. “Esto puede parecer malo, pero en realidad, si los árboles no se mueren, el bosque no podría funcionar”, razona.

composicion_galerias_econex.jpgEstos perforadores, en su etapa voladora, exhiben una alta precisión para detectar la debilidad de un pie que, visto desde el exterior, no aparenta siquiera estar débil. Llegan y lo atacan por el tronco o las ramas, practicando galerías hacia el interior. La mayor debilidad masiva de arbolado facilita que estos escarabajos proliferen y tengan más capacidad de búsqueda de árboles. Es un proceso retroalimentado que va creciendo “hasta que vuelva a llover”, sentencia Gallego, que realizó su tesis doctoral en torno a uno de estos barrenillos. Y en ese camino, asegura, se van a perder muchas hectáreas de bosque. “Es difícil que seamos capaces de reducir la mortandad en zonas muy expuestas, como el coto de los Cuadros. De hecho, existen zonas ya prácticamente sentenciadas porque es muy difícil de luchar contra eso”, lamenta.

Gallego rememora un suceso semejante que ocurrió hace 20 años, “cuando se dio una plaga y un episodio de mortandad masiva. En muchas zonas donde atacó, el bosque desapareció, como en algunas zonas de la ladera sur de Sierra Espuña, en las proximidades del trasvase Tajo-Segura. Seguramente, es una zona donde no debería haber bosque. Ahora hay pinos sueltos”. Y, por comparación, cree que ahora “el bosque de algunas zonas se va a ir”. En aquel momento, apunta, aunque los escarabajos atacaron otras áreas, el bosque no quedó arrasado porque los ejemplares eran más jóvenes, de menor envergadura y demandaban, por tanto, menos agua que un árbol de mayor talla, por lo que la competencia entre ellos era menor. Pero ahora, deja caer, tienen 20 años más.

trampa_lejos_1_firm_peq.jpgtrampa_cerca_firm_peq.jpgPara redireccionar esta gestión forestal habría que remontarse a estudios antiguos, “a mucho tiempo atrás porque estas zonas del sureste han sido muy manejadas”, repara, y recuerda que en fotos añejas “estos montes estaban pelados, parecido a lo que ocurre en Atlas marroquí o argelino”. “Es bastante difícil saber qué había aquí antes de la intervención humana, porque el hombre está transformando intensamente el paisaje del sureste desde la Edad del Bronce”, concluye.

Por su parte, Guillermo Royo, director de Gestión Agroambiental de la Asociación Vecinal para el Desarrollo Sostenible del Garruchal (Adesga), apunta que "en el Garruchal todo el pinar es repoblado" y "la desaparición de pinos no sería un desastre" si en su lugar creciera el sotobosque mediterráneo que ya ha ido surgiendo debajo. Explica el técnico que, en la zona, los pinares tienen ya 50 ó 60 años y crecen sobre terrazos y fajas. Los pinos han medrado "y ahora tenemos un bosque que no es original del lugar. Debajo de estos repoblados sí ha crecido la vegetación espontánea, autóctona. Son lentiscos, acebuches, espino negro, albaida, retama... Es la vegetación de aquí, preparada para la sequía y para los incendios, pero está constreñida bajo del pinar". Así, en las situaciones en las que se vea una posibilidad, defiende, "es casi más contraproducente plantear una repoblación que dejar la zona sin tocar y que sea la vegetación la que vaya colonizando el lugar, con todo el reservorio de semillas de planta autóctona que haya y todas las plantas que pueden rebrotar de cepa".

A la hora de afrontar la gestión donde no crece este sotobosque, insiste en que "las repoblaciones son muy complicadas y requieren un buen estudio ecológico de las especies y del reparto de éstas dentro de la superficie. No es solo hacer los agujeros y poner la planta, luego necesitan un mantenimiento, como los riegos de los dos primeros años y demás", avisa. En áreas llanas y zonas accesibles a vehículos para poder llevar las aguas sí las aprecia más posibles, pero advierte de que hay muchas zonas inaccesibles en las que las repoblaciones son prácticamente imposibles, "sobre todo ahora con estas sequías". Eso sí, "en zonas donde no hay vegetación o el pinar desaparece y se quedan las tierras desnudas, ahí se pueden hacer algunas prácticas más indicadas por ejemplo, para evitar que el agua erosione la zona. Pero son actuaciones puntuales y hay que hacerlas con pinzas", recomienda el técnico forestal.

Royo cuenta que, en todo caso, El Garruchal no es una zona de alto riesgo para este insecto. Allí el ataque de procesionaria ha sido más fuerte que el de los barrenillos. "Este año han sido brutales, con una defoliación de los pinos total", detalla". Y esto contribuye a la debilitación del arbolado. Y más aún, porque "se ha unido a la sequía que se ha acentuado estos dos últimos años. Va todo unido", advierte. Y repasa otras localizaciones en las que sabe que están atacando los perforadores, como Alhama, Lorca, Totana, Mula, Fortuna, Ricote...

Volviendo a la mortandad masiva, Diego Gallego sabe que aparece por el Coto de los Cuadros, Librilla o las sierras litorales entre Mazarrón y Águilas, como la de Almenara o Las Herrerías. Parece ser que hay también afección puntual en Sierra Espuña, mucho más localizada y ligada casi exclusivamente a Tomicus destruens. Fuera de la Región, apunta, es llamativo el caso de la Sierra de Orihuela, donde “ha afectado a toda la ladera sur; se ha ido aproximadamente el 90% de la masa de bosque, quedan muy pocas manchas”. Todo ello, relaciona, “son zonas de repoblación con alta densidad de arbolado, que tienen 40 años y han evolucionado muy poco, con pinar de muy pequeño tamaño y donde se nota que no va bien”.

Mientras tanto, desde su puesto en la empresa Econex, dedicada al biocontrol de plagas con feromonas y trampas (arriba, a la derecha, una manga cuelga de un pino), Gallego diseña los dispositivos específicos para capturar a estos coleópteros, conocer su expansión y cómo está funcionando el control de la plaga. Por ahora, saben que el perforador más agresivo, Tomicus destruens, ataca al pino carrasco (P. halepensis), pino marítimo (P. pinaster), pino piñonero (P. pinea), y de forma excepcional a pino laricio (P. nigra). Veremos cómo ha funcionado en el próximo pico de otoño.

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Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.

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Las bondades del Tomicus y Orthotomicus

Estos escarabajos de tan mala fama son en realidad fauna endémica que forma parte del ecosistema forestal. “Sin estos insectos, el bosque no funciona”, reivindica Diego Gallego, doctor en Biología. Su labor en los montes se basa en que facilitan el procesado de la materia y energía de los ecosistemas. Se comen la madera de los árboles, que es donde está la mayor cantidad de la biomasa del bosque. Si no fuera por ellos, cuando el árbol se muere, esta materia y energía se quedaría inmovilizada ahí. Así posibilitan que fluya.

En algunas circunstancias y localizaciones muy concretas, ya descritas en el reportaje, ocurren estos fenómenos de mortandad masiva. El Tomicus destruens, el más feroz, causa los problemas durante la época fría (otoño-invierno) y el Orthotomicus erosus, durante la cálida (primavera-verano-otoño). Solapan así los periodos de vuelo al principio y el final de sus ciclos. Ambos van comiendo al pino poco a poco, pero éste mantiene la copa verde hasta el final, y “al árbol se le ve morirse de golpe, y además, todos los árboles a la vez”, describe Gallego. El Tomicus lo come durante el invierno y en primavera se muere, y el Orthotomicus, al revés, se muere en otoño. “Hemos visto ya la mortandad de primavera y ahora mismo no hay mortandad, pero a finales de septiembre o hasta principios de noviembre veremos el pico de mortandad de otoño”, avisa el técnico. “Cuando lo vemos morirse ya es tarde”, concluye.

Retirada o no de restos forestales: el ciclo de la vida en la madera

Diego Gallego, doctor en Biología, explica que en términos de control de la plaga, una vez que se han ido los escarabajos, los restos de los árboles no deberían destruirse en el mismo momento. La recomendación se basa en el hecho de que los escarabajos tienen su propia fauna local depredadora, conformada por otros insectos y parsitoides, que llegan justo después. Pero así como los primeros han evolucionado para invadir y comer el pino rápidamente -y evitar así ser comidos-, los segundos son más lentos. Y permanecen dentro de la madera completando su ciclo. “Si se destruye el 100% de los restos, acabaríamos con sus depredadores...”, detalla. Pero al haber mortandad masiva hay exceso de arbolado muerto. Así que la clave está en determinar cuánta madera retirar del bosque y cuánta dejar... En todo caso, es absolutamente imposible sacarla toda. A veces, las soluciones y el equilibrio en la naturaleza no son asunto fácil.

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